viernes, 1 de agosto de 2025

PALABRA COMENTADA


 Viernes 17 de tiempo ordinario 

Año Impar 

Levítico 23,1.4-11.15-16.27.34b-37 



REFLEXIÓN 

Éstas son las festividades del Señor en las que os reuniréis en asamblea litúrgica, y ofreceréis al Señor oblaciones, holocaustos y ofrendas, sacrificios de comunión y libaciones, según corresponde a cada día 

En este libro de la Palabra encontramos tradiciones posteriores al Éxodo y el caminar por el desierto. 

Más bien pueden reflejar una situación diversa como sería la estancia en el exilio después de la caída de Jerusalén a manos de los neobabilonios hacia el siglo VI a.C. 

No cuentan en este momento con un templo que ha sido destruído, y no hay ofrendas de sangre y animales sino ofrendas de paz. 

Una evolución del sacrificio en el pueblo de Dios, forzado por las circunstancias, que lo ubica en otro nivel de relación con el Señor. 

Salmo responsorial: 80 



REFLEXIÓN 

No tendrás un dios extraño, / no adorarás un dios extranjero; / yo soy el Señor, Dios tuyo, / que te saqué del país de Egipto 

La fiesta es una ocasión de recordarse el mandamiento esencial: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas. 

Mateo 13,54-58 



REFLEXIÓN 

"¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? 

El entorno común y sencillo de Jesús ocultaba la fuente de su calidad de Palabra. Era relativizable como cualquier palabra humana. Ausencia de prepotencia que se ponía a cuenta de su debilidad.  

Como a lo largo de toda la Promesa y Alianza en las Escrituras, la debilidad se mostraba como el signo de la gloria del Señor. 

¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas? 

Jesús fue un humano entre los humanos, y las fuentes no esconden su entorno común, pero admirable y contrastante. Entonces ¿por qué en los siguientes siglos se fue dando la tendencia a encumbrarlo y divinizarlo a la manera de los dioses paganos? Fue el costo de evangelizar en la cultura helena? 

Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta 

El coterráneo cree conocer todo por conocer las circunstancias de tiempo y lugar de una persona. 

Es muy común desconocer o resistirse a aceptar que los que fueron una vez vecinos y conocidos han crecido y se han transformado para bien. 

Un género de envidia y maledicencia del que no se escapó Jesús. 

Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe 

Cuando la fe es don de lo alto no menosprecia las realidades más humildes por las que puede llegar la comunicación del Señor y su designio. 

El enfoque inclusivo de nuestro tiempo manifiesta algo de esta mirada que le debemos a todas las realidades humildes, porque se trata de acoger minorías y ver el mundo desde su perspectiva disminuída por la dominancia: Mujeres, indígenas, homosexuales, discapacitados, empobrecidos, inermes.  

Todos los excluídos de la mesa de festín de los dominantes 

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 Viernes 17 de tiempo ordinario 

Año Impar 

Levítico 23,1.4-11.15-16.27.34b-37  

Se trata del calendario de las fiestas del Señor. El espacio sagrado cede su turno al tiempo sagrado. El sábado es separado como día (el séptimo) de descanso para memorializar al Señor. Y siete fechas a lo largo del año son reservadas al Señor, anunciadas en su momento por el Sacerdote: Paso del Señor, Liberación del Señor, Gracias o Azimos, Semanas, Recuerdo, Reconciliación,Tabernáculos 

Salmo responsorial: 80  

El objetivo del gozo es la liberación para adorar con alegría el único Dios : agradecimiento y adoración. 

Mateo 13,54-58  

La falta de fe de los que creen conocerlo y por lo tanto minusvalorarlo es la razón de la poca fuerza de la Palabra entre los de Nazaret. La cercanía de los parientes de carne y sangre minimiza y relativiza el mensaje en la palabra de la persona de Jesús. Una suerte que recuerda a los anteriores profetas, ridiculizados por sus congéneres. El otro extremo, la distancia divinizada de Jesús, que lo hace inasequible y elitista, será algo por venir en otro contexto que deberán afrontar los discípulos posteriormente 

DOCTORES DE LA IGLESIA


 

De las obras de San Alfonso María de Ligorio, obispo.
(Tratado sobre la práctica del amor a Jesucristo, edición latina, Roma 1909, pp. 9-14)

EL AMOR A CRISTO

Toda la santidad y la perfección del alma consiste en el amor a Jesucristo, nuestro Dios, nuestro sumo bien y nuestro redentor. La caridad es la que da unidad y consistencia a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto.

¿Por ventura Dios no merece todo nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la eternidad. «Considera, oh hombre —así nos habla—, que yo he sido el primero en amarte. Aún no habías nacido, ni siquiera existía el mundo, y yo ya te amaba. Desde que existo, yo te amo.»

Dios, sabiendo que al hombre se lo gana con beneficios, quiso llenarlo de dones para que se sintiera obligado a amarlo: «Quiero atraer a los hombres a mi amor con los mismos lazos con que habitualmente se dejan seducir: con los vínculos del amor.» Y éste es el motivo de todos los dones que concedió al hombre. Además de haber dado un alma dotada, a imagen suya, de memoria, entendimiento y voluntad, y un cuerpo con sus sentidos, no contento con esto, creó, en beneficio suyo, el cielo y la tierra y tanta abundancia de cosas, y todo ello por amor al hombre, para que todas aquellas creaturas estuvieran al servicio del hombre, y así el hombre lo amara a él en atención a tantos beneficios.

Y no sólo quiso darnos aquellas creaturas, con toda su hermosura, sino que además, con el objeto de conquistarse nuestro amor, llegó al extremo de darse a sí mismo por entero a nosotros. El Padre eterno llegó a darnos a su Hijo único. Viendo que todos nosotros estábamos muertos por el pecado y privados de su gracia, ¿que es lo que hizo? Llevado por su amor inmenso, mejor aún, excesivo, como dice el Apóstol, nos envió a su Hijo amado para satisfacer por nuestros pecados y para restituirnos a la vida, que habíamos perdido por el pecado.

Dándonos al Hijo, al que no perdonó, para perdonarnos a nosotros, nos dio con él todo bien: la gracia, la caridad y el paraíso, ya que todas estas cosas son ciertamente menos que el Hijo: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él todo lo demás?