domingo, 21 de diciembre de 2025

PALABRA COMENTADA


 

Domingo 4º de Adviento A

Isaías 7,10-14



REFLEXIÓN

"Pide una señal al Señor

La señal nos la puede dar: el hecho es si nos dispondremos a creer. Si nos comprometeremos a creer.

"No la pido, no quiero tentar al Señor

Era una respuesta mentirosa de Acaz. No se atrevía a pedir porque tenía que convertirse y cumplir. Hipocresía. No creemos por no comprometernos y exigirnos, y entrar y permanecer en el proceso.

No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios?

el Señor, por su cuenta, os dará una señal

No se cansa de llamar, no se cansa de dar señales: se cansa de que no las escuchemos.

Se decepcionará El Señor de su obra? Siempre hay alguien que saque la cara, como lo hizo en forma eminencial su hijo, Jesús.

Realmente la preocupación de cara a Dios Padre, es hacer verdad en la vida el Reino.

Verdad en la sustancia, dándole la solidez de una roca. Verdad en lo que se exhibe ante los demás, prestándose al martirio diario y procurando la edificación del mundo nuevo.

la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"

Este niño es un paradigma de niños, pues en todo niño Dios està con nosotros, ofreciendo dones para la construcción del mundo nuevo.

Salmo responsorial: 23



REFLEXIÓN

El hombre de manos inocentes / y puro corazón

Éste es el grupo que busca al Señor, / que viene a tu presencia

Siempre estamos en algun grupo:familiar, laboral, social. No necesariamente a cargo, pero en y con ellos: hombres y mujeres y niños que nos donaste conocer y amar, y que en algunos casos nos hemos equivocado al excluir con nuestras acciones y palabras.

Y así pedimos que nos mires con amor, más allá de nuestra falta de responsabilidad.

Romanos 1,1-7



REFLEXIÓN

Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor.

Jesús de Nazareth es nuestra buena nueva prometida desde antiguo. Nuestra promesa en proceso de cumplimiento.

En él conocemos cómo un Espíritu y aliento Santo de Dios se mueve y actúa más allá y superando la caducidad y la muerte.

Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre

Jesús de Nazareth como don nos participa de ese mismo Espíritu Santo, nos lo comparte para que nos involucremos en una misión. Ésta consiste en invitar a la fe a todos, comenzando desde los excluídos de todo tipo.

Mateo 1,18-24




REFLEXIÓN

apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor

Podemos tomar todas las decisiones que nos parezcan más justas, pero El Señor se atraviesa para llevar adelante su proyecto.

la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo

El propio Dios interviniente y actuante, operativo y eficiente, llevando a cabo su designio.

Pero su intervención no elimina la suspicacia con la que vemos y juzgamos por apariencias.

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Cuando salió de su decisión menos buena, se dispuso a cumplir lo mejor para todos.

El justo, porque cae siete veces, necesita convertirse de continuo, para acceder históricamente al horizonte del Designio salvífico del Padre Madre Dios.

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https://x.com/motivaciondehoy 211225

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Domingo 4º de Adviento A

Isaías 7,10-14

Salmo responsorial: 23

Romanos 1,1-7

Mateo 1,18-24

DOCTOR DE LA IGLESIA




 Del Comentario de san Ambrosio, obispo, sobre el evangelio de san Lucas

(Libro 2, 19. 22-23. 26-27: CCL 14, 39-42)

 

VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 

Cuando el ángel reveló a María los misterios recónditos de Dios, para fortificar la fe con un ejemplo, habló a la Virgen de la maternidad de una mujer ya anciana y estéril; con ello le quiso demostrar que para Dios no hay nada imposible.

 

Al oír María este anuncio, llena de gozo y sin demora, partió hacia las montañas, no porque dudara de las palabras del ángel ni porque estuviera incierta de la veracidad del hecho ni porque vacilara ante la realidad del ejemplo, sino porque se sentía impulsada por el deseo de cumplir un deber de piedad, anhelante de prestar sus servicios y presurosa por la intensidad de su alegría.

 

Llena ya totalmente de Dios, ¿a dónde podía dirigirse María con prisa sino hacia las alturas? En efecto, la gracia del Espíritu Santo ignora la lentitud. Los beneficios de María y los dones de la presencia del Señor se manifestaron en seguida, pues, así que Isabel oyó el saludo de María, su criatura saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del Espíritu Santo.

 

Considera la precisión y exactitud de cada una de las palabras: Isabel fue la primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las facultades de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos.

 

El niño saltó de gozo y la madre fue llena del Espíritu Santo, pero no fue enriquecida la madre antes que el hijo, sino que, después que fue repleto el hijo, quedó también colmada la madre. Juan salta de gozo y María se alegra en su espíritu. En el momento que Juan salta de gozo, Isabel se llena del Espíritu, pero, sí observas bien, de María no se dice que fuera llena del Espíritu, sino que se afirma únicamente que se alegró en su espíritu (pues en ella actuaba ya el Espíritu de una manera incomprensible); en efecto: Isabel fue llena del Espíritu después de concebir; María, en cambio, lo fue ya antes de concebir, porque de ella se dice: Dichosa tú que has creído.

 

Pero también vosotros sois dichosos porque habéis oído y creído, pues todo el que cree, como María, concibe y da a luz al Verbo de Dios y proclama sus obras.

 

Que resida, pues, en todos el alma de María, y que esta alma proclame la grandeza del Señor; que resida en todos el espíritu de María, y que este espíritu se alegre en Dios; porque, si bien según la carne hay sólo una madre de Cristo, según la fe Cristo es fruto de todos nosotros, pues todo aquel que se conserva puro y vive alejado de los vicios, guardando íntegra la castidad, puede concebir en sí la Palabra de Dios.

 

El que alcanza, pues, esta perfección proclama, como María, la grandeza del Señor y siente que su espíritu, también como el de María, se alegra en Dios, su salvador; así se afirma también en otro lugar: Proclamad conmigo la grandeza del Señor.

 

El Señor es engrandecido ciertamente, pero no en el sentido de que reciba por medio de nuestras palabras algo que a él le faltaba, sino porque con estas palabras él queda engrandecido en nosotros. En efecto, porque Cristo es la imagen de Dios, cuando alguien actúa con piedad y con justicia engrandece la imagen de Dios -pues todo hombre ha sido creado a su imagen y semejanza- y, al engrandecer esta imagen, también él queda engrandecido por una mayor participación de la grandeza divina