Sábado 24 de tiempo ordinario
Año Impar
1Timoteo
6,13-16
REFLEXIÓN
guardes el mandamiento sin mancha ni reproche
En esta oportunidad podría ser que
guardara el encargo, lo mandado, la misión. Se necesita mantener fiel y andando
la misión hasta que Jesús vuelva para uno y para todos. Una asociación
histórica elegida y llamada por el Señor de todo. Una colaboración buscada y
sostenida como su designio y agrado. Una alianza de ser y hacer, que debe
conservarse por la gracia y la libertad, en medio de la contradicción del
mundo.
el bienaventurado y único Soberano,
Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad,
que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver
Una formulación muy del gusto
oriental que evita el simple Dios y
lo reemplaza con opulencia de atributos, para que la palabra
proferida ayude a caer en cuenta de la majestad, y la solemnidad de la fórmula
provoque la reverencia.
Salmo
responsorial: 99
REFLEXIÓN
dándole gracias y bendiciendo su nombre
El Espíritu Santo, que procede de las
profundidades del Innombrable e Inaccesible, es quien nos infunde la alabanza,
como tributo al dueño de todo, y manifestación de su apertura gratuita para
convivir con Él más allá del límite creatural.
Lucas
8,4-15
REFLEXIÓN
se le
juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban
añadiendo.
En Jesús la gente percibía ese alivio
premonitorio del último alivio: la vida plena que no termina.
Y por eso como un imán atrae el
hierro, atraía los anhelos de liberación de su entorno: enfermedades,
posesiones, carencias, aflicciones.
Quién que haga cosas
buenas por la gente, ayude sus necesidades, alivie sus penurias, podrá ser
dejado de lado? En esto Jesús, al atraer multitudes ávidas no estaba haciendo
nada que otros no hayan experimentado.
Pero en él reconocemos, como también
lo hacía la multitud, un discurso y una conducta reveladoras del misterio de
Dios. El rostro inédito de un Dios Padre emergía en su accionar.
Y así Jesús atendía un hambre más
profunda, y para la que el pan que perece era sólo un símbolo de una realidad
eterna.
El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio
fruto el ciento por uno."
La pregunta es más bien qué significa
exactamente esta parábola porque al escucharla en el contexto de la cantidad de
gente que se le suma, parece que su sentido emerge automáticamente.
No todos son tierra buena aunque se
sumen a seguir su camino.
Aun siguiéndolo
somos capaces de ahogar, secar, esterilizar la semilla.
Ese sembrador que es Jesús puede, si
somos lo que debemos ser para dar fruto.
Con la parábola daba a entender que
no todo terminaba ahí: en el alivio temporal, sino que allí se depositaba una
semilla de la Palabra, para que nos esforzáramos en hacerla germinar, crecer y
fructificar. Porque como semilla no morimos para quedar estériles, según la
Palabra.
Se achaca a un platonismo la
preferencia a la realidad espiritual sobre la material. Esto por las
consecuencias que puede acarrear de irresponsabilidad histórica.
Pero la materia puede ser apreciada,
como lo es la semilla de una planta, y cuidada con responsabilidad para que se
dé la transformación en el fruto de calidad.
La materia es así
una realidad de paso en su presentación histórica, pero participante de la
transformación que se va operando de un resultado esperado al final.
"A
vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los
demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan
Entre parábola y alegoría puede haber
la separación histórica del enfoque unitario significante que dio Jesús a sus
parábolas, según el sentido semítico del enigma, y por otro lado la posterior
explicación de sus seguidores en las comunidades, en la que se acredita una
catequesis y unos catequistas.
Separarlos y preferir aquél a costa
de éste, es violentar el testimonio evangélico que entiende la palabra
apostólica con la reverencia que se sentía por Jesús.
El sentido
de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del
camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra
de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son
los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz;
son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo
que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y
placeres de la vida se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los
que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto
perseverando".
Se dice que esta
alegorización, en la que se le asigna a cada detalle de la narración un
significado propio, es algo posterior en la historia de la redacción.
Al ser recogida por la primera
generación de creyentes la parábola, quizá se perdió el mensaje nuclear que
daba el contexto original y se subsanó con significados de detalle.
Para el conjunto de la fe con la que
recibimos la Palabra de una tradición de comunidades creyentes, ambos métodos
nos importan, y nos involucran en la rica dinámica de su interpretación.
El Espíritu va poniendo sensibilidades
y acentos en la palabra que nos va llegando. Como lucecitas que van apareciendo
en el firmamento, cuando en una primera mirada parecía que no las había.
La esperanza es que El da vida al
universo.
Son dos actitudes básicas: escuchar
con corazón noble y dar fruto perseverando, o no escuchar.
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