lunes, 8 de agosto de 2022

EJERCICIOS ESPIRITUALES


 

[11] 11ª La undécima: al que toma exercicios en la 1ª semana, aprovecha que no sepa cosa alguna de lo que ha de hacer en la 2ª semana; mas que ansí trabaje en la 1ª para alcanzar la cosa que busca, como si en la 2ª ninguna buena sperase hallar.

REFLEXIÓN

[11] Enfocarse en lo que se busca para evitar distracciones pasa por una regla general en todo quehacer humano a fin de educar la atención y la concentración para garantizar mejores resultados en los ejercicios intelectuales. Pero no estamos exclusivamente en un asunto de facultades intelectuales, aunque todo pasa por esa mediación de la conciencia. Hoy estamos más informados sobre la actividad psíquica del inconsciente y cómo procesa el pensamiento resultante en la conciencia, y por lo tanto cierto tipo de distracciones, ansiedades, curiosidades deben ser dialogadas con el acompañante por las posibles pistas que puedan estar aportando en la dimensión espiritual.

[12] 12ª La duodécima: el que da los exercicios, al que los rescibe ha de advertir mucho, que como en cada uno de los cinco exercicios o contemplaciones, que se harán cada día, ha de estar por una hora, así procure siempre que el ánimo quede harto en pensar que a estado una entera hora en el exercicio, y antes más que menos. Porque el enemigo no poco suele procurar de hacer acortar la hora de la tal contemplación, meditación o oración.

REFLEXIÓN

[12] En el desarrollo de la oración o ejercicios o contemplación se hace un como laboratorio de conocimiento de espíritus, que será materia propia del examen de la oración. La medida de tiempo es un modo de definirse en la entrega de lo que se busca, porque unas veces será fácil o llevadero el tiempo, pero otra costará llegar a completar la hora, y habrá que entablar la lucha consigo mism@ para no sólo cumplir sino hasta ir más allá como un vencimiento de la dificultad. En estas resistencias puede encontrarse encapsulado un bien, un mensaje, una iluminación, una gracia especial que sólo con generosidad se abrirá para ser compartida.

[13] 13ª La terdécima: asimismo es de advertir, que como en el tiempo de la consolación es fácil y leve estar en la contemplación la hora entera, assí en el tiempo de la dessolación es muy difícil complirla; por tanto, la persona que se exercita, por hacer contra la desolación y vencer las tentaciones, debe siempre estar alguna cosa más de la hora complida; porque no sólo se avece a resistir al adversario, mas aún a derrocalle.

REFLEXIÓN

[13] Un principio de ascesis que recorrerá todos los ejercicios y se proyectará en la vida corriente: derrocar la adversidad, el obstáculo, el impedimento, cualquier síntoma de empantanamiento, desmovilización, apatía o pasividad. En la oración, como si fuera un laboratorio, se fortalecerá una evidencia: el que no se usa la oración sólo cuando estamos de buenas sino siempre, estemos o no de buenas, como una forma de experimentar nuestra lealtad al diálogo con el Señor. O también como una forma de apreciar nuestra debilidad y necesidad de ayuda, aún en los malos momentos. Para quien aprende de todas las circunstancias de la vida, inclusive las espirituales, sentir dificultad y desgano es un tema de oración honesta frente a Dios.

BEATO CARLO



 De varios escritos de la Historia de la Orden de los Predicadores
(Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; Acta canonizationis sancti Dominici: Monumenta Ordinis Praedicatorum historica 16, Roma 1935, pp. 30ss. 146-147)

 

HABLABA CON DIOS O DE DIOS

 La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor de su espíritu tan grande, que todos veían en él un instrumento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu. En todas partes, se mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De día, con sus hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De noche, nadie más constante que él en vigilias y oraciones de todo género. Raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus hermanos.

 Con frecuencia pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad, que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres, consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo, del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona por nuestra salvación. Con este fin instituyó la Orden de Predicadores, realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde hacia ya tiempo.

 Con frecuencia exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de memoria.

 Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su vida conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado, despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno: «Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles.»