miércoles, 22 de enero de 2025

PALABRA COMENTADA


 

Miércoles 2 de tiempo ordinario

Año Impar

Hebreos 7,1-3.15-17



REFLEXIÓN

En virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

Las semejanzas o analogías ayudan la interpretación de la Palabra de Dios.

Son señales, atisbos, correlaciones que complementan, expanden, iluminan, aplican la palabra en el conjunto de la vida corriente.

Pero igual plantean límites de acceso que exigen apertura a los aspectos del mensaje que no se pueden eventualmente descifrar.

 sino en fuerza de una vida imperecedera

La vida y no el título era lo importante en el símbolo de Melquisedec, rey de justicia y de paz.

De dónde vino y dónde fue palidece en importancia frente a lo que encarna y vive.

Así es la calidad de ministerio que inaugura y consuma para sus creyentes Jesús de Nazaret.

Por eso no encaja en nada instituído ni oficial, sin negar ni destruir su existencia, sino otorgando un nuevo espíritu, una nueva perspectiva.

Nosotros vivimos un tiempo de agonía, desmantelando instituciones y cuestionando tradiciones.

Realmente la protesta por lograr la novedad no se cumple con nuevas normas, instituciones o sistemas sino con un espíritu nuevo. Mientras no cristalice seguiremos dando tumbos y tropezando.

Un espíritu nuevo, la renovación del Espíritu es un don del mismo Espíritu y urge prepararse para recibirlo, y cada uno sabe que hay que nacer de nuevo, convertirse.

Salmo responsorial: 109



REFLEXIÓN

haré de tus enemigos / estrado de tus pies

Por ser rey de paz, Melquisedec también prefigura una modalidad de lucha y combate: el perdón. El perdón hace la paz.

Nuestra tendencia a la minusvaloración de otros, bebida en la infancia, y ejercida, como un torrente que arrastra con ímpetu los buenos deseos y la buena fe, sólo puede ser remontada por una cultura de paz, en base al perdón.

el poder de tu cetro: / somete en la batalla a tus enemigos

No se entiende igual, si el poder y sometimientos es en base al perdón y la reconstrucción pacífica de la red social.

"Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, / entre esplendores sagrados; / yo mismo te engendré, como rocío, / antes de la aurora."

Este versículo es de gran belleza literaria y plástica. Está al servicio del mensaje.

Y nosotros solemos quedarnos con el medio para hacerlo fin: la belleza en sí, sin importar a que fin sirva.

 "Tú eres sacerdote eterno, / según el rito de Melquisedec."

Jesús, y nosotros con él, pertenecemos a ese rito en la medida que lo vivamos en una vida que se gasta en justicia y paz.

Marcos 3,1-6



REFLEXIÓN

Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo.

La transgresión material del sábado por parte de Jesús es lo que obsesiona a sus adversarios. La escala de valores y sus prioridades no son las mismas para Jesús y sus enemigos. Es comprensible que en un sistema teocrático, con un templo magnífico como insignia de santidad y progreso material, ubique la tradición del sábado, transmitida durante cientos de años, como una piedra miliar.

La dedicación de este tiempo al Señor invisible preservó a Israel en el exilio. Es como si a los cristianos nos ofendieran en el rito sacramental del bautismo o la eucaristía.

Pero cuando estos medios se hacen fines y se olvida para quién y para qué están destinados, se trastocan los valores.

Jesús de Nazaret significa el rescate del ser humano desde su pobreza, en toda su riqueza semántica, para ponerlo como fin de los desvelos salvíficos del reino del Padre.

Jesús es el mediador en su carne de esta reestructuración.

"Levántate y ponte ahí en medio"

Jesús muestra así que el ser humano, pobre y pecador en cuanto la justificación, es el centro del Designio.

¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?

Una pregunta crucial que ataca la yugular de la hipocresía religiosa y moral. En muchas formas se repite en la historia inquietando el conformismo del establishment.

Solo que los inquietos de un momento son establishment más adelante y se endurecen, nos endurecemos, en nuestros supuestos logros.

Es un círculo fatídico de derrota para la humanidad? Más bien es la falla de la autocrítica: el reconocimiento oportuno que el espíritu se va convirtiendo en ley, el sábado va impidiendo curar al necesitado.

Es una cuestión fundamental. Es la base de la ética. Qué es lo permitido en un contexto de prohibición. La cultura judía contemporánea a Jesús hace del sábado-tiempo y lugar, un tabú. Jesús deshace el tabú.

Y corre el acento a lado humano en su vida y calidad de vida.

Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación

Es la subjetivación de Jesús frente al endurecimiento.

los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él

El establishemt fariseo y el herodiano se odiaban entre sí y se descalificaban. Pero a la hora de un enemigo común se alían. Nada nuevo.

Desde temprano la seguridad de Jesús estuvo en riesgo. Su mensaje concitaba fuerzas que aunque enemigas entre sí, se aliaban para derrotar un enemigo mayor de su establecimiento.

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Miércoles 2 de tiempo ordinario

Año Impar

Hebreos 7,1-3.15-17

Salmo responsorial: 109

Marcos 3,1-6

DOCTORES DE LA IGLESIA




 De los sermones de san Agustín, obispo

(Sermón 276,1-2: PL 38,1256)
VICENTE VENCIÓ EN AQUEL POR QUIEN HABÍA SIDO VENCIDO EL MUNDO

A vosotros se os ha concedido la gracia —dice el Apóstol— de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él. Una y otra gracia había recibido el diácono Vicente, las había recibido y, por esto, las tenía. Si no las hubiese recibido, ¿cómo hubiera podido tenerlas? En sus palabras tenía la fe, en sus sufrimientos la paciencia. Nadie confíe en sí mismo al hablar; nadie confíe en sus propias fuerzas al sufrir la prueba, ya que, si hablamos con rectitud y prudencia, nuestra sabiduría proviene de Dios y, si sufrimos los males con fortaleza, nuestra paciencia es también don suyo. Recordad qué advertencias da a los suyos Cristo, el Señor, en el Evangelio; recordad que el Rey de los mártires es quien equipa a sus huestes con las armas espirituales, quien les enseña el modo de luchar, quien les suministra su ayuda, quien les promete el remedio, quien, habiendo dicho a sus discípulos: En el mundo tendréis luchas, añade inmediatamente, para consolarlos y ayudarlos a vencer el temor: Pero tened valor: yo he vencido al mundo. ¿Por qué admirarnos, pues, amadísimos hermanos, de que Vicente venciera en aquel por quien había sido vencido el mundo? En el mundo —dice— tendréis luchas; se lo dice para que estas luchas no los abrumen, para que en el combate no sean vencidos. De dos maneras ataca el mundo a los soldados de Cristo: los halaga para seducirlos, los atemoriza para doblegarlos. No dejemos que nos domine el propio placer, no dejemos que nos atemorice la ajena crueldad, y habremos vencido al mundoEn uno y otro ataque sale al encuentro Cristo, para que el cristiano no sea vencido. La constancia en el sufrimiento que contemplamos en el martirio que hoy conmemoramos es humanamente incomprensible, pero la vemos como algo natural si en este martirio reconocemos el poder divino. Era tan grande la crueldad que se ejercitaba en el cuerpo del mártir y tan grande la tranquilidad con que él hablaba, era tan grande la dureza con que eran tratados sus miembros y tan grande la seguridad con que sonaban sus palabras, que parecía como si el Vicente que hablaba no fuera el mismo que sufría el tormento. Es que, en realidad, hermanos, así era: era otro el que hablaba. Así lo había prometido Cristo a sus testigos, en el Evangelio, al prepararlos para semejante lucha. Había dicho, en efecto: No os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis. No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Era, pues, el cuerpo de Vicente el que sufría, pero era el Espíritu quien hablaba, y, por estas palabras del Espíritu, no sólo era redargüida la impiedad, sino también confortada la debilidad.

De los sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 274, sobre el martirio de san Vicente: PL 38, 1252.1253)
VICENTE, POR SU FE, FUE VENCEDOR EN TODO

Hemos contemplado un gran espectáculo con los ojos de la fe al mártir san Vicente, vencedor en todo. Venció en las palabras y venció en los tormentos, venció en la confesión y venció en la tribulación, venció abrasado por el fuego y venció al ser arrojado a las olas, venció, finalmente, al ser atormentado y venció al morir por la fe. Cuando su carne, en la cual estaba el trofeo de Cristo vencedor, era arrojada desde la nave al mar, Vicente decía calladamente: «Nos derriban, pero no nos rematan.» ¿Quién dio esta paciencia a su soldado, sino aquel que antes derramó la propia sangre por él? A quien se dice en el salmo: Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. Un gran combate comporta una gran gloria, no humana ni temporal, sino divina y eterna. Lucha la fe, y cuando lucha la fe nada se consigue con la victoria sobre la carne. Porque, aunque sea desgarrado y despedazado, ¿cómo puede perecer el que ha sido redimido por la sangre de Cristo?