miércoles, 4 de agosto de 2021

PALABRA COMENTADA

 

MIÉRCOLES 18 DE TIEMPO ORDINARO

Año Impar

Números 13,1-2.25; 14,1.26-30.34-35



REFLEXIÓN

es una tierra que mana leche y miel; aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen grandes ciudades fortificadas

La elección del Señor es la de un pueblo.

Su don-promesa ofrece una tierra pródiga y nutritiva.

Pero que ya tenía habitantes, que les fueron entregados y por lo tanto vencidos.

Así los israelitas llegaron a ser los nuevos dueños, según creían, con el favor del Señor.

Esta elección, este don, este favor es invocado todavía ahora para consolidar esa tierra.

Acaso su lectura es la absoluta voluntad de Dios?

Se trata de una coyuntura favorable para mostrar al verdadero Dios entre las naciones?

Es una misión, contraria al curso de todos los pueblos, de la que se espera fraternidad, generosidad, disposición a compartir los dones?

Entonces y ahora no parece que la misión se está cumpliendo.

Pero sus descendientes, seguidores de Jesús llevan adelante en proceso esa misión de pueblo de Dios, imagen suya entre las naciones: pueblo de paz.

Antes víctimas que verdugos.

Salmo responsorial: 105



REFLEXIÓN

no comprendieron tus maravillas.

Que comprendamos que las maravillas del Señor son un don para compartir e iluminar a otros.

pero Moisés, su elegido, / se puso en la brecha frente a él,

Jesús como otro Moisés vive en la brecha, recordando al Padre que su amor es más fuerte y su misericordia eterna, y recordándonos a nosotros que su Padre nos ama entrañablemente sin descanso.

Mateo 15,21-28



REFLEXIÓN

Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: "Atiéndela, que viene detrás gritando."

Jesús se deja influir por sus discípulos, y éstos aunque judíos como Jesús, consideran que también una no judía puede ser favorecida.

Lo conciben por ellos mismos o Jesús les ha enseñado antes, que es posible compartir con paganos?

"Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel."

Sin embargo los hechos que se van a desarrollar muestran que Jesús no es inflexible y se abre a novedades en su misión.

"Señor, socórreme."

"No está bien echar a los perros el pan de los hijos".

también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos

Una pobre mujer, poniendo la cara dura, para soportar tanto rechazo y descalificación.

"Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas

Jesús es vencido en su resistencia a favorecer los paganos. No entendía que esa era su misión. Jesús aprende y amplía sus límites, más allá de su prejuicio, para dejarse vencer en su ternura por la súplