sábado, 5 de octubre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

 Sábado 26 de tiempo ordinario

Job 42, 1-3. 5-6. 12-16



REFLEXIÓN

Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, echándome polvo y ceniza

Una experiencia espritual inusitada e inédita del Absoluto expresa vivencias de hallazgo, de novedad, de una falta de proporción entre la importancia que nos damos y la que realmente merecemos, ante su grandeza.

Solo experiencias de este jaez convierten la persona desde sus más íntimas fibras y entretelas, del protagónico arrogante y autosuficiente, en la alfombra indigente que de todos se merece pisar.

Como decían los símiles de la espiritualidad antigua, el exceso de luz permite ver aun las motas de polvo mínimas que flotan en el aire.

La humildad que nos llama la atención en personas verdaderamente santas y meritorias, no es una pose, sino el efecto en la conciencia de esta desproporción entre la gloria del absoluto y nuestra indignidad.

El Señor bendijo a Job al final de su vida más aún que al principio; sus posesiones fueron catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil borricas.

Cuando miramos a Jesús de Nazareth, quedamos perplejos ante el “happy end” o final feliz que la Palabra revela en el primer testamento, como solución al sufrimiento del inocente.

Parece que la revelación en Jesús de tal solución es todavía más dura, porque su sufrimiento no cejó hasta su última gota de sangre.

Nos queda como enigma y acertija despejar en nuestra existencia a cuál revelación nos apuntamos para nutrir nuestra fe y esperanza.

En la espiritualidad ignaciana de los ejercicios espirituales, se intenta trasmitir la propia experiencia de Ignacio de Loyola, quien optó más por el seguimiento de Jesús despreciado y humillado, que por las glorias de este mundo.

Cuál es el resorte que activa el influjo del Espíritu de Jesús resucitado y la fe que provoca, para estimular un seguimiento tan suicida, podemos decir? Y tan a contrapelo de nuestra cultura del logro y la imagen de éxito. 

Salmo responsorial: 118



REFLEXIÓN

Enséñame a gustar y a comprender, / porque me fío de tus mandatos

El gusto del maná, era incomprensible, porque llegado el momento de saturación, a muchos pareció abominable. Sin embargo nutrió a una generación mientras transitaba por el desierto y no murieron de hambre.

El gusto por el Esíritu y sus caminos de estrecha y empinada senda, lo proporciona el mismo Espíritu del Señor, que gime en nuestro interior.

Está de moda una aparatito llamado GPS que ayuda e buscar y encontrar direcciones y a posicionarse en el espacio para ser localizados. 

El Espíritu es como algo así, que late en nosotros para ubicarnos en la dirección correcta y ayudarnos a llegar a nuestro destino definitivo, si atendemos sus señales.

Reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos, / que con razón me hiciste sufrir

Para aquellos que miran el sufrimiento como una plaga de la que hay que huir, conviene reflexionar sobre el sentido que puede tener para nuestro logro definitivo en el Señor. 

El sufrimiento nos ayuda a encontrar sentido a la justicia de Dios, que no es la de este mundo, sino mejor pero más enigmática.

Lucas 10,17-24



REFLEXIÓN

Veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

La delegación de poderes en los discípulos fue efectiva y la comunidad podía experimentar el acompañamiento del Señor Jesús más allá de su muerte.

Sin embargo en este poder muchos se perdieron a sí mismos, al olvidarse de la dimensión de servicio.

no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.

Porque queremos medir la eficacia del ministerio por las obras que emprendemos inicialmente en nombre del Señor. 

No recordamos que hemos sido elegidos para una convivencia más pura, sin asomo de mal.

Porque hay comunidades e iglesias que asumen una delegación de poderes por parte de Jesús de Nazaret y se enfocan exclusivamente en satanás.

Se pierde de vista que lo verdaderamente nuclear y específico del Reino que se anuncia es la novedad de vida que desde ya nos permite el gozo y la alegría.

Nuestra misión es la vida, no las tinieblas.

Una lección de humildad del Señor Jesús a sus engreídos seguidores, con el recién estrenado poder. 

