domingo, 24 de agosto de 2025

PALABRA COMENTADA

Domingo 21 de tiempo ordinario

Isaías 66, 18-21



Así dice el Señor: "Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén -dice el Señor-, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes, y levitas" -dice el Señor-.

REFLEXION

En su momento la Palabra expresó la esperanza tras una experiencia difícil de exilio, orfandad y miseria.

Al regreso todo estaba en ruinas en Jerusalén y había que reconstruir con los pocos recursos que se tenían.

En esas condiciones la maravilla consistía en el ánimo que se tenía para reconstruir, empezar de cero, tener paciencia y tesón.

Fue un aprendizaje con dificultad y no exento de tristeza, aunque fuera por ratos.

Nuestra visión global actual sigue mostrando a nivel de titulares guerras, división, enfrentamiento, descontentos e inconformidades.

Por lo cual la Palabra nos envía a predicar viviendo la esperanza de la reunión pacífica de todos los seres humanos, superando cualquier división, incluso las domésticas.

Cualquier acto de culto y alabanza deberá ser el suspiro del anhelo que esa esperanza pone en nuestro corazón: vivir alguna vez todos como hermanos de la familia del Dios Padre.

Salmo responsorial: 116



su fidelidad dura por siempre

REFLEXION

Su eterna fidelidad en cada generación que aparece es sentir la esperanza de la fraternidad, como el legado del Padre.

Hebreos 12, 5-7. 11-13



Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?

REFLEXION

Nuestra generación no lo suele entender: necesitamos la corrección. No essuficiente la comprensión y el paternalismo. No ayuda la permisividad y la indiferencia ante el error.

Sí se requiere seguir mostrando el amor del Padre a sus hijos, también por el llamado de atención, y el compromiso con lo recto mediante la confrontación.

Si la Palabra en nuestras palabras no se muesta íntegra como amor que también sabe corregir, lo que producimos es confusión y crímenes por omisión, porque hacer atrocidades será sinómino de ignorancia y desinterés de los responsables.

Y tendremos que dar cuenta de nuestra falta de carácter para corregir y mantener la esperanza.

Lucas 13, 22-30



REFLEXION

Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán

Por qué es selectivo? Y no masivo?

La actividad bienechora de Jesús fue masiva, pero no llegó masiva hasta el final, como nos hacen ver los evangelios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos

Una advertencia contra la seguridad automática, sin esfuerzo por el seguimiento. Pero a favor de la gratuidad.

La historia del pueblo elegido es paradigmática.

Una suerte de corrección para todos.

Porque la esperanza donada por la fidelidad del Señor tiene que ser custodiada y actuada cada vez en el esfuerzo de la fe y el amor.

Si no a cada pueblo le sucederá igual.

https://x.com/motivaciondehoy 240825


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Domingo 21 de tiempo ordinario

Isaías 66, 18-21

Salmo responsorial: 116

Hebreos 12, 5-7. 11-13

Lucas 13, 22-30

SAN CARLO DE JESÚS ACUTIS DE ASIS

 


De la Constitución pastoral Gáudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano segundo
(Núm. 39)

LA TIERRA NUEVA Y EL CIELO NUEVO

Ni conocemos el tiempo de la nueva tierra y de la nueva humanidad, ni sabemos el modo cómo el universo se transformará. Se termina la presentación de este mundo deformado por el pecado, pero sabemos que Dios prepara una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y sobrepasará todos los deseos de paz que brotan en el corazón del hombre. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo y lo que se había sembrado en vileza y corrupción se vestirá de incorrupción y, permaneciendo la caridad y sus frutos, este mundo que Dios creó para el hombre se verá liberado de la esclavitud de la corrupción.

Aunque se nos advierta con toda razón que de nada le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo, sin embargo,
la esperanza de la tierra nueva no debe debilitar, al contrario, debe acrecentar nuestro deseo de perfeccionar esta tierra, en la que crece aquella nueva humanidad que presenta ya en sí un vislumbre del mundo futuro. Por eso, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, con todo, este progreso tiene gran importancia para el reino de Dios, por cuanto puede contribuir a una mejor organización de la sociedad humana.

En efecto,
los valores de la dignidad humana, de la comunión fraterna y de la libertad, es decir, todos aquellos bienes que son fruto de la misma naturaleza humana o del esfuerzo de los hombres y que nosotros hayamos propagado en la tierra, según el mandato del Señor y por la fuerza de su Espíritu, los volveremos a encontrar, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo devuelva a su Padre «el reino eterno y universal, el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, del amor y de la paz». En esta tierra el reino está ya presente de una manera misteriosa, pero, cuando el Señor vuelva, llegará a su plenitud.