viernes, 22 de noviembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA 

 

Viernes 33 de tiempo ordinario

Año Par

Apocalipsis 10, 8-11



REFLEXIÓN

"Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor."

En Ezequiel 2,7ss encontramos un pasaje similar. También ese profeta muestra en sus escritos el género apocalíptico.

Se puede referir a la voz de la Palabra en todo tiempo, que la asimila y la hace suya como alimento constante y en eso es como la miel, pero sus efectos posteriores son de amargura por la sordera y dureza de corazón de los oyentes, que no se convierten.

Todo aquel que habla en nombre de valores necesarios para la convivencia humana es como un predicador que ha asimilado un mensaje útil al bien común y que se preocupa en cultivarlo. Pero la experiencia muestra que luchar por valores trae amarguras, frustraciones y decepciones porque el egoísmo individualista parece más fuerte.

"Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes."

Qué haríamos si no se mantuviera vigente un liderazgo comprometido con los valores propios del bien común, que arrostrara la reacción adversa del contumaz?

Salmo responsorial: 118



REFLEXIÓN

¡Qué dulce al paladar tu promesa: / más que miel en la boca!

Los maestros de la vida espiritual que nos han precedido dan fe de esta frase del salmo. Se han dedicado de por vida a paladear la Palabra y mostrar su aplicación a las mil circunstancias y peripecias de la existencia.

Sólo en contados momentos nos dejan asomarnos al calvario que significa mantenerse en la brecha confrontando la rebeldía en su auditorio.

Qué irrita tanto al humano sino el cercenar su libertad o lo que asume es su derecho a ser libre?

Por la historia una y otra vez probada contemplamos esa llama ardiente que no se doblega y persiste: libertad.

Sólo que la comprensión de la misma en plenitud debe contar con su Autor, quien la ha creado para una plenitud en comunión con Él.

Lucas 19, 45-48



REFLEXIÓN

En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos"

En consonancia con lo que se ha indicado sobre la distorsión de las fiestas de origen religioso.

Para Jesús es abominable que nosotros hagamos lo contrario de lo que nos envanecemos y gloriamos: construimos un templo que es espacio de oración, pero lo profanamos dedicando el espacio al flujo comercial, con intención de acumular riqueza a costa de la vulnerabilidad del pobre.

Jesús plantea constantemente la postura que combate las mixtificaciones y las adulteraciones. 

Purifica como juicio y fuego lo que se oxida, y corrompe. Para bien.

Somos depredadores también, y volvemos despojos lo que era algo vivo. 

Nuestra oración puede convertirse en acción de bandidos. 

No garantiza por sí sola nuestra conversión. 

Puede ser incongruente e inconsistente en la vida. 

Puede velar la injusticia.

intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Muestra Jesús una profecía, voz de Dios, con un matiz diferente: habla lo que el pueblo siente.  

El pueblo vulnerable, que no tiene posibilidades de defensa, no obstante los cauces institucionales.

Jesús encarna un paradigma de justicia de vulnerables y suscita la odiosidad de la iniquidad del poderoso.

No era el pueblo que lo escuchaba y defendía el que estuvo como turba gritando su muerte. 

Aquello sucedió de noche cuando no se podía defenderlo, cuando era presa fácil. 

Como muchos otros después, que no han sido defendidos por armas, sino por la acogida a las palabras del Espíritu. 

Serán protegidos y defendidos, hasta que otro más poderoso y fuerte los arrebate.

"Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos"".

convertían un negocio legítimo en fuente de abusos(nota de la Biblia de Estudio de las Sociedades Bíblicas)

Jer7.11 Una cueva de ladrones: Con esta imagen poética se condena la falsa seguridad que infundía en el pueblo la presencia material del templo de Jerusalén. Tal como los ladrones, una vez cometidos sus delitos, Se refugian en una caverna y allí se sienten seguros, así también los israelitas se sentían protegidos por el santuario, a pesar de sus crímenes y malas acciones(Nota de allí mismo)

Un pasaje gustado como munición argumentativa por los activistas del cambio social. Y con razón, en parte.

Según algunos aquí se encuentra la posición política de Jesús en su más prístina presentación: Socialismo vs. Capitalismo. No a la reforma, sí a la revolución.

Según eso lo que Jesús pretende en la palabras y hechos que le adjudican los cuatro evangelistas, es demoler un sistema, una estructura de acumulación de riquezas, que oprime al pueblo humilde.

