domingo, 12 de enero de 2025

PALABRA COMENTADA


 Domingo Bautismo del Señor

Isaías 42, 1-4. 6-7



REFLEXIÓN

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

La Palabra nos llega por medio de los seguidores de Isaías, que predicaron a los cautivos israelitas en Babilonia hacia el siglo VI a.C.

La postración y desolación de este asentamiento, arrancado de sus raíces, motivó a una Palabra de Dios de consuelo y ánimo.

La esperanza que comunica es la promesa de una elección: se trata de un siervo, servidor o esclavo, figuración de un individuo o un grupo, cuyo perfil se detalla como pacífico, hacedor de justicia, firme pero compasivo, capaz de traer alivio a los más vulnerables: ciegos, encarcelados.

Los cristianos de las primeras comunidades apropiaron para Jesús de Nazareth, ya muerto y resucitado, el título de Siervo de Yavé porque su vida, enseñanza y muerte ponía en efecto lo vaticinado.

Cuando los cristianos hicieron esto no sólo era una forma de profundizar en la identidad de su maestro, sino también de actualizar en sus vidas de cada día el seguimiento y la fe.

A su ejemplo nosotros podemos inspirarnos para continuar en nuestro cuadrante de espacio y tiempo esa misión que sostiene el Señor.

Salmo responsorial: 28



REFLEXIÓN

La voz del Señor sobre las aguas,

el Señor sobre las aguas torrenciales

El Señor se sienta por encima del aguacero

El agua es un elemento vital. Somos el planeta azul, de agua. Somos humedad ambulante con nuestros cuerpos formados por el mayor porcentaje de agua.

El agua también es un elemento mortal. Fuera de cauce, en los diluvios, excesiva en nuestro cuerpo, puede amenazar nuestra vida.

Como criatura de Dios es bendita, pero como calentamiento global o hidropesía, en parte por nuestra responsabilidad, puede ser maldición.

Nuestra esperanza es que domine su beneficio y su autor nos mantenga la bendición sobre la maldición.

Hechos de los apóstoles 10, 34-38



REFLEXIÓN

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él."

Juan Bautista encabezaba un movimiento cuya acción principal era bañarse como signo de lavarse de los pecados, con la aspiración de pasar a formar el grupo que celebraría la venida definitiva de Dios.

Se piensa que esta iniciativa la había tomado de comunidades retiradas de Jerusalén, a orillas del Mar Muerto, que formaban parte de un estilo de vida Esenio. En estas comunidades los baños de purificación eran comunes.

También Jesús según el evangelio de Juan, participó del movimiento de Juan Bautista y hasta bautizaba.

O sea que las primeras comunidades cristianas tenían motivos suficientes para incorporar el baño de perdón y purificación a su fe en Jesús de Nazaret, ya muerto y resucitado.

Lucas 3, 15-16. 21-22



REFLEXIÓN

y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías

Para nuestro gusto histórico actual resulta promitente pensar que Jesús también, dentro del movimiento de Juan Bautista, su pariente, se preguntaría si era el mesías.

Pero este mismo evangelista es uno de los que incorpora los evangelios de la infancia, como dando a entender que la identidad mesiánica de Jesús ya le era conocida por tradición familiar, de parte de sus padres.

En todo caso podría ser que Jesús aguardara una señal para iniciar la misión de su Padre Dios de salvación del pueblo.

Jesús también se bautizó.

Entretanto Jesús aguardaba la señal, se mantenía en las actividades apropiadas y se formaba. Aprendía y discernía, para estar preparado.

mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espiritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto."

Jesús es confirmado. Su Espíritu es el del Señor. La teofanía intenta expresar algo inenarrable en forma escueta y sencilla. Jesús de su oración y de las aguas como recién nacido al Espíritu, emerge como el preferido Siervo de Yavé profetizado.

Los cristianos lectores de Lucas, se motivaban al escuchar de su maestro, sobre el sentido de su propio bautismo cristiano. Todos como Jesús se sentían hijos predilectos ahora en una recién estrenada vida del Espíritu.

