sábado, 16 de noviembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Sábado 32 de tiempo ordinario

Año Par

3Juan 5-8



REFLEXIÓN

Por eso debemos nosotros sostener a hombres como éstos, cooperando así en la propagación de la verdad

Nuestra solidaridad también debiera extenderse al sostenimiento de los enviados de la Palabra a través de los tiempos y circunstancias históricas, y así cooperar en la evangelización.

La propagación de la verdad se tomó y aún se hace como la Apologética, una especialidad teológica entrenada en la defensa de la fe.

Para muchos esta especialidad si tiene valor debe cambiar de estrategia, porque no se debe usar los mismos medios que usa el anticristo para su antireino.

Hoy se aprecia mucho más una defensa silente, el testimonio que no se jacta, sino más bien se dedica a servir la Palabra con autocrítica, porque así re-escribimos la humildad.

La humildad es la verdad que se debe propagar, inspirada en el abajamiento de Jesús de Nazareth, el líder por excelencia.

Salmo responsorial: 111



REFLEXIÓN

su caridad es constante, sin falta

Nuestra cooperación se dirige a fomentar el ágape fraterno, para que no falte ni mengüe.

Lucas 18,1-8



REFLEXIÓN

para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse

El desánimo sobre la escucha del Señor a la oración ronda con frecuencia. Es una actividad de paciencia y desalojo paulatino del egoísmo y egocentrismo. Un proceso de criba que nos confronta con nuestra realidad auténtica, que el Espíritu nos invita a aceptar.

"Hazme justicia frente a mi adversario."

Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.""

Por cálculo de interés el humano llega a hacer justicia al vulnerable. Cuánto más debemos esperar si el Señor hace justicia por misericordia. Y nosotros, a nuestra vez.

Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar

De los humildes y pobres suele proceder una actitud de espera confiada, frente a los reveses de la fortuna en sus vidas. Superan la desesperación con un suspiro que los alivia por la esperanza de justicia.

Y aunque el Señor parece tardar para cumplirles, no desmayan en su espera.

Dan así una lección y testimonio a cualquier evangelizador, que así resulta evangelizado.

Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?"

Más que Jesús, se pregunta el evangelista frente a la fe que vacila en su comunidad del siglo I, cuando se alarga la venida del Señor. De verdad vendrá? 

Y entretanto mueren sin verlo y son perseguidos sin ver su justicia. 

La empresa de la fe a medida que pasa el tiempo y no viene el Señor definitivamente, es una tarea fuerte y demanda toda la paciencia disponible, y por eso es motivo de la bienaventuranza de aquellos que sin ver creyeron.

Aun el designio de la Palabra guarda su reserva frente al azar de nuestra libertad.

De ahí la inmensa tarea de cooperar en la propagación de la verdad, que es el ágape fraterno.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1591405501656584193?s=20&t=5O0ayPtkQ6o_Y2XY-IGEnw


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Sábado 32 de tiempo ordinario

Año Par

3Juan 5-8

Salmo responsorial: 111

Lucas 18,1-8

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS

BEATO CARLO



 De las catequesis de San Cirilo de Jerusalén, obispo
(Catequesis 5, 10-11, sobre la fe y el símbolo : PG 33, 518-519)
La fe realiza obras que superan las fuerzas humanas

La fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en

efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda

y la voluntad se adhiera a determinadas verdades; esta fe es útil al alma, como lo

dice el mismo Señor: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la

vida eterna y no se le llamará a juicio; y añade: El que cree en el Hijo no está

condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.

¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los antiguos justos,

ciertamente, pudieron agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida; mas lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momento.

Si, en efecto, crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los

muertos, conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por aquel mismo

que recibió en su reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si ello va a ser

posible o no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de una sola hora de fe,

él mismo te salvará también a ti si creyeres.

La otra clase de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don

gratuito: Uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con

inteligencia según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe

el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar.

Esta gracia de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe

dogmática, sino también en aquella otra fe capaz de realizar obras que superan

toda posibilidad humana; quien tiene esta fe podría decir a una montaña que

viniera aquí, y vendría. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto y cree sin

dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido el

don de esta fe.

Es de esta fe de la que se afirma: Si fuera vuestra fe como un grano de

mostaza. Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño en tamaño, está dotado de una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo, produce grandes ramas hasta tal punto que pueden cobijarse en él las aves del cielo, así también la fe, cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta contemplar al mismo Dios en la medida en que ello es posible; le es dado recorrer los límites del universo y ver, antes del fin del mundo, el juicio futuro y la realización de los bienes prometidos.

Procura, pues, llegar a aquella fe que de ti depende y que conduce al Señor a

quien la posee, y así el Señor te dará también aquella otra que actúa por encima

de las fuerzas humanas.