BEATO CARLO
Juan de Fécamp, Confesión teológica(Parte 2, 3-4: Ed. J. Leclercq, 1946, 125-126)Cristo, como buen pastor, intercede por nosotros, miserables
Te doy gracias por la encarnación y el nacimiento de tu Hijo, y por su
gloriosa Madre, mi Señora, por cuyo patrocinio confío ser grandemente
ayudado ante tu misericordia. Te doy gracias por la pasión y cruz de tu Hijo, por
su resurrección, por su ascensión al cielo y porque ahora se sienta con majestad
a tu derecha. Te doy gracias por toda su enseñanza y por sus obras, con cuyo
ejemplo somos educados e informados para llevar una vida santa e
irreprochable.
Te doy gracias por aquella sacratísima efusión de la preciosa sangre de tu
Hijo, por la cual fuimos redimidos, así como por el sacrosanto y vivificante
misterio de su cuerpo y de su sangre, con el que cada día somos, en tu Iglesia
santa, alimentados y santificados, al mismo tiempo que se nos hace partícipes
de la única y suma divinidad.
420Te doy gracias, Señor, Dios nuestro, por tu infinita misericordia, por tu gran
compasión con la que te dignaste venir en ayuda de nosotros, perdidos, por
medio de tu propio Hijo, nuestro Salvador y remunerador, que fue entregado
por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación, y ahora que vive
para siempre sentado a tu derecha, intercede por nosotros, miserables, como
buen pastor y verdadero sacerdote que comparte los sufrimientos con la grey
fiel, que él se adquirió al precio de su sangre. Comparte contigo la compasión
hacia nosotros, pues es Dios, engendrado por ti, coeterno y consustancial a ti en
todo: por eso puede salvarnos para siempre como Dios y como todopoderoso.
El ha sido nombrado por ti juez de vivos y muertos. Por tu parte, tú no
juzgas a nadie, sino que has confiado al Hijo el juicio de todos, en cuyo pecho
están encerrados todos los tesoros del saber y del conocer, a fin de que sea un
testigo y un juez perfectamente justo y verdadero, juez y testigo al que ninguna
conciencia pecadora pueda escapar.
Apenas si el justo se salvará en su tremendo examen: y yo, tan miserable que
he quebrantado prácticamente todos sus preceptos, ¿qué haré o qué responderé
cuando compareciere ante su tribunal? Por eso te ruego, Dios, Padre
clementísimo, por el mismo eterno juez, por el que es víctima de propiciación
por nuestros pecados, concédeme la contrición de corazón y el don de lágrimas,
para llorar incesantemente, día y noche, las heridas de mi alma, mientras
estamos en el tiempo de gracia, mientras es el día de la salvación, para que mi
redomada iniquidad y mis innumerables pecados, que ahora permanecen
ocultos, no aparezcan en el día aquel del tremendo examen en presencia de los
ángeles y los arcángeles, de los profetas y los apóstoles, de los santos y de todos
los justos. Misericordia, Dios mío, misericordia, tú que no te complaces en la
muerte del pecador, sino en que cambie de conducta y viva.
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