Según otros, se busca depurar el abuso de una actividad legítima porque se ejercía en el exterior del templo y no lo profanaba técnicamente hablando.

Quizás lo nuclear está en las palabras que cita Jesús de Jeremías7,11. Jesús aboga por una experiencia de Dios sincera, sin doblez ni hipocresía. 

Desnuda la pretensión se utilizar la invocación del Dios Padre en provecho propio, opacando su verdadera función.

El templo, el culto, que tienen un lugar prioritario en la promoción de la divinidad en Israel o en cualquier pueblo, se presta a engañar en beneficio de unos manipuladores, y de todo el que esconde en esa sacralidad su corrupción.

Es el peor de los ateísmos el que brota de los teísmos. Son imágenes de dioses que llevan en sí la semilla de la distorsión.

Jesús nos provoca, para no seguir buscando en lo santo excusa para la impunidad de nuestros crímenes.

Y esto se aplica para todo el que en nombre de un valor relevante en la sociedad se conduzca con impunidad. 

De nada sirve cambiar de estructuras si persiste la actitud de impunidad en nombre de los ideales.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1593566124943319040?s=20&t=hJ6blGiEHJWEt_XnSWoc0A

motivaciondehoy


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Viernes 33 de tiempo ordinario

Año Par

Apocalipsis 10, 8-11

Salmo responsorial: 118

Lucas 19, 45-48

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS



 

De la homilía de un autor del siglo II
(Caps 3-4, 5; 7, 1-6: Funk 1, 149-152)
Confesemos a Dios con nuestras obras


Mirad cuán grande ha sido la misericordia del Señor para con nosotros: En

primer lugar, no ha permitido que quienes teníamos la vida sacrificáramos ni

adoráramos a dioses muertos, sino que quiso que, por Cristo, llegáramos al

conocimiento del Padre de la verdad. ¿Qué significa conocerlo a él sino el no

apostatar de aquel por quien lo hemos conocido? El mismo Cristo afirma: Si uno

se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre. Esta será nuestra recompensa si nos ponemos de parte de aquel que nos salvó. ¿Y cómo nos pondremos de su parte? Haciendo lo que nos dice y no

desobedeciendo nunca sus mandamientos; honrándolo no solamente con

nuestros labios, sino también con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente.

Dice, en efecto, Isaías: Este pueblo me glorifica con los labios, mientras su

corazón está lejos de mí.

No nos contentemos, pues, con llamarlo Señor, pues esto solo no nos salvará.

Está escrito, en efecto: No todo el que me dice: «Señor, Señor» se salvará, sino

el que practica la justicia. Por tanto, hermanos, confesémoslo con nuestras

obras, amándonos los unos a los otros. No seamos adúlteros, no nos

calumniemos ni nos envidiemos mutuamente, antes al contrario, seamos castos,

compasivos, buenos; debemos también compadecernos de las desgracias de

nuestros hermanos y no buscar desmesuradamente el dinero. Mediante el

ejercicio de estas obras, confesaremos al Señor; en cambio, no lo confesaremos

si practicamos lo contrario a ellas. No es a los hombres a quienes debemos

temer, sino a Dios. Por eso, a los que se comportan mal les dijo el Señor:

Aunque vosotros estuviereis reunidos conmigo, si no cumpliereis mis

mandamientos, os rechazaré y os diré: «No sé quienes sois. Alejaos de mí,

malvados».

Por esto, hermanos míos, luchemos, pues sabemos que el combate ya ha

comenzado y que muchos son llamados a los combates corruptibles, pero no

todos son coronados, sino que el premio se reserva a quienes se han esforzado

en combatir debidamente. Combatamos nosotros de tal forma que merezcamos

todos ser coronados. Corramos por el camino recto, el combate incorruptible, y

naveguemos y combatamos en él para que podamos ser coronados; y si no

pudiéramos todos ser coronados, procuremos acercarnos lo más posible a la

corona. Recordemos, sin embargo, que si uno lucha en los combates

corruptibles y es sorprendido infringiendo las leyes de la lucha, recibe azotes y

es expulsado fuera del estadio.

¿Qué os parece? ¿Cuál será el castigo de quien infringe las leyes del combate

incorruptible? De los que no guardan el sello, es decir, el compromiso de su

bautismo, dice la Escritura: Su gusano no muere, su fuego no se apaga y serán

el horror de todos los vivientes.