Para ellos el agua ganaba en sentido bendito, con capacidades de regeneración, más allá de la muerte que podía infligir.

Como la muerte de su maestro Jesús, cuya muerte no pudo contener la vida definitiva que se adueñó de él para siempre.

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Domingo Bautismo del Señor

Isaías 42, 1-4. 6-7

Salmo responsorial: 28

Hechos de los apóstoles 10, 34-38

Lucas 3, 15-16. 21-22

DOCTORES DE LA IGLESIA


 

EL AGUA Y EL BAÑO RECREACIONAL COMO ACTIVIDADES DE ALABANZA AL SEÑOR POR SU CREACIÓN PARA NUESTRO BENEFICIO Y RESPONSABILIDAD

De las Disertaciones de san Gregorio de Nacianzo, obispo
(Disertación 39, En las santas Luminarias, 14-16. 20: PG 36, 350-351. 354. 358-359)

EL BAUTISMO DE CRISTO

Cristo es hoy iluminado, dejemos que esta luz divina nos penetre también a nosotros; Cristo es bautizado, bajemos con él al agua, para luego subir también con él.
Juan está bautizando, y Jesús acude a él; posiblemente para santificar al mismo que lo bautiza; con toda seguridad para sepultar en el agua a todo el viejo Adán; antes de nosotros y por nosotros, el que era espíritu y carne santifica el Jordán, para así iniciarnos por el Espíritu y el agua en los sagrados misterios.
El Bautista se resiste, Jesús insiste. Soy yo quien debo ser bautizado por ti, le dice la lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el más grande entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda creatura, el que había saltado de gozo ya en el seno materno al que había sido adorado también en el seno de su madre, el que lo había precedido y lo precederá al que se había manifestado y se manifestará. Soy yo quien debo ser bautizado por ti; podía haber añadido: «Y por causa de ti.» Él, en efecto, sabía con certeza que recibiría más tarde el bautismo del martirio y que, como a Pedro, le serían lavados no sólo los pies, sino todo su cuerpo.
Pero, además, Jesús sube del agua; lo cual nos recuerda que hizo subir al mundo con él hacia lo alto, porque en aquel momento ve también cómo el cielo se rasga y se abre, aquel cielo que Adán había cerrado para sí y para su posteridad, como había hecho que se le cerrase la entrada al paraíso con una espada de fuego.
El Espíritu atestigua la divinidad de Cristo, acudiendo a él como a su igual; y una voz bajó del cielo, ya que del cielo procedía aquel de quien testificaba esta voz; y el Espíritu se apareció en forma corporal de una paloma, para honrar así el cuerpo de Cristo, que es también divino por su excepcional unión con Dios. Muchos siglos atrás fue asimismo una paloma la que anunció el fin del diluvio.
Honremos hoy, pues, el bautismo de Cristo y celebremos como es debido esta festividad.
Procurad una limpieza de espíritu siempre en aumento. Nada agrada tanto a Dios como la conversión y salvación del hombre, ya que para él tienen lugar todas estas palabras y misterios; sed como lumbreras en medio del mundo, como una fuerza vital para los demás hombres; si así lo hacéis, llegaréis a ser luces perfectas en la presencia de aquella gran luz, impregnados de sus resplandores celestiales, iluminados de un modo más claro y puro por la Trinidad, de la cual habéis recibido ahora, con menos plenitud, un único rayo proveniente de la única Divinidad, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

REFLEXIÓN

Juan Bautista logra ver entre los bautizandos Alguien que sobresale y ante quien sería mejor ceder el puesto. Jesús, no ungido aún, se enfrenta al primer desacuerdo con su docilidad al designio, y por medio de una voz autorizada, respetada, consolidada por la aceptación de su ministerio en el Jordan. Y Jesús, desde su misión insiste, y Juan desde la suya escucha, no obstante su sentido de indignidad. Modos de lidiar con situaciones del Espíritu, en donde oponemos  argumentos que parecerían favorecer la causa del reino, pero con el riesgo de desvirtuar el envío del Padre.