Transfiguración del Señor
Daniel 7,9-10.13-14
REFLEXIÓN
como un hijo de hombre
Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin
Como en
Apocalipsis 5, un como Hijo de hombre, un cordero inmolado, abre los libros. Es
quien revela y tiene poder.
Si lo
queremos acercar a nuestro momento, podemos enfocar a quien o quienes revelan
sentidos de la historia que discurre.
No tiene
o tienen que ser en apariencia tan majestuosos, porque esa majestad la da la
revelación de su identidad y su misión.
Personas
en la historia son instrumentos de revelación, incluso sin querer, del sentido
profundo de las cosas y los acontecimientos.
Cuando
se dice sentido profundo, nos referimos a aquél que mueve nuestros seres desde
las convicciones, hacia metas de transformación, solidaridad, amor y justicia.
Le dieron poder real y dominio
Con
Jesús el Hijo de Hombre, su delegación de poder comenzó alguna vez.
Así la
humanidad transfigurada, transformada tiene una potencia incomparable para la
perfección y la infinitud.
Somos
como dioses, fue una profecía de la serpiente, una que brota, mal que le pese,
al enemigo del Señor.
La
participación con Jesús nos abre la oportunidad de una co-regencia, de un
co-dominio, de un co-gobierno.
Este
Hijo de Hombre, como Jesús gustaba nombrarse, tiene una dimensión colectiva,
como el Siervo de Yavé, título que se aplicó a Jesús también, en la primitiva
comunidad.
La
dimensión colectiva significa que Jesús, como individuo, es la punta de lanza
de un colectivo que es su cuerpo nuevo, en el que nos integramos sus creyentes:
millones y millones de personas de todo pueblo, raza, nación y tiempos.
Las
glorificación de Jesús de Nazareth es nuestro anticipo de gloria, que se va
incoando desde ya y según Pablo, luego se desvelará.
Esta
gloria que cargamos se va dando a sentir y conocer en nuestro caminar, entre
luces y sombras históricas. Depende de nuestra fe, esperanza y amor encarnados
mantenerla en alto.
Salmo responsorial: 96
REFLEXIÓN
justicia y derecho sostienen su trono
El fuego
de la visión son aquellos valores que impulsan a cambios en la convivencia,
para
hacerla más equitativa y propicia al desarrollo mejorado de las condiciones de
vida.
Es la
dirección correcta de la transformación, el derrotero: Justicia y derecho, pero
incansables, permanentes y eternos.
La
pasión del derecho de Dios, de su justicia, que incluye la misericordia, que
busca la conversión y profundización del proceso de transformación total, la
palingenesia.
Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su
trono
Cuando
la justicia se cumple, aunque sea en mínima parte en nuestra historia, las
tinieblas, donde se agazapa la iniquidad, son iluminadas, retroceden.
2Pedro 1,16-19
REFLEXIÓN
Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con
él en la montaña sagrada
como a una lámpara que
brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en
vuestros corazones.
Esto nos
trae la Palabra cada día: mantener encendida la lámpara, renovar las energías
para la espera, la ilusión y el soñar.
Porque
el Señor vendrá, está viniendo, está llegando.
no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos
sido testigos oculares de su grandeza
Entre
los argumentos apologéticos más realistas se encuentra el testimonio que se
basa en la experiencia personal.
Ante
éste la fe queda desnuda en su potencial para actuar el riesgo de fiarse o no.
Esto nos confirma la palabra de los profetas
Este
riesgo que asumimos por la fe busca confirmaciones históricas de su decisión.
Lo cual
no es reprobable sino que forma parte del proceso humano del aprendizaje y el
conocimiento, afianzado en evidencias y certezas.
Mateo 17,1-9
REFLEXIÓN
Pedro, a Santiago y a su hermano Juan
El
círculo íntimo en torno a Jesús, cuya perspectiva de gloria no coincidía ni
convergía con la de Jesús.
El
núcleo duro del testimonio apostólico.
En
alguna forma aquellos en quienes más confiaba y de quienes más esperaba.
Uno:
Pedro, la piedra de la fe. Otro Santiago, hijo del Zebedeo, misionero entre
judeocristianos y gentiles.
Otro
Juan, el longevo, el confidente, el custodio de la madre de Jesús, si hablamos
de la misma persona.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía
como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
La luz
que se hace tan radiante, que parece blancura pura.
Las fotos
y el cine dan una pequeña idea de esta luz.
Pero no
deja uno de desestimarla por considerar que son fruto de la fantasía y la
composición de la imaginación humana, nutrida de lo existente.
Como si
su humilde procedencia nos impidiera adjudicarle alguna trascendencia, un ir
más allá, fuera de mi propia creación.
Aun con
estas descripiciones seguimos en el límite más acá de la experiencia humana
sobre la imagen del dominio divino.
Posiblemente
el rayo fulgurante, con su luz azul y tronadora, su derroche de energía y
potencia, haya sido una estimulación para la imaginería de la luz blanquísima y
pura que acompaña las visiones de Daniel y del evangelio sobre la
transfiguración.
Se trata
de comparaciones en las que nos quedamos cortos porque aludimos a una realidad
totalmente otra.
Se transfiguró delante de ellos
Por qué
en medio de los relatos del ministerio de Jesús de Nazareth se coloca éste de
la transfiguración, representativo más bien de un relato de resurrección, como
si fuera anticipada?
Bien
pudiera ser un orden pedagógico o didáctico de una catequesis evangélica que
pretende crear un oasis en medio del caluroso camino de la vida, y de la
evangelización.
Porque
los creyentes damos gracias cuando la consolación aparece en nuestra conciencia
de caminantes, haciéndonos más ligero el peregrinaje y el equipaje.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
"Señor, ¡qué bien se está aquí
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió
con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado,
mi predilecto. Escuchadlo."
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de
espanto
En el
itinerario del Espíritu, hay etapas que invitan a quedarse porque se está bien,
pero no son para permanecer, en el peregrino itinerante, sino que el proceso de
empuje nos puede llevar a una experiencia terrorífica de espanto.
En este
domino del Trascendente, la distancia nos acobarda, el sufrimiento y las
pruebas nos achican, y la cercanía del Señor nos aplasta por la incomprensión y
la confusión.
No
entendemos a qué viene tanto desconsuelo e incertidumbre, qué prepara esta
inestabilidad, y nos resistimos a ser conducidos.
Se hace
un caminar esforzado, pedregoso, feroz, que mete miedo.
Estos
relatos tienen un propósito de misión y envío a testimoniar la fe, en el reino
de Jesús, ante el mundo y la historia.
No son
para el goce exclusivo, ni para el intimismo individualista, porque son donados
para que nuestro compromiso apostólico se mantenga en pie y resistiendo el
conflicto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no
temáis."
Parece
tener sentido esta actitud constante de Jesús: no temas.
Es su
experiencia que conforta, para que no huyamos del proceso de conducción al
Padre. Porque el Trascendente no es el Terror, sino el Padre.
Una
realidad amigable, salvífica, generadora de una experiencia inédita de nuevo
mundo, nueva creación,nueva realidad.
"No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del
hombre resucite de entre los muertos."
Mejor
mantener oculto el proceso hasta que sea confirmado, y sirva para edificación.
Sin
embargo no les valió esta vivencia para asegurar su fidelidad en la hora de la
prueba. O sí?
Quizás
porque el Espíritu de Jesús aún no había sido derramado y la experiencia de la
transfiguración aún era precaria, y frágil el sentir humano, sin la fuerza y
profundidad que da la confirmación del Espíritu.
En
conclusión: Un mensaje de transformación en lo que seremos, o cerca de ello, en
medio del fragor de la batalla, de la cotidianidad densa, de la tentación a la
desesperanza, de la seducciòn del pesimismo y el destino determinando como una
maldición.
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