miércoles, 5 de febrero de 2025

PALABRA COMENTADA


 

Miércoles 4 de tiempo ordinario

Año Impar

Hebreos 12,4-7.11-15



REFLEXIÓN

ningún castigo es agradable en el momento de recibirlo, sino que duele; pero si uno aprende la lección, obtiene la paz como premio merecido

Sólo en un contexto de amor desinteresado puede el castigo, la reprensión, la censura, la supresión, llegar a ser una lección que aprendida aporte paz.

Para ello los que aplican el castigo deben depurar su móvil buscando un bien común, y los que reciben deben esforzarse en la aceptación humilde de la propia culpa.

Quizá hoy en día el joven se resiste al castigo y se enardece, por presentir que se queda corto el amor desinteresado del que lo aplica.

Y se aferra más a su ego estropeado que a la objetividad del señalamiento de su error.

buscad el camino derecho, para que sane el pie que está cojo y no se tuerza más

Se trata de una responsabilidad compartida: el que dirige debe buscar caminos asequibles y viables; el que sigue, debe caminar por el camino apto para que su dolencia, debilidad o afecto desordenado sane.

Porque el desvío y error es un asunto de previsión y cálculo, en el que entra un discernimiento para elegir lo que más conduce a la realización-salvación.

Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño, contaminando a muchos

Por gracia de Dios se debe entender un acompañamiento tal del Señor que permita tal vigilancia para evitar incurrir en el desvío, y ayude a aprender la lección de manera que no haya rebrote de la mala hierba.

Porque es una responsabilidad para con uno mismo y para con los hermanos, a fin de no echarles a perder.

Salmo responsorial: 102



REFLEXIÓN

Como un padre siente ternura por sus hijos, / siente el Señor ternura por sus fieles; / porque él conoce nuestra masa, / se acuerda de que somos barro

Echamos a perder la imagen de Padre si proyectamos una paternidad paternalista, permisiva, que deja ser para no incomodarse con la corrección.

Marcos 6,1-6



REFLEXIÓN

¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?" Y esto les resultaba escandaloso

Difícil de tragar que éste, igual a nosotros, resulte más sabio que nosotros.

Cantidad de veces procedemos en la misma forma, invalidando una propuesta acertada por la insignificancia del proponente.

Por el contrario se requiere de mucha humildad aceptar una propuesta así y tomarla de referente.

Cuántas veces los que protestan sugieren soluciones que las autoridades desdeñan porque no son especialistas: trabajadores, amas de casa, estudiantes, indígenas.

Es que esas propuestas no sólo son sabias como las de Jesús de Nazaret, sino amenazantes porque piden una conversión a otras actitudes y valores: renunciar a la acumulación de riqueza, compartir con el que tiene menos, darle apoyo al enemigo.

Definitivamente es otro mundo, otra realidad.

El estrato socioeconómico al que Jesús semeja pertenecer no daría las oportunidades para una preparación como la que él mostraba en público.

Los poderes curativos que exhibía no se compadecían con una vida de aldea y una familia que por conocida no hacía suponer nada especial ni extraordinario.

Un cualquiera de santón, en quien se suponen los mismos vicios de los demás.

Como  el film de Passolini en su época.

Un Jesús no idealizado sino vulgarizado.

Jesús era del común.

Pero es una mirada externa, superficial, sin relación personal, íntima o seducida por el ethos de Jesús.

En qué nos puede edificar todo esto a sus seguidores? Quizás en captar que Jesús en su vida ostenta un poder del Espíritu de Dios, derramado con abundancia para beneficio de muchos.

Su decir y hacer es la plastificación de un Padre amoroso y responsable de la plenitud de vida de sus hijos.

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe

La fe es aquella libertad humana que accede abrir al Señor el espacio y la oportunidad para que intervenga en la historia.

Qué de extraño tiene que sus milagros nos parezcan tan escasos hoy en día?

Un Padre necesita del amor de sus hijos para influir en sus vidas y no ser mirado como un extraño o intruso.

Qué hacemos cuando una generación pierde el sentido de Dios como Padre y Jesús como su signo más fehaciente, fidedigno.?

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Miércoles 4 de tiempo ordinario

Año Impar

Hebreos 12,4-7.11-15

Salmo responsorial: 102

Marcos 6,1-6

SAN CARLO DE JESÚS ACUTIS DE ASIS




EN SU MADRE DEL CIELO CONFIÓ SUS AFANES Y DISCERNIMIENTO
 Del sermón de san Metodio de Sicilia, obispo, sobre santa Águeda. 

(Analecta Bollandiana 68, 76-78)
SU BONDAD PROVENÍA DEL MISMO DIOS, FUENTE DE TODO BIEN

Hermanos, como sabéis, la conmemoración anual de esta santa mártir nos reúne en este lugar para celebrar principalmente su glorioso martirio, que pertenece ya al pasado, pero que es también actual, ya que también ahora continúa su victorioso combate por medio de los milagros divinos por los que es coronada de nuevo todos los días y recibe una incomparable gloria. Es una virgen, porque nació del Verbo inmortal (quien también por mi causa gustó de la muerte en su carne) e indiviso Hijo de Dios, como afirma el teólogo Juan: A cuantos le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios. Esta mujer virgen, la que hoy os ha invitado a nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para decirlo con el mismo simbolismo nupcial que emplea el apóstol Pablo. Una virgen que, con la lámpara siempre encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua con la púrpura de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar y meditar continuamente la muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente ante sus ojos. De este modo, su mística vestidura es un testimonio que habla por sí mismo a todas las generaciones futuras, ya que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad. Águeda hizo honor a su nombre, que significa «buena»; ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien. En efecto, ¿cuál es la causa suprema de toda bondad, sino aquel que es el sumo bien? Por esto, difícilmente hallaríamos algo que mereciera, como Águeda, nuestros elogios y alabanzas. Águeda, buena de nombre y por sus hechos; Águeda, cuyo nombre indica de antemano la bondad de sus obras maravillosas, y, cuyas obras corresponden a la bondad de su nombre; Águeda, cuyo solo nombre es un estímulo para que todos acudan a ella, y que nos enseña también con su ejemplo a que todos pongamos el máximo empeño en llegar sin demora al bien verdadero, que es solo Dios.