sábado, 9 de noviembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Sábado 31 de tiempo ordinario

Año Par

Filipenses 4, 10-19



REFLEXIÓN

Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación

Todo lo puedo en aquel que me conforta

ninguna Iglesia, aparte de vosotros, me abrió una cuenta de haber y debe.

La Palabra se ha encarnado también en la historia de Pablo, converso, creyente y evangelizador.

Su historia que se nutre de la Palabra se hace parte de ella, y su vida con los esfuerzos que hace al evangelizar son asumidas por ella para que siga inspirando generaciones y generaciones de apóstoles.

Pablo escribió a una comunidad, que le ayudó mucho materialmente para subsistir. Y otras comunidades paulinas y no paulinas hicieron suyas como Palabra de Dios, las peripecias de Pablo.

Si somos creyentes de la Palabra, también somos testigos y discípulos, y nuestra existencia está –incluso sin notarlo-abierta a la evangelización. Nada de nuestra existencia, aun los aspectos materiales y el bienestar económico o su penuria, son indiferentes a la propuesta de Jesús cuyo proceso vamos desarrollando.

Vamos viviendo y vamos muriendo para dar paso al Jesús total, todo en todos.

Salmo responsorial: 111



REFLEXIÓN

Reparte limosna a los pobres; / su caridad es constante, sin falta

Entre los pobres en quien Jesús se encarna hemos de contar a los evangelizadores que puedan pasar necesidad y requerir subsidios para sobrevivir.

Lucas 16,9-15



REFLEXIÓN

"Ganaos amigos con el dinero(mamona:riqueza y posesiones que fundamentan la confianza en sí mismo) injusto(adikia:sin justicia, incorrecto), para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

Para la pureza en la obediencia de esta orientación debíamos ser más desapegados sobre quienes lo ejercemos: no sólo los nuestros, más cercanos, o queridos, sino sobre todo los más pobres y vulnerables.

Quién puede negar en lo profundo de su sinceridad que se inclina uno a estar seguro cuando el ingreso es seguro, o se tiene algún dinero reservado? Sucede aun entre los consagrados por votos de pobreza.

Esa confianza se puede hacer absoluta y exclusiva y competir con la confianza y dependencia que nos llama a vivir nuestro Padre.

El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.

Lo pequeño muestra ya el paradigma que da sentido a la vida y si allí no se encuentra da qué pensar.

Nuestra vida histórica es como un proceso gigantesco de conversión personal y social, en el que bajo el fermento de la buena nueva voy viendo en la fe, curando la ceguera, de manera que aprendo a ponderar la gloria del Señor en lo pequeños y pequeñas.

Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?

Se trata de un test fácil de verificar en nuestra vida corriente: cómo va nuestra confianza en el dinero, poco o mucho que tengamos? Cómo se compara con la confianza que decimos tener en el Señor.

En las circunstancias de estrechez y penuria globalizada, como parece serlo para nuestra época en muchos lugares, hemos de interrogarnos si ayuda a verificar el arraigo de la confianza en el Señor, más que en los ingresos mermados.

Muy otra es la consideración de aquellos que endémicamente padecen penuria y el horizonte del bienestar material o no es conocido, o no figura para su beneficio en el surtido de su existencia.

En este caso el test podría ser para los que tienen algo, si la confianza en su dinero es tal que no vean en el compartir solidario un modo de confiar en el Señor.

Por eso el evangelio nos ubica siempre en el juicio sobre cuál es el verdadero valor de nuestra existencia: la confianza en el dinero y lo material, o en el Señor.

Compartir es un modo de movernos de una a otra confianza.

Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero

En la historia que vivimos se puede desprender algo de esta lección. Nuestro apego al dinero, como portaestandarte de la seguridad material.

Oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. Jesús les dijo: "Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta."

Arrogancia es burlarse de la coherencia en la observancia de los valores, en nombre de la misma observancia. Como si una observancia de un desvalor fuera más importante y significativa que la de un valor.

Los fariseos amigos del dinero han sido muy prolíficos, porque las generaciones de ellos son legión que puebla la tierra en la actualidad.

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motivaciondehoy


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Sábado 31 de tiempo ordinario

Año Par

Filipenses 4, 10-19

Salmo responsorial: 111

Lucas 16,9-15

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS

DOCTORES DE LA IGLESIA


 

SÁBADO, XXXI SEMANA

Guillermo de san Teodorico, Sobre la contemplación de Dios
(10: SC 61, 91-94)
La palabra todopoderosa vino desde el trono real


¿Cuál es tu salvación, Señor, origen de la salvación, y cuál tu bendición sobre tu pueblo, sino el hecho de que hemos recibido de ti el don de amarte y de ser por ti amados? Por esto has querido, Señor, que el hijo de tu diestra, el hombre que has confirmado para ti, sea llamado Jesús, es decir, Salvador, porque él

salvará a su pueblo de los pecados, y ningún otro puede salvar; él nos ha enseñado a amarlo cuando, antes que nadie, nos ha amado hasta la muerte en la cruz. Por su amor y afecto suscita en nosotros el amor hacia él, que fue el primero en amarnos hasta el extremo. Esta es la justicia vigente entre los

hombres: Ámame, porque yo te amo. Raro será el que pueda decir: Te amo, para que me ames.

Es lo que tú hiciste. Tú que —como grita y predica el siervo de tu amor— nos has amado primero. Así es, desde luego: tú nos amaste primero, para que nosotros te amáramos. No es que tengas necesidad de ser amado por nosotros; pero nos habías hecho para algo que no podíamos ser sin amarte. Por eso, habiendo hablado antiguamente a nuestros padres por los profetas, en distintas

ocasiones y de muchas maneras, en estos últimos días nos has hablado por medio del Hijo, tu Palabra, por quien los cielos han sido hechos, y cuyo aliento produjo sus ejércitos.

Para ti, hablar por medio de tu Hijo no significó otra cosa que poner a meridiana luz, es decir, manifestar abiertamente, cuánto y cómo nos amaste, tú que no perdonaste a tu propio Hijo, sino que lo entregaste por todos nosotros.

El también nos amó y se entregó por nosotros. Tal es la Palabra que tú nos dirigiste, Señor: el Verbo todopoderoso, que, en medio del silencio que mantenían todos los seres —es decir, el abismo del error—, vino desde el trono real como inflexible debelador del error, como dulce propugnador del amor.

Y todo lo que hizo, todo lo que dijo sobre la tierra, hasta los oprobios, los salivazos y las bofetadas, hasta la cruz y el sepulcro, no fue otra cosa que la palabra que tú nos dirigías por medio de tu Hijo, provocando y suscitando, con tu amor, nuestro amor hacia ti.

Sabías, en efecto, Dios creador de las almas, que las almas de los hombres no pueden ser constreñidas a este afecto, sino que conviene estimularlo; porque donde hay coacción, no hay libertad, y donde no hay libertad, tampoco existe justicia. Y tú, Señor, que eres justo, querías salvarnos justamente, tú que a nadie

salvas o condenas sino justamente; tú que defiendes nuestra causa y nuestro derecho, sentado en tu trono para juzgar según justicia, pero según la justicia que tú creaste; con esto se les tapa la boca a todos y el mundo entero queda convicto ante Dios, pues tú te compadeces de quien quieres, y favoreces a quien quieres.

Quisiste, pues, que te amáramos los que no podíamos ser salvados justamente, si no te hubiéramos amado; y no hubiéramos podido amarte sin que este amor procediera de ti. Así pues, Señor, como dice el apóstol de tu amor, y

como ya hemos dicho, Tú nos amaste primero; y te adelantas en el amor a todos los que te aman.