Quién podía decir que no habían hecho el bien, transformado la realidad, construído una mejor sociedad como equivalente del reino? Pero la alegría más auténtica está en el final y mientras esto no llegue, todavía falta y no hay por qué envanecerse.

lleno de la alegría del Espíritu Santo

Y así esta perspectiva nos llenará de ese gozo del Espíritu: llamados a la convivencia con el Padre.

La alegría y el gozo son una consolación que indican la presencia del Espíritu de Jesús.

"Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar."

Esta es la felicidad de los puros de corazón: la convivencia con el Padre

Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!

Otra bienaventuranza vinculada a la experiencia de revelación que nos aporta la Palabra encarnada: Jesús de Nazareth.

La experiencia de su revelación hace la diferencia en nuestra existencia cotididana

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 Sábado 26 de tiempo ordinario

Job 42, 1-3. 5-6. 12-16

Salmo responsorial: 118

Lucas 10,17-24

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS

BEATO CARLO


 

Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, sobre la oración

(9-10: PG 11, 442-446)

Sobre la oración pura

Lo que acabamos de decir, hay que demostrarlo con el testimonio de las divinas Escrituras, por este orden: El que ora ha de alzar las manos puras, perdonando a todos las injurias recibidas, rechazando de su alma de tal forma cualquier perturbación, que a nadie guarde resentimiento. Más aún: para que

ningún pensamiento extraño distraiga su mente es necesario que durante la oración olvide todo cuanto no dice relación con la oración. ¿Quién podrá dudar de que este estado de ánimo es el mejor, tal como enseña san Pablo en su primera carta a Timoteo, diciendo: Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de ira y divisiones?

En efecto, cuando los ojos de la mente están tan elevados que ya no se fijan en las realidades terrenas ni se recrean en la contemplación de cosas materiales, planean a tales alturas que pueden permitirse despreciar todo lo corruptible y dedicarse exclusivamente al Uno, de modo que no piensan más que en Dios, a quien hablan reverente y humildemente en la seguridad de ser escuchados.

¿Cómo tales ojos no van a progresar enormemente, si con la cara descubierta,

reflejan la gloria del Señor y se van transformando en su imagen con

resplandor creciente? Ahora bien, ¿cómo es posible que el alma, segregada del cuerpo y elevada en seguimiento del Espíritu, y que no sólo va en pos del. Espíritu, sino que es transformada en él, no se convierta en espiritual, depuesta la naturaleza animal?

Y si ya es una gran cosa el olvido de las ofensas, hasta el punto de que en él, como en un compendio, se contiene toda la ley, según lo que dice el profeta Jeremías: No fue ésta la orden que di a vuestros padres cuando los saqué de Egipto, sino que les ordené: Que nadie entre vosotros recuerde allá en su corazón la injuria que recibió de su prójimo; cuando nos acercamos a la oración olvidando las ofensas, observamos el precepto del Salvador, que dice: Cuando estéis de pie orando, perdonad lo que tengáis contra otros; está claro que cuando nos ponemos a orar con tales disposiciones, hemos ya obtenido un magnífico resultado.

Cuanto antecede, lo hemos dicho en la hipótesis de que de la oración no sacáramos ningún otro provecho: sería ya un óptimo resultado si llegáremos a comprender cómo hemos de orar y lo pusiéramos por obra. Es evidente que quien así ora, mientras todavía está hablando, fijos los ojos en el poder del que le escucha, oirá aquello: Aquí estoy, siempre que antes de la oración se haya

liberado de toda ansiedad con respecto a la providencia. Es lo que significan aquellas palabras: Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia. Pues quien se contenta con cuanto sucede, está libre de toda atadura y jamás extenderá su mano contra Dios, el cual dispone todo lo que quiere para probarnos; más aún, no se le ocurrirá siquiera murmurar allá en lo íntimo de su corazón y menos en un lenguaje audible a los hombres. Parece como si los que no se atreven a maldecir la providencia de viva voz o con toda el alma por las cosas que ocurren, pretendieran ocultar al Señor del universo lo que de mala gana soportan, imitando a los malos siervos, que no se atreven a desobedecer abiertamente las órdenes de sus amos.