sábado, 17 de septiembre de 2022

PALABRA COMENTADA

  

Sábado 24 de tiempo ordinario Año Par

1Corintios 15, 35-37. 42-49



REFLEXIÓN

 

¿Qué clase de cuerpo traerán?

 

No hemos cambiado. La muerte nos enfrenta a cuerpos sin vida y su corrupción hasta quedar en polvo. De ahí surge el bloqueo ante una novedad que depende de otro poder: el de la Palabra de Dios. No es asunto de percepción, sino de fe en la Palabra.

 

Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere

 

Muerte es lo que sembramos, cuando nos sepultan. Allí van nuestros

 

sueños, esfuerzos, gozos y tristezas, lo bueno y lo mal hecho.

 

Solo la Palabra nos ha prometido rescatarnos, por más que nosotros nos aferremos a la supuesta reencarnación de la materia.

 

Solo la Palabra en Jesús de Nazareth, atestiguado como vivo, nos promete vida nueva para siempre.

 

al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después

 

Somos diseños de un designio lo suficientemente rico para expresarse en una diversificación sin fin.

 

Lo que somos aparecerá. No exactamente al modo del homúnculo, más como el microcosmos que se expande como el macrocosmos.

 

Una realidad que vendrá despampanante, arrolladora, impactante, inefable y para eso nos entrena la naturaleza y la historia con sus fenómenos y acontecimientos inéditos y apabullantes.

 

se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual

 

En el caso de Pablo no habla de fantasías y deseos, no es retórica hueca. Se fundamenta en su experiencia del Jesús vivo, cuando perseguía sus seguidores. Y en el testimonio de los otros apóstoles, de quienes se hizo colega. La fuerza de nuestra fe está en el testimonio recibido.

 

No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después

 

Así nos ha hablado la teoría de la evolución en sus diferentes variantes a lo largo de la historia de las ciencias. Solo que nuestra teoría de la evolución, la de los creyentes de la Palabra adjudica al poder de Dios la vida espiritual, cualitativamente diferente a la que desarrolle la materia, si lo hace.

 

Lo curioso es que las ciencias se confiesan teóricas no creyentes, pero sus axiomas son una especie de creencia, no de evidencia.

 

Salmo responsorial: 55



REFLEXIÓN

 

En Dios, cuya promesa alabo, / en el Señor, cuya promesa alabo

 

No nos quita ni un milímetro de dignidad humana reconocer que la promesa de nueva vida de la Palabra nos da esperanza.

 

Si no existiera esa Palabra se recortaría el horizonte de significado de nuestra existencia.

 

en Dios confío y no temo

 

Esta nueva realidad que late y se gesta en nuestro fondo debe y puede hacernos libres para amar sin debilidad; de amar con temor; con un amor convencido hasta los tuétanos que nada ni nadie nos separará del amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús.

 

Te debo, Dios mío, los votos que hice

 Te los debemos porque nos

 desafiliamos una y otra vez.

 

La esperanza se cifra en haber guardado su semejanza. Y haber guardado algo de fidelidad, porque la lista de nuestras infidelidades es larga y recurrente.

 

porque libraste mi alma de la muerte, / mis pies de la caída; / para que camine en presencia de Dios / a la luz de la vida.

 

El salmista muestra el alivio de haber sido librado de un riesgo de muerte. Pero no es el alivio final. Toda intervención del Señor a favor de una liberación temporal nuestra, de un peligro de muerte, es un anticipo de la liberación final.

 

Lucas 8,4-15



REFLEXIÓN

 

se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo.

 

En Jesús la gente percibía ese alivio premonitorio del último alivio: la vida plena que no termina.

 

Y por eso como un imán atrae el hierro, atraía los anhelos de liberación de su entorno: enfermedades, posesiones, carencias, aflicciones.

 

 

Quién que haga cosas buenas por la gente, ayude sus necesidades, alivie sus penurias, podrá ser dejado de lado? En esto Jesús, al atraer multitudes ávidas no estaba haciendo nada que otros no hayan experimentado.

 

Pero en él reconocemos, como también lo hacía la multitud, un discurso y una conducta reveladoras del misterio de Dios. El rostro inédito de un Dios Padre emergía en su accionar.

 

Y así Jesús atendía un hambre más profunda, y para la que el pan que perece era sólo un símbolo de una realidad eterna.

 

El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto el ciento por uno."

 

La pregunta es más bien qué significa exactamente esta parábola porque al escucharla en el contexto de la cantidad de gente que se le suma, parece que su sentido emerge automáticamente.

 

No todos son tierra buena aunque se sumen a seguir su camino.

 

 

Aun siguiéndolo somos capaces de ahogar, secar, esterilizar la semilla.

 

Ese sembrador que es Jesús puede, si somos lo que debemos ser para dar fruto.

 

Con la parábola daba a entender que no todo terminaba ahí: en el alivio temporal, sino que allí se depositaba una semilla de la Palabra, para que nos esforzáramos en hacerla germinar, crecer y fructificar. Porque como semilla no morimos para quedar estériles, según la Palabra.

 

Se achaca a un platonismo la preferencia a la realidad espiritual sobre la material. Esto por las consecuencias que puede acarrear de irresponsabilidad histórica.

 

Pero la materia puede ser apreciada, como lo es la semilla de una planta, y cuidada con responsabilidad para que se dé la transformación en el fruto de calidad.

 

 

La materia es así una realidad de paso en su presentación histórica, pero participante de la transformación que se va operando de un resultado esperado al final.

 

"A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan

 

Entre parábola y alegoría puede haber la separación histórica del enfoque unitario significante que dio Jesús a sus parábolas, según el sentido semítico del enigma, y por otro lado la posterior explicación de sus seguidores en las comunidades, en la que se acredita una catequesis y unos catequistas.

 

Separarlos y preferir aquél a costa de éste, es violentar el testimonio evangélico que entiende la palabra apostólica con la reverencia que se sentía por Jesús.

 

El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando".

 

Se dice que esta alegorización, en la que se le asigna a cada detalle de la narración un significado propio, es algo posterior en la historia de la redacción.

 

Al ser recogida por la primera generación de creyentes la parábola, quizá se perdió el mensaje nuclear que daba el contexto original y se subsanó con significados de detalle.

 

Para el conjunto de la fe con la que recibimos la Palabra de una tradición de comunidades creyentes, ambos métodos nos importan, y nos involucran en la rica dinámica de su interpretación.

 

El Espíritu va poniendo sensibilidades y acentos en la palabra que nos va llegando. Como lucecitas que van apareciendo en el firmamento, cuando en una primera mirada parecía que no las había.

 

La esperanza es que El da vida al universo.

 

 

 

 

 

Son dos actitudes básicas: escuchar con corazón noble y dar fruto perseverando, o no escuchar.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1571090459283587075?s=20&t=6xdhuWk2cc-NNKtnaxPmGg

DOCTORES DE LA IGLESIA


 

Sábado, XXIV semana

San Agustín Sermón sobre los pastores 46,11-12

El Señor, dice la Escritura, castiga a sus hijos preferidos. Y tú te atreves a decir: «Quizás seré una excepción.» Si eres una excepción en el castigo, quedarás igualmente exceptuado del número de los hijos. «¿Es cierto —preguntarás— que castiga a cualquier hijo?» Cierto que castiga a cualquier hijo, y del mismo modo que a su Hijo único. Aquel Hijo, que había nacido de la misma substancia del Padre, que era igual al Padre por su condición divina, que era la Palabra por la que había creado todas las cosas, por su misma naturaleza no era susceptible de castigo. Y, precisamente, para no quedarse sin castigo, se vistió de la carne de la especie humana. ¿Con qué va a dejar sin castigo al hijo adoptado y pecador, el mismo que no dejó sin castigo a su único Hijo inocente? El Apóstol dice que nosotros fuimos llamados a la adopción. Y recibimos la adopción de hijos para ser herederos junto con el Hijo único, para ser incluso su misma herencia: Pídemelo: te daré en herencia las naciones. En sus sufrimientos, nos dio ejemplo a todos nosotros. Pero, para que el débil no se vea vencido por las futuras tentaciones, no se le debe engañar con falsas esperanzas, ni tampoco desmoralizarlo a fuerza de exagerar los peligros. Dile: Prepárate para las pruebas, y quizá comience a retroceder, a estremecerse de miedo, a no querer dar un paso hacia adelante. Tienes aquella otra frase: Fiel es Dios, y no permitirá él que la prueba supere vuestras fuerzas. Pues bien, prometer y anunciar las tribulaciones futuras es, efectivamente, fortalecer al débil. Y, si al que experimenta un temor excesivo, hasta el punto de sentirse aterrorizado, le prometes la misericordia de Dios, y no porque le vayan a faltar las tribulaciones, sino porque Dios no permitirá que la prueba supere sus fuerzas, eso es, efectivamente, vendar las heridas. Los hay, en efecto, que, cuando oyen hablar de las tribulaciones venideras, se fortalecen más, y es como si se sintieran sedientos de la que ha de ser su bebida.

REFLEXIÓN

Hay pruebas, las hubo y las seguirá habiendo. Eso no tiene vuelta de hoja. Tienen una parte en el Amor con el que el Padre ama al Hijo, y en Él a nosotros. Jesús sigue siendo la clave del Misterio del Dolor y la prueba en ese Amor. Y cómo asistió al Hijo, lo hará con nosotros hasta que demos el último paso, hasta la última Pascua.