jueves, 16 de junio de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 11 de tiempo ordinario

Año Par

Eclesiástico 48, 1-15



REFLEXIÓN

Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido

Es el carisma del profeta de Israel desde el mismo Moisés y agudizado en la monarquía. Fuego como voz contra todo poder, no sólo de los dignatarios sino también del pueblo infiel, a quien no se inhibió en confrontar.

En nuestros tiempos de mucha protesta, y más de una justificada, surgen voces proféticas incisivas y flamígeras como lava.

Sin embargo muestran la inconsistencia de la falta de autocrítica y de crítica a los quejosos. Dejan en la penumbra y a buen recaudo los vicios del pueblo y sus voceros, quienes en su momento de poder ejercerán opresión e impunidad similar.

Estas voces proféticas inconsistentes se esterilizan por su identificación política partidista y pierden su independencia, su sal y luz. Pierden la autoridad ganada.

¡Qué terrible eras, Elías!; ¿quién se te compara en gloria?

Por eso Elías se mantuvo como símbolo del Dios guerrero de la justicia. Jesús le sucederá en su momento, pero en plenitud de misión, y viviendo como víctima la injusticia.

nombraste un profeta como sucesor.

Como Jesús pretenden mantener el carisma en el futuro histórico. El que no fundaran instituciones como tal, no significa que no instituyeran una realidad que se iba a organizar con su Espíritu.

Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres con hijos, para restablecer las tribus de Israel.

Se recoge la expectativa de un retorno al menos de su misión mesiánica a favor del conjunto de Israel. El tiempo y el Espíritu pondrá a prueba esta expectativa.

Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu

Jesús fue arrebatado y sus discípulos recibieron su Espíritu.

En vida hizo múltiples milagros y prodigios, con sólo decirlo; en vida no temió a ninguno, nadie pudo sujetar su espíritu; no hubo milagro que lo excediera: bajo él revivió la carne; en vida hizo maravillas y en muerte obras asombrosas

Jesús es reencarnación o Espíritu de Elías? En la mentalidad bíblica se trata del retorno de una misión, no de una individualidad del pasado revivida.

Salmo responsorial: 96



REFLEXIÓN

ante él se postran todos los dioses

La grandilocuencia del festejo bíblico de los salmos no se reconoce en la timidez del triunfo del Señor en la historia. Porque sus intervenciones para la fe son evidentes, para la historia inciertas.

Mateo 6,7-15



REFLEXIÓN

se imaginan que por hablar mucho les harán caso

La actitud ante el Señor en la oración es de receptividad y apertura más que de discurso para convencer. Estar dispuesto a su escrutinio y la justificación que viene de Él, más que defendernos y autojustificarnos.

No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis

La base de nuestra fe en el ruego es esta confianza de hijos en su Padre. Por lo que se puede decir que las palabras sobran.

Sin embargo hablar poco no quiere decir no hablar del todo. Porque a nuestra conciencia de hijos le viene bien que digamos algo en la confianza de que somos oidos por nuestro Padre.

La oración es un bien para nosotros mismos, para aumentar nuestra confianza. Porque el Señor no necesita que le oremos para saber lo que necesitamos.

“Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno."

Este género de oración que se pone en boca de Jesús pone de relieve la actitud ante el Padre más alocentrada que egocentrada.

La joya de la corona es esta forma de orar de Jesús en la que nos transmite su Espíritu de Hijo, para que tengamos la audacia de relacionarnos con el Señor como nuestro Padre.

Y congruente como es Jesús de Nazaret con lo que enseña y lo que hace, su oración no parlotea solicitudes, sino que arranca con la alabanza y la acción de gracias por el Dios Padre que tenemos.

Un Padre tan cercano que su morada, su identidad y gloria, su dominio y su querer están con nosotros en el “venga a nos” de Jesús.

Tal cercanía hace posible y viable nuestra convivencia pacífica y feliz, con nuestra cooperación por la fraternidad y el ágape.

Y como la fidelidad y lealtad no está asegurada pedimos que nuestra libertad sea saneada por su don.

si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas

Como administradores perdonados nos toca seguir perdonando y administrando perdón para no desmerecer el que se nos dio.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1537399742937841664?s=20&t=ws3kOupV6Eli_b1m8cc53A

BEATO CARLO

TESTIMONIO SOBRE CARLO
 Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor
(Cap. 18. 22: CSEL 3, 280-281. 283-284)


DESPUÉS DEL ALIMENTO, PEDIMOS EL PERDÓN DE LOS PECADOS

Continuamos la oración y decimos: Danos hoy nuestro pan de cada día. Esto puede entenderse en sentido espiritual o literal, pues de ambas maneras aprovecha a nuestra salvación. En efecto, el pan de vida es Cristo, y este pan no es sólo de todos en general, sino también nuestro en particular. Porque, del mismo modo que decimos: Padre nuestro, en cuanto que es Padre de los que lo conocen y creen en él, de la misma manera decimos: Nuestro pan, ya que Cristo es el pan de los que entramos en contacto con su cuerpo.

Pedimos que se nos dé cada día este pan, a fin de que los que vivimos en Cristo y recibimos cada día su eucaristía como alimento saludable no nos veamos privados, por alguna falta grave, de la comunión del pan celestial y quedemos separados del cuerpo de Cristo, ya que él mismo nos enseña: Yo soy el pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo voy a dar es mi carne ofrecida por la vida del mundo.
Por lo tanto, si él afirma que los que coman de este pan vivirán eternamente, es evidente que los que entran en contacto con su cuerpo y participan rectamente de la eucaristía poseen la vida; por el contrario, es de temer, y hay que rogar que no suceda así, que aquellos que se privan de la unión con el cuerpo de Cristo queden también privados de la salvación, pues el mismo Señor nos conmina con estas palabras: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Por eso pedimos que nos sea dado cada día nuestro pan, es decir, Cristo, para que todos los que vivimos y permanecemos en Cristo no nos apartemos de su cuerpo que nos santifica.

Después de esto, pedimos también por nuestros pecados, diciendo: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Después del alimento, pedimos el perdón de los pecados.

Esta petición nos es muy conveniente y provechosa, porque ella nos recuerda que somos pecadores, ya que, al exhortarnos el Señor a pedir el perdón de los pecados, despierta con ello nuestra conciencia. Al mandarnos que pidamos cada día el perdón de nuestros pecados, nos enseña que cada día pecamos, y así nadie puede vanagloriarse de su inocencia ni sucumbir al orgullo.

Es lo mismo que nos advierte Juan en su carta, cuando dice: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es el Señor para perdonarnos y purificarnos de toda iniquidad.

Dos cosas nos enseña en esta carta: que hemos de pedir el perdón de nuestros pecados, y que esta oración nos alcanza el perdón. Por esto dice que el Señor es fiel, porque él nos ha prometido el perdón de los pecados y no puede faltar a su palabra, ya que, al enseñarnos a pedir que sean perdonados nuestras ofensas y pecados, nos ha prometido su misericordia paternal y, en consecuencia, su perdón.