jueves, 27 de febrero de 2025

PALABRA COMENTADA

JUEVES 7 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar 

Eclesiástico 5,1-10 

No tardes en volverte a él ni des largas de un día para otro; porque su furor brota de repente, y el día de la venganza perecerás. No confíes en riquezas injustas, que no te servirán el día de la ira. 

Un pensamiento aparentemente bueno se ha hecho dominante entre la gente en la actualidad: Dios es Padre, es bueno, es perdón, es compasivo. Pero algo tan bueno puede también esconder una perfidia e hipocresía: la coartada para continuar con mis inequidades y pecados. Sería una espiritualidad egoísta que no toma en serio el misterio del Señor vivo. 

En estos dos a tres años D ha entrado y salido de circunstancias en las que aparentemente y según sus palabras es víctima de sus errores objetivos. Subjetivamente sólo Dios sabe su conciencia de responsabilidad y cuánto hubiera podido decidir en forma diferente para no tener que afrontar la secuelas posteriores. Uno se detiene y duda ante el cúmulo de traumas y heridas que ha tenido que soportar desde muy pequeño y uno tiende a atenuar su culpabilidad real. Pero a veces siento la inquietud de hasta dónde? Y si no tendrá una coartada para la irresponsabilidad. Por eso pido para que en su terapia actual logre reaccionar al cambio o conversión auténtica. 

Salmo responsorial: 1 

Ni se sienta en la reunión de los cínicos 

Quien comparte con el criminal tiene el riesgo de ser ganado para su maldad y no al contrario. Se requiere una misión para acompañarlos y servir al Señor en el logro de su conversión. 

Con L tuve la experiencia del fracaso y del riesgo de envilecimiento, de lo cual aún queda cierta atracción. 

Con D todavía está por verse como cristalizará definitivamente o sustancialmente esa conversión. 

Será como un árbol / plantado al borde de la acequia: / da fruto en su sazón / y no se marchitan sus hojas; / y cuanto emprende tiene buen fin 

Es una imagen que habremos vivenciado por algún tiempo, pero que sin una gracia especial no se puede mantener, porque el maligno nos rodea constantemente, y en lo bueno y positivo intenta y logra introducirse. 

Marcos 9,41-50 

"El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa 

donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. 

Dos extremos: recompensa y castigo permanente, según se sirva o no a los creyentes en el Mesías. Porque lo uno entraña fe y lo otro no. Hoy no aceptamos lo segundo como un lugar de castigo, porque no empata con la imagen de la misericordia de Dios Padre. Pero si no cercenamos la palabra y nos quedamos con lo más conveniente. Creemos que estamos en un nivel en el que no se requiere saber de un castigo y menos con esa imagen mitológica del fuego que no cesa. Pero más allá de la literalidad, no hemos de abrirnos a la comprensión de la desdicha que se nos asoma en la infelicidad que vivenciamos muchas veces? Qué tal cuando no se tiene fe, y ese sentido se ausenta de nuestra existencia.?  

Que no falte entre vosotros la sal, y vivid en paz unos con otros." 

La fe que contempla el gesto solidario como la extensión de la misión del discípulo, restaurando el tejido social falto de equidad.

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JUEVES 7 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar 

Eclesiástico 5,1-10 

Salmo responsorial: 1

Marcos 9,41-50 


SAN CARLO DE JESÚS ACUTIS DE ASIS



De las instrucciones de san Columbano, abad
(Instrucción 1, Sobre la fe, 3-5: Opera, Dublín 1957, pp. 6266)
LA INSONDABLE PROFUNDIDAD DE DIOS

Dios está en todas partes, es inmenso y está cerca de todos, según atestigua de sí mismo: Yo soy —dice— un Dios de cerca, no de lejos. El Dios que buscamos no está lejos de nosotros, ya que está dentro de nosotros, si somos dignos de esta presencia. Habita en nosotros como el alma en el cuerpo, a condición de que seamos miembros sanos de él, de que estemos muertos al pecado. Entonces habita verdaderamente en nosotros aquel que ha dicho: Habitaré y caminaré con ellos. Si somos dignos de que él esté en nosotros, entonces somos realmente vivificados por él, como miembros vivos suyos: Pues en él —como dice el Apóstol— vivimos, nos movemos y existimos.
¿Quién, me pregunto, será capaz de penetrar en el conocimiento del Altísimo, si tenemos en cuenta lo inefable e incomprensible de su ser? ¿Quién podrá investigar las profundidades de Dios? ¿Quién podrá gloriarse de conocer al Dios infinito que todo lo llena y todo lo rodea, que todo lo penetra y todo lo supera, que todo lo abarca y todo lo trasciende? A Dios nadie lo ha visto jamás tal cual es. Nadie, pues, tenga la presunción de preguntarse sobre lo indescifrable de Dios, qué fue, cómo fue, quién fue. Éstas son cosas inefables, inescrutables, impenetrables; limítate a creer con sencillez, pero con firmeza, que Dios es y ser tal cual fue, porque es inmutable.
¿Quién es, por tanto, Dios? El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son un solo Dios. No indagues más acerca de Dios; porque los que quieren saber las profundidades insondables deben antes considerar las cosas de la naturaleza. En efecto, el conocimiento de la Trinidad divina se compara, con razón, a la profundidad del mar, según aquella expresión del Eclesiastés: Lo que existe es remoto y muy oscuro, ¿quién lo averiguará? Porque, del mismo modo que la profundidad del mar es impenetrable a nuestros ojos, así también la divinidad de la Trinidad escapa a nuestra comprensión. Y, por esto, insisto, si alguno se empeña en saber lo que debe creer, no piense que lo entenderá mejor disertando que creyendo; al contrario, al ser buscado, el conocimiento de la divinidad se alejarán más aún que antes de aquel que pretenda conseguirlo.
Busca, pues, el conocimiento supremo, no con disquisiciones verbales, sino con la perfección de una buena conducta; no con palabras, sino con la fe que procede de un corazón sencillo y que no es fruto de una argumentación basada en una sabiduría irreverente. Por tanto, si buscas mediante el discurso racional al que es inefable, te quedarás muy lejos, más de lo que estabas; pero, si lo buscas mediante la fe, la sabiduría estará a la puerta, que es donde tiene su morada, y allí será contemplada, en parte por lo menos. Y también podemos realmente alcanzarla un poco cuando creemos en aquel que es invisible, sin comprenderlo; porque Dios ha de ser creído tal cual es, invisible, aunque el corazón puro pueda, en parte, contemplarlo.