domingo, 22 de septiembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 25 de tiempo ordinario

Sabiduría 2, 12. 17-20



REFLEXIÓN

veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida

Morir es el último acto de la vida de una persona. Del creyente se espera un desenlace de creyente, como último testimonio. Incluye la propia esperanza del que muere para derrotar su propia tristeza y la tentación de atribuirla a culpa y pecado.

Ver la propia muerte como parte del designio de la Palabra es un don del Espíritu que inspira la misma. Y es posible ver en algunos casos la aceptación serena del fin y el gozo por el encuentro cara a cara.

El portento de la intervención de Dios a favor de Jesús fue después de muerto. Es posible que aun la muerte del justo parezca ingnominiosa y su justificación tardía

lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él

Jesús de Nazareth como cabeza de columna refuerza en nosotros el seguimiento con nuestro aporte histórico. En su momento seremos lo que en Él hayamos logrado ser.

Salmo responsorial: 53



REFLEXIÓN

Oh Dios, escucha mi súplica

Jesús experimentó el silencio de Dios y la postergación a su súplica. Entretanto asumió la muerte como su voluntad y se plegó.

el Señor sostiene mi vida

La vida como don del Padre entraña considerar ese don presente en el desarrollo de la misma hasta su culminación histórica.

Ignacio de Loyola en la contemplación para alcanzar amor recomienda detenerse en la dinámica presencia del Creador animando, sensando en toda la creación, como sostén del propio don creado. Alcanzar amor implica llegar hasta el mismo Padre dando gracias, pero también llenarse del ágape fraternal que permite compartir la vida apoyándola, respetándola, expandiéndola.

La muerte es parte de esta etapa de vida y es parte del don que nos llama a encontrar así su amor.

Santiago 3, 16-4, 3



REFLEXIÓN

Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.

Porque más que justicia y paz, debe ser paz y justicia. Muchas luchas y batallas por la justicia no se hacen con paz, sino con envidias y divisiones.

No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones

Cuando la petición no es atendida cabe la posibilidad de que no sea pura, y o debe purificarse, o debemos abrirnos a la voluntad mayor de Dios, que es lo mejor de nosotros mismos como personas y como pueblo.

Incluso los colectivos si son de Dios deben hacer el examen de sus pasiones para que su petición sea bien hecha y reciba respuesta.

Marcos 9, 30-37



REFLEXIÓN

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle

De dónde sale la indisposición al cambio? Del miedo que surge, por el apego que nos tenemos a nosotros mismos, en nuestro pensar, sentir y actuar.

Los ejercicios ignacianos no son una varita mágica para atraernos sin nosotros el don del Señor. Son ejercicios para quitar de nosotros lo que impide ese don. Se trata de cultivar una actitud de confrontación y desafío contra el apego que contamina nuestro corazón y se propaga en nuestra existencia.

por el camino habían discutido quién era el más importante

Entretenidos como estaban en sus ambiciones de poder no hacían suficiente espacio para la instrucción de Jesús. Anulaban su mensaje para el cambio.

El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado

Será porque el niño no deja de creer y esperar de su padre?

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1439562170103173124?s=20

motivaciondehoy


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Domingo 25 de tiempo ordinario

Sabiduría 2, 12. 17-20

Salmo responsorial: 53

Santiago 3, 16-4, 3

Marcos 9, 30-37

SAN CARLO DE JESÚS ACUTIS DE ASIS



De los sermones de san Máximo de Turín
(Sermón 48, 1-2: CCL 23, 187-188)
Por la humildad se llega al reino; por la sencillez se entra en el cielo

Si habéis escuchado con atención la lectura evangélica habréis podido
comprender el respeto que se debe a los ministros y sacerdotes de Dios y la
humildad con que los mismos clérigos deben prevenirse unos a otros. En efecto,
preguntado el Señor por sus discípulos quién de ellos sería el más grande en el
reino de los cielos, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: El
que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los
cielos. De donde deducimo
s que por la humildad se llega al reino, por la sencillez se entra en el cielo.

Por tanto, quien desee escalar la cima de la divinidad esfuércese por conseguir los abismos de la humildad; quien desee preceder a su hermano en el reino debe antes anticipársele en el amor, como dice el Apóstol: Estimando a los demás más que a uno mismo. Supérele en obsequiosidad, para poder vencerle en santidad. Pues si el hermano no te ha ofendido es acreedor al don de tu amor; y si te hubiere tal vez ofendido, es mayormente acreedor al regalo de tu superación. Esta es efectivamente la quintaesencia del cristianismo: devolver amor por amor y responder con la paciencia a quien nos ofende.

Así pues, quien más paciente fuere en soportar las injurias, más potente será
en el reino. Porque
al imperio de los cielos no se llega mediante una brillante
ejecutoria avalada por la fastuosidad de las riquezas, sino mediante la humildad,
la pobreza, la mansedumbre
. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el
camino que lleva a la vida! En consecuencia, quien estuviere hinchado de
honores y cargado de oro, cual jumento sobrecargado, no conseguirá pasar por
el angosto camino del reino. Y en el preciso momento en que crea haber llegado,
la puerta estrecha, al no dar cabida a su carga, le impedirá entrar y le obligará a
retroceder.
La puerta del cielo le resulta al rico tan angosta como estrecha le es
al camello el ojo de una aguja. Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de
una aguja que a un rico entrar en el reino de los cielos.