sábado, 13 de agosto de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Sábado 19 de tiempo ordinario

Año Par

Ezequiel 18, 1-10. 13b. 30-32



REFLEXIÓN

Sabedlo: todas las vidas son mías; lo mismo que la vida del padre, es mía la vida del hijo; el que peca es el que morirá

La Palabra nos ayuda a entender y tomar en serio la unicidad de la única vida personal y su correspondiente responsabilidad.

Los conocimientos científicos actuales plantean la complejidad del ejercicio de la libre autodeterminación, ya que somos conexiones de una extensa red humana.

Y así nos preceden y suceden eventos, decisiones y circunstancias, que escapan a nuestro control absoluto.

Contra esta realidad compleja que ubica y aun determina la decisión libre personal, la Palabra nos alienta a ejercer nuestra responsabilidad, porque no somos marionetas de un destino ciego.

Hoy es más popular la fórmula de supervivencia de la muerte en la figura de la re-encarnación.

Pero fuera de la cultura en la que nació este concepto, su adopción por occidentales más parece evasión de la responsabilidad personal que preocupación por la otra vida.

La responsabilidad del mal actuar es propia, y no delegable.

que no roba, sino que da su pan al hambriento y viste al desnudo

Porque no es suficiente con no robar, expresión negativa del respeto a la propiedad del prójimo, sino que hay que perfeccionarse con el compartir de los propios bienes.

No se santifica la propiedad exclusiva para mí y los míos, sino que se establece una responsabilidad para toda propiedad: su dimensión solidaria.

Un perfil del justo y las consecuencias de su conducta.

os juzgaré a cada uno según su proceder

Aunque estemos en desventaja por nuestra genética y circunstancias determinantes fuera de nuestro control

Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no caeréis en pecado

Porque el PECADO con mayúscula se concentra en el empecinamiento de la desviación, no en el error y la debilidad, contra las que persiste la lucha.

El pecado es como un estado endurecido, donde no hay lugar para el arrepentimiento y se dificulta la conversión

estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo

Lo que no debemos perder es la juventud del corazón que espera la salvación definitiva.

Salmo responsorial: 50



REFLEXIÓN

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, / renuévame por dentro con espíritu firme

Dicho en otra forma: no te canses de crear; recrea sin cansarte nuestro corazón hasta que sea puro.

Que tu energía se renueve en nosotros sin agotamiento, para mantener la firmeza del rumbo.

Mateo 19,13-15



REFLEXIÓN

"Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los cielos".

No se trata de una niñez involutiva, ni de un infantilismo sicológico. Se trata de una semejanza.

En qué se centra la semejanza de los niños en este texto? En el acercarse a Jesús de Nazareth sin precondiciones, con vulnerabilidad, dispuestos a dejarse amar.

Qué difícil es dejarnos amar como nos quieren amar. Más bien actuamos en plan de un contrato: postulando requisitos y condiciones, insertando cláusulas para rescindir. Un amar como transacción.

Un escándalo mayúsculo recorre la Iglesia Católica en estos tiempos, aunque no es privativo de ella: la pedofilia y pederastia de algunos ministros suyos.

A nivel evangélico este escándalo hace escarnio de las palabras de Jesús sobre la semejanza de los niños.

Esta acción vil del pederasta representa la traición de la vulnerabilidad, que se le entregó en la confianza de un niño.

Pero el escándalo cunde si caemos en cuenta de todas las vulnerabilidades traicionadas y  contaminadas en quienes alguna vez se confiaron a una persona que representaba un valor de guía, comprensión, asistencia, orientación.

En este conjunto entrarían además de los sacerdotes, los educadores, los padres y madres, las amistades. En fin todo el que se aprovecha de su ascendiente moral. Se podría asumir que los niños cumplen la bienaventuranza de los limpios de corazón, porque en ellos aún no se formado el cálculo que distorsiona la buena voluntad en el adulto.

Esa pureza es la actitud de aceptación del Misterio y la tensión de conocer al Señor, sin paralizarse por una lógica que no tiene que ver con la Trascendencia.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1558429709737795588?s=20&t=B7fnh-1CCfJmCk5BNoT6xw

BEATO CARLO


 Del Sermón de san Paciano, obispo, Sobre el bautismo

(Núms. 6-7: PL 13, 1093-1094)

 

¿QUE DIOS HAY COMO TÚ, QUE PERDONAS EL PECADO.?

 Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seamos también imagen del hombre celestial; porque el primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del cielo. Obrando así, amadísimos, ya no moriremos más. Porque, aunque este nuestro cuerpo se deshaga, viviremos en Cristo, como afirma él mismo: Quien a mí se una con viva fe, aunque muera, vivirá.

 Tenemos la certeza, basada en el testimonio del Señor, de que Abraham, Isaac y Jacob y todos los santos de Dios están vivos, ya que, refiriéndose a ellos, dice el Señor: No es, pues, Dios de muertos, sino de vivos; en efecto, para él todos están vivos. Y el Apóstol dice de sí mismo: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; ansío partir para estar con Cristo. Y también: Mientras vivimos estamos desterrados lejos del Señor; caminamos sin verlo, guiados por la fe. Tal es nuestra fe, hermanos muy amados. Por lo demás, si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desdichados. La vida puramente natural, como vosotros mismos podéis comprobar, nos es común, aunque no igual en duración, con la de los animales, bestias y aves. Pero lo específico del hombre, lo que nos ha dado Cristo por el Espíritu, es la vida eterna, a condición de que ya no pequemos más. Pues así como la muerte viene por el pecado, así también nos libramos de ella por la práctica de la virtud; la vida, por tanto, se pierde con las malas acciones, se conserva con una vida virtuosa. El sueldo del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en unión con Cristo Jesús, Señor nuestro.

 Él es, ciertamente, quien nos ha redimido, perdonándonos por pura gracia todos nuestros pecados -como dice el Apóstol- y borrando la nota desfavorable de nuestra deuda escrita sobre el rollo de los preceptos; él la arrancó de en medio y la clavó en la cruz. Con esto Dios despojó a los principados y potestades, y los expuso a la vista de todos, incorporándolos al cortejo triunfal de Cristo. Él liberta a los cautivos y rompe nuestras cadenas, como había predicho el salmista: El Señor hace justicia a los oprimidos, el Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego. Y también: Rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza. Esta liberación tuvo lugar cuando, por el sacramento del bautismo, nos reunimos bajo el estandarte del Señor, quedando así liberados por la sangre y el nombre de Cristo.

 Así pues, amadísimos hermanos, de una vez para siempre somos purificados, somos libertados, somos recibidos en el reino inmortal; de una vez para siempre, dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado. Mantened con firmeza lo que habéis recibido, conservadlo con alegría, no pequéis más. Conservaos así puros e inmaculados para el día del Señor.