martes, 4 de junio de 2024

San Carlo Acutis



Miércoles, IX semana 

San Gregorio Magno Tratados morales sobre Job 23,23-24 

Escucha mis palabras, Job, presta oído a mi discurso. Esta es la característica propia de la manera de enseñar de los arrogantes, que no saben inculcar sus enseñanzas con humildad ni comunicar rectamente las cosas rectas que saben. En su manera de hablar se pone de manifiesto que ellos, al enseñar, se consideran como situados en el lugar más elevado, y miran a los que reciben su enseñanza como si estuvieran muy por debajo de ellos, y se dignan hablarles no en plan de consejo, sino como quien pretende imponerles su dominio. A estos tales les dice, con razón, el Señor, por boca del profeta: Vosotros los habéis dominado con crueldad y violencia. Con crueldad y con violencia dominan, en efecto, aquellos que, en vez de corregir a sus súbditos razonando reposadamente con ellos, se apresuran a doblegarlos rudamente con su autoridad. Por el contrario, la verdadera enseñanza evita con su reflexión este vicio de la arrogancia, con tanto más interés cuanto que su intención consiste precisamente en herir con los dardos de sus palabras a aquel que es el maestro de la arrogancia. Procura, en efecto, no ir a obtener, con una manera arrogante de comportarse, el resultado contrario, es decir: predicar a aquel a quien quiere atacar, con santas enseñanzas, en el corazón de sus oyentes. Y, así, se esfuerza por enseñar de palabra y de obra la humildad, madre y maestra de todas las virtudes, de manera que la explica a los discípulos de la verdad con las acciones, más que con las palabras

REFLEXIÓN

Hay una rebelión generalizada contra la autoridad, venga de donde venga, ya no se puede ocultar. Un fenómenos universal, reprimido cada vez más violentamente y con sangre, porque ha ido creciendo sin parar. Y es que la autoridad del que enseña se ensaña con quien obedece y aprende, y toda la ristra de maestros de todo tipo, de educadores de todo nivel, laicos y religiosos, hemos cometido más de una vez la falta de enseñar para reprimir, y aconductar, no para hacer pensar y reflexionar.

De ahí que Pablo, hablando a los tesalonicenses, como olvidándose de la autoridad que tenía por su condición de apóstol, les dice: Os tratamos con delicadeza. Y, en el mismo sentido, el apóstol Pedro, cuando dice: Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere, enseña que hay que guardar en ello el modo debido, añadiendo: Pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia. Y, cuando Pablo dice a su discípulo: De esto tienes que hablar, animando y reprendiendo con autoridad, no es su intención inculcarle un dominio basado en el poder, sino una autoridad basada en la conducta. 

REFLEXIÓN

El magisterio apostólico con el tiempo se contaminó de las maneras reales, y enseñó a vasallos ignorantes, más que a hermanos ansiosos de conocimiento. 

En efecto, la manera de enseñar algo con autoridad es practicarlo antes de enseñarlo, ya que la enseñanza pierde toda garantía cuando la conciencia contradice las palabras. Por tanto, lo que le aconseja no es un modo de hablar arrogante y altanero, sino la confianza que infunde una buena conducta. Por esto, hallamos escrito también acerca del Señor: Les ensenaba con autoridad, y no como los escribas y fariseos. Él, en efecto, de un modo único y singular, hablaba con autoridad, en el sentido verdadero de la palabra, ya que nunca cometió mal alguno por debilidad. Él tuvo por el poder de su divinidad aquello que nos comunicó a nosotros por la inocencia de su humanidad.

REFLEXIÓN

Jesús no rehuyó el título de maestro, pero rehusó ser identificado con los que recibían reverencia en las plazas, y primeros lugares en las comidas. Su autoridad se sobrepuso a los que imponían la suya con poder.

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