jueves, 29 de abril de 2021

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

San Agustín Tratados sobre el evangelio de San Juan 65,1-3
El Señor Jesús pone de manifiesto que lo que da a sus discípulos es un nuevo mandamiento, que se amen unos a otros: Os doy, dice, un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. ¿Pero acaso este mandamiento no se encontraba ya en la ley antigua, en la que estaba escrito: Amarás a tu prójimo como a ti mismo? ¿Por qué lo llama entonces nuevo el Señor, si está tan claro que era antiguo? ¿No será que es nuevo porque nos viste del hombre nuevo después de despojarnos del antiguo? Porque no es cualquier amor el que renueva al que oye, o mejor al que obedece, sino aquel a cuyo propósito añadió el Señor, para distinguirlo del amor puramente carnal: como yo os he amado. Éste es el amor que nos renueva, y nos hace ser hombres nuevos, herederos del nuevo Testamento, intérpretes de un cántico nuevo. Este amor, hermanos queridos, renovó ya a los antiguos justos, a los patriarcas y a los profetas, y luego a los bienaventurados apóstoles; ahora renueva a los gentiles, y hace de todo el género humano, extendido por el universo entero, un único pueblo nuevo, el cuerpo de la nueva esposa del Hijo de Dios, de la que se dice en el Cantar de los Cantares: ¿Quién es ésa que sube del desierto vestida de blanco? Sí, vestida de blanco, porque ha sido renovada; ¿y qué es lo que la ha renovado sin el mandamiento nuevo? Porque, en la Iglesia, los miembros se preocupan unos por otros; y si padece uno de ellos, se compadecen todos los demás, y si uno de ellos se ve glorificado, todos los otros se congratulan. La Iglesia, en verdad, escucha y guarda estas palabras: Os doy un mandato nuevo: que os améis mutuamente. No como se aman quienes viven en la corrupción de la carne, ni como se aman los hombres simplemente porque son hombres; sino como se quieren todos los que se tienen por dioses e hijos del Altísimo, y llegan a ser hermanos de su único Hijo, amándose unos a otros con aquel mismo amor con que él los amó, para conducirlos a todos a aquel fin que les satisfaga, donde su anhelo de bienes encuentre su saciedad. Porque no quedará ningún anhelo por saciar cuando Dios lo sea todo en todos. Este amor nos lo otorga el mismo que dijo : como yo os he amado, amaos también entre vosotros. Pues para esto nos amó precisamente, para que nos amemos los unos a los otros; y con su amor hizo posible que nos ligáramos estrechamente, y como miembros unidos por tan dulce vínculo, formemos el cuerpo de tan espléndida cabeza.

REFLEXIÓN

La novedad del mandato, sobre el antiguo y más allá de él, estriba en el “como yo los he amado”, en el modo Jesús de amar: dando la vida, por todos, para unirnos a sí en un solo cuerpo. Implica la encarnación de la divinidad que entre nosotros comparte su poderoso amor, implica la fraternidad porque urge a compartir esa calidad de amor, implica la nueva vida que genera el Jesús pascual con su amor ofertado.

miércoles, 28 de abril de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Miércoles 4 de Pascua

Hechos 12,24-13,5



REFLEXIÓN

la palabra de Dios cundía(auxano:hace crecer y crecía) y se propagaba(eplezino:llegar a su máxima capacidad, multiplicarse)

La Palabra es nuestro modo de indicar la actividad reveladora y salvífica del Señor, principalmente en Jesús de Nazareth y conservada viva en la comunidad creyente.

La Palabra es un mensaje transmitido en la cultura, y enriquecido por ella, aunque también opacado, que nos comunica un Amor absoluto e increado, que se adelanta a buscarnos, sin discriminar.

El amor comunicado es nuestro acompañante vivencial y existencial en el Designio que pretende transformarnos y a la creación, para que todos juntos lleguemos a una comunidad perfecta con Él.

La Palabra del Amor perfecto encarnada en nuestra historia crece sin parar como un dominio o reino de bien.

Y hace crecer hasta el potencial máximo que le permita nuestra libertad para el bien del Reino. Porque nuestra libertad puede encallar en otros bienes.

La Palabra también tiende a expandirse contagiando a muchas libertades que bajo su influjo abandonan los bienes egoístas y se transforman para el bien del Reino.

En la Iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del virrey Herodes, y Saulo

Tal detalle de nombres y lugares muestra que el responsable del texto pretende darle verosimilitud histórica a su narración. Es un indicio a favor de su credibilidad.

dijo el Espíritu Santo

Una característica de este libro es aludir al Espíritu como un actor interviniente que habla, lo cual impresiona por su tono directo que ejerce voluntad e imperio.

No siempre tenemos esa visión de fe para percibir al Espíritu Santo interviniendo en el curso de una misión evangelizadora a favor de un bien mayor.

"Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado."

Incluso la elección de personas para funciones específicas puede ser vista como favoritismo y amiguismo, y cuesta ir más allá y contemplar en la fe la manifestación del Espíritu.

Parece hoy más difícil ver en los responsables y encargados la manifestación del Espíritu en sus decisiones y asignaciones. Más bien se tiende a buscar el descrédito aludiendo intenciones menos sanas.

Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron

El ayuno y la abstinencia permiten disminuir el peso sensible y resonar con una dimensión no sensible, de fe. Es un disponerse para la escucha.

Cuando el Espíritu se comunica se trata de una misión. Èl se comunica para ser entregado: a través de nosotros intervenir en el mundo.

La deliberación y decisión sobre personas y estrategias para la evangelización requiere una purificación ante el Señor en cuanto a  las intenciones y motivaciones en la toma de decisiones para superar las aficiones desordenadas y determinarse únicamente por la gloria de Dios.

Salmo responsorial: 66



REFLEXIÓN

conozca la tierra tus caminos, / todos los pueblos tu salvación

gobiernas las naciones de la tierra

que todos los pueblos te alaben

Un aporte de los creyentes a la vida pública es la confesión del dominio del Señor, y nuestra relativa importancia como dueños de nuestro destino: hombres, mujeres y pueblos.

No por cálculo y estrategia para ganar credibilidad ante la gente, ya que es un bien escaso, sino como amor que brota de la fe, y que procura hacer brillar la verdad del dominio salvífico del Señor, como bien absoluto.

Juan 12,44-50



REFLEXIÓN

Jesús dijo, gritando

A veces un detalle del relato, ignorado por sencillo y obvio, abre una brecha en el conocimiento de Jesús.

Gritar no es lo común de los dichos que se le atribuyen. Y gritar es una expresión que se presta a muchos significados.

Estaba Jesús irritado? Se sentía defraudado porque no lo escuchaban? Acaso donde hablaba no le oian si no gritaba?

Poner esa expresión en el relato implica un énfasis que se le da a lo que se dice: quizás lo grita porque es sobremanera importante. Más que otras cosas que se han dicho.

En particular en este evangelio que tiene discursos y repeticiones extensas.

"El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado.

En la Jesuología y Cristología actual hay una aspiración a ver a Jesús como un mero indicativo del Reino que anuncia y gesta.

Se huye de una presentación meramente unipersonal, divinizante.

Pero se comete un error: Jesús identifica su persona, su misión y el Reino de Dios, su Padre.

No hay necesidad de descoyuntarlos o destrabarlos, porque se dan como unidad.

Lo que sí parece importante en el énfasis actual es el relieve de la persona social de Jesús de Nazareth: alguien que tiene una causa, que se inserta en un designio. Que ataca la raíz de la estructura injusta, multiplicada en la historia.

Este énfasis debe plenificar la persona individuo única y divina de Jesús de Nazareth.

la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día

En un último día nos enfrentaremos a la palabra que no quisimos escuchar, vivenciar en nuestra existencia.

Será un enfrentamiento con nuestro fondo en el que también late el Reino.

Será la última catequesis antes de nuestra conversión final.

lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre

Vemos y escuchamos a Jesús tan identificado con el Padre y su designio, que escucharlo es estar con el Padre.

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