sábado, 28 de septiembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Sábado 25 de tiempo ordinario 

Año Par 

Eclesiastés 11, 9-12, 8



REFLEXIÓN 

y sabe que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo 

Se nos anuncia una instancia absoluta, frente a la cual no hay amparo de garantías, ni algún recurso dilatorio. Habrá que enfrentar a quien no se engaña, pero de quien se sabe que es Amor. 

y el espíritu vuelva a Dios, que lo dio.

Se nota la influencia del dualismo griego que separa espíritu y carne, para reservar al primero la visión de Dios. 

Pero la corporalidad transformada, no la que termina en polvo, es parte del mensaje del Jesús resucitado y de la explicación de Pablo en sus cartas: no hay disolución sino transformación.

 

Salmo responsorial: 89



REFLEXIÓN

Por la mañana sácianos de tu misericordia, / y toda nuestra vida será alegría y júbilo

Por donde lo miremos estamos en déficit, y no hay de que jactarse finalmente. 

Por eso nuestra paz y gozo es la esperanza de la misericordia del Señor que cubre la muchedumbre de nuestros pecados, aun los desconocidos.

 

Lucas 9,43b-45



REFLEXIÓN

entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: "Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres." Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto 

Faltaba la iluminación y fortaleza del Espíritu del Resucitado.

Esto desde la perspectiva de una existencia histórica Jesuánica, no de cristología eclesiástica, sobre un fin violento, sin disimulo.

Por otro lado la historia de los profetas y cómo fueron martirizados, ayudó a configurar y reflotar la intuición de cuán verídicamente moriría el Señor Jesús.

Los agentes de pastoral a lo largo de su misión, breve o larga, son tentados de dos extremos: insertarse tanto en la agonía y muerte del pobre en todo sentido, hasta llegar a la desesperanza e impotencia rabiosa, o evadirse al misticismo que maquilla de cielo las realidades que aún no se consuman. 

Vivir esa tensión cotidianamente en ágape creyente y esperanzado, es un don del Señor. 

Jesús lo tenía claro, pero en ese sentido. 

En consecuencia transitaba la soledad del líder, en su visión y coraje para la misión. 

Los discípulos no, hasta que fueron reforzados por la pascua de Jesús resucitado.

En la meditación de las dos banderas de los ejercicios ignacianos se intenta transmitir ese aire de tensión que aguarda al ejercitante, en el pórtico mismo del seguimiento a Jesús de Nazareth. 

Ignacio no abusa del posible romanticismo que pueda haber invadido al ejercitante al finalizar la primera semana con el perdón de los pecados conocidos.

Sino que más bien intenta, en medio de este trabajo de gracia y libertad, abrirle los ojos del espíritu a una ruta de peregrinación que puede ser muy ruda. Mejor verlo a tiempo.

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Sábado 25 de tiempo ordinario 

Año Par 

Eclesiastés 11, 9-12, 8

Salmo responsorial: 89

Lucas 9,43b-45

DOCTORES DE LA IGLESIA




De los sermones de San Bernardo de Claraval
(Sermón 5, 2-3.6 en la fiesta de Todos los Santos : Opera omnia, Edit. Cister. t. 5, 1968,
362-363.365)
Apresurémonos al encuentro de los que nos esperan


Otro tipo de santidad que, a lo que creo, ha de ser honrado de modo especial

es el de los que vienen de la gran tribulación y han blanqueado sus mantos en

la sangre del Cordero: éstos, después de numerosos combates, triunfan ya

coronados en el cielo, por haber competido según el reglamento. 

¿Existe todavía un tercer género de santos? 

Sí, pero oculto. Porque hay santos que todavía militan, que todavía luchan; aún corren, sin haber logrado todavía el premio.

Quizá alguien me tache de temerario al llamar santos a estos tales; y sin

embargo yo conozco a uno de éstos que no se avergonzó de decir a Dios: Protege

mi vida, porque soy santo. Así también el Apóstol: confidente de los secretos

divinos, dice más claramente: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve

para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio para ser santos. He

aquí la diversidad de nombres con que es denominada la santidad: unos son

llamados santos porque han conseguido ya la perfección de la santidad; a otros,

en cambio, se les llama santos por la sola predestinación a la santidad.

Una santidad de este tipo sólo Dios la conoce; está oculta, y ocultamente en

cierto modo es celebrada. A decir verdad, el hombre no sabe si Dios lo ama o lo

odia, y todo lo que el hombre tiene por delante resulta incierto. Celebremos,

pues, a estos santos en el corazón de Dios, porque el Señor conoce a los suyos y

sabe muy bien a quiénes eligió desde el principio. Celebrémosles también ante

aquellos espíritus en servicio activo, que se envían en ayuda de los que han de

heredar la salvación; pues a nosotros se nos prohíbe alabar a un hombre

mientras vive. Y ¿cómo podría ser segura la alabanza, cuando ni la misma vida

es segura? El atleta no recibe el premio si no compite conforme al reglamento,

dice aquella celestial trompeta. Y escucha ahora las condiciones de la

competición de boca del mismo Legislador: El que persevere hasta el final se

salvará. No sabes quién va a perseverar, desconoces quién competirá conforme

al reglamento, ignoras quién conseguirá la corona.

Alaba la virtud de aquellos cuya victoria es ya segura; ensalza con devotos

cánticos a aquellos de cuyas coronas puedes con seguridad congratularte. Su

recuerdo, cual otras tantas chispas, mejor dicho, como ardentísimas antorchas,

enciende en las almas fervorosas un vivísimo deseo de verlos y abrazarlos.

Nos espera aquella asamblea de los primogénitos y nos despreocupamos de

ella; nos desean los santos y no les hacemos ni caso; los justos nos esperan y

nosotros conscientemente los ignoramos. Despertémonos, hermanos, de una

vez; resucitemos con Cristo, busquemos los bienes de arriba, aspiremos a los

bienes de arriba. Deseemos a los que nos desean, apresurémonos al encuentro

de los que nos esperan, anticipémonos con el deseo del alma a los que nos

esperan.