Fieles Difuntos
Job 19,1.23-27ª
REFLEXIÓN
mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de
hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca!
La
Palabra siempre recoge en su mensaje los anhelos y las palabras de los seres
humanos con los registros de tristeza y esperanza, y sobre todo con su anhelo
de permanecer eternamente.
La
Palabra del Señor es solidaria y ama entrañablemente a sus hijos. No trata
solamente de un mensaje, un plan del Señor.
También
incluye la ilusiones de sus escuchas, para que se vean partícipes,
identificados, pertenecientes a esa Palabra.
Yo sé que está vivo mi Redentor,
y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya
sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo
verán."
Según lo
que se escribe de la antropología
hebrea, nos encontramos con un hito en el itinerario conceptual de la
supervivencia, tras la muerte física.
La
formulación de Job representa algo novedoso, ya que la carne es distinguida
como”piel arrancada”, que no acompaña la visón individual de Dios. Pero se
habla de ojos, que son parte de un cuerpo.
Esto se
afirma por fe: ”yo sé”. Y se afirma que su vivir se halla más allá del polvo,
al que todo es reducido, con el paso del tiempo.
Esa vida
“tras” es interpersonal, es encuentro con un otro y de nuestra parte, ya sin
piel.
Sin
embargo mantendremos una visión con “ojos” que por lo tanto y sin embargo,
siguen siendo míos.
El
lenguaje puede traicionar la precisión del concepto, que entonces se considera
más bien un barrunto borroso e impreciso.
Pero se
transmite la convicción de una persona que proyecta parte de lo que ahora es,
en el momento que no es.
Y para
nosotros los creyentes de la palabra es un mensaje de salvación, porque nos
anima a creer y confiar en un encuentro posterior a la desaparición física
visible.
Por eso
es importante el día de los difuntos, porque celebra algo de todos los días en
forma universal: la muerte de todos y cada uno.
Pero no
celebra una desaparición física, sino la apertura de una solución, balbuceada
con imperfección, con imprecisión, pero con esperanza.
El
Señor como redentor, vengador de tribus, pariente cercano en la cultura
semi-nómada.
Él
ha sido el que se acerca. El que se ha hecho próximo, prójimo de nuestras
necesidades. Se ha emparentado con nuestra raza.
Y
si vivimos esa experiencia en la existencia actual, cómo no esperar que lo
veremos alguna vez, para siempre, porque está vivo?
Así
fundamentamos desde su Palabra nuestra fe en el re-encuentro de nuestros
difuntos más cercanos, aquellos que han aportado en nuestra formación y han
colaborado con el Señor en su cuidado y cercanía.
Somos lo
que somos por una red de influencias sustentadas en el ágape del Señor y,
aunque hay que reconocer que no todas las que circulan por esta red son
positivas y benditas, el conjunto sí lo es, y contiene la potencialidad del
Espíritu para irlas transformando en energía de vida eterna.
Una
calidad de vida superior, desconocida y gratuita. El mejor vino está por
llegar, y será gratis.
Pero más
allá del qué de un mensaje la Palabra es un Quien, un Alguien vivo y dador de
vida, que busca estrechar los lazos y vínculos establecidos por la creación.
Creación,
Redención, Consumación y Salvación: cuatro términos o códigos que abren el
sentido de la Revelación de la Palabra a la comprensión del género humano,
donde quiera que se establezca.
La
salvación es el eje que atraviesa todos estos códigos, una salvación que
incluye su etapa inicial de liberación del pecado y la injusticia.
La
creación se entiende si por ella obtenemos una primera noticia de la intención
salvífica del creador.
La
redención denota el carácter agónico de la salvación, que como la semilla debe
morir para dar fruto.
La
consumación se relaciona definitivamente con la salvación en cuanto comunidad
gozosa que se establece definitivamente y sin fin con el Creador en su misterio
de comunión: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Nuestro
testigo y dador del derecho de membresía a esa salvación en todo el proyecto es
Jesús de Nazareth, crucificado y resucitado.
Salmo responsorial: 24
REFLEXIÓN
tu ternura / y tu misericordia son eternas
Se trata
de mucho más que tú recuerdes, que yo recuerde, porque el olvido nos rodea
incesantemente, si nos atenemos a los males de la memoria.
Esta
fe nos sostiene y ayuda a hacer balance en las frustraciones, limitaciones y
amarguras que surgen en la existencia.
Aporta
una dimensión de paciencia y magnanimidad frente a las atrocidades que
cometemos entre nosotros, y la violencia a la que nos sometemos, en una forma u
otra.
Porque
echamos en cara la violencia de las armas y la actuación arbitraria de los que
asesinan a inocentes pero también a culpables.
Sin
embargo debemos ver el cuadro completo porque esa violencia no ha surgido sola sino
que otra ha sido su partera: la violencia que ejerce una situación económica
desfavorable produciendo miseria y pobreza; la que ejerce la sabiduría
acumulada respecto de la ignorancia y así a través de toda la gama.
acuérdate de mí con misericordia
Porque
en este trance de desaparición, cuando mermen todos nuestros atributos que
contribuyen a nuestra densidad existencial, es importante que se mantenga la
convicción de tu misericordia, para que la esperanza del encuentro contigo nos
salve.
perdona todos mis pecados
Sana
nuestra herida inicial, la toxicidad original, la amenaza constante al pie de
nuestra existencia.
Perdona
los pecados heredados y los responsablemente actuados
Guarda mi vida y líbrame
no quede yo defraudado de haber acudido a ti
No seas tú
sólo un esquema mental alentado por el miedo a lo desconocido y la ignorancia
de las leyes por descubrir, como incursionan algunos a expresar.
Filipenses 3,20-21
REFLEXIÓN
Nosotros somos ciudadanos del
cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará (Μετασχηματίζω/metaschématizó/transformar/transfigurar/cambiar la apariencia) nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su
cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Cuando fallecemos, nuestra
apariencia, nuestra presentación a los ojos de este mundo se marchita: el
cadáver es un despojo inútil e inanimado que con el tiempo que transcurre
rápidamente se transforma en un resto deformado, cesado, que ya no funciona.
Se pierde el contacto en forma
definitiva. Porque las afirmaciones de contactos más allá de la muerte nunca salen de la sospecha
del subjetivismo e imaginación.
Frente a este mentís absoluto a la
vida, fehaciente como el resto que se va haciendo polvo, proclamamos que se da
una transformación según otro modelo: el del cuerpo nuevo de Jesús
glorificado. Allí se manifiesta una
energía desconocida.
Algunos fenómenos naturales nos
sugieren y animan a abrirnos a formas y modelos de energía no clasificadas aún,
como los hoyos negros del firmamento,.
Jesús en
su glorificación no es solo una palabra suelta del mensaje salvífico, sino que
es la clave del sentido de la Palabra en toda su extensión.
Es un
atisbo, un inicio, un adelanto del futuro. Un sentido final de todo el
designio.
Ahora la
esperanza echa mano de nuevo de la integralidad del cuerpo espiritual.
El
“humilde cuerpo” puede incluir la “humilde piel”.
Pero es
que un poder distinto lo transformará.
Se trata
de un convicción e imagen mental que se ha formado de una experiencia novedosa:
el cuerpo glorioso de Jesús crucificado y resucitado, que actualmente es el
paradigma.
Marcos
15,33-39;16,1-6
REFLEXIÓN
Jesús clamó con voz potente:
"Eloí, Eloí, lamá sabaktaní"
Para
unos aquí terminó la fe de Jesús en su Abbá todopoderoso, y nació, creemos, la
nueva fe en el Abbá misericordioso y abajado.
Para
otros aquí se entrega en la oración ferviente la última oblación de una fe
oscura en manos del Abbá misterio, en cuya sabiduría y justicia se confía
Jesús.
Jesús
el hombre desesperado-esperanzado, el justo que vive de fe contra fe, verdadero
paradigma del creyente que lo sigue.
En
una u otra forma esta comprensión implica la aceptación por parte de Jesús de
un Señor vivo para siempre: Dios de vivos, ha dicho el texto evangélico en otro
lugar en su polémica con los saduceos.
Y
sobre éste testimonio de entrega máxima de Jesús es donde debemos construir,
como sobre roca, nuestra propia entrega confiada de fe, esperanza y ágape.
dando un fuerte grito, expiró
No
se espera que un agonizante de suplicio profiera un grito fuerte como fenómeno
de expiración.
Expirar
más bien sugiere un último aliento. Una muestra de la fortaleza del Espíritu
del Jesús que muere.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El
centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
"Realmente este hombre era Hijo de Dios."
Se
presenta una dramatización del cierre de una economía y la apertura de otra.
El Santo
de los Santos del templo es abandonado, según la creencia cristiana.
La
proclamación del centurión gentil abre un mundo de salvación a otros fuera de
la Promesa.
Para los
que se cierra su figuración de salvación debe tratarse de una representación
caótica, salvable sólo por la apertura y ternura de la nueva Palabra del reino
del Padre.
El éxodo
de una esquema de referencia a otro no es simple, sino dolorosamente complejo.
Sin embargo estamos dotados de una capacidad de ensanchamiento en nuestra
comprensión que hace posible reubicarnos en la esperanza.
Con
él arranca la cadena testimonial hasta nuestro día de hoy.
Para
el centurión nadie se comporta respecto de Dios como Jesús, sino es un Hijo
suyo entrañable.
"No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el
crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo
pusieron."
Es el
momento de experimentar ausencia, en medio de sentimientos auténticos de pesar
pero, como desde las cenizas a las que nos lleva la trágica experiencia,
iniciar con fortaleza la ilusión esperanzada de la transformación que culmine
la novedad de vida prometida y en Jesús visualizada.
Hasta
reunirnos en el AMOR al que tendemos. El de la otra orilla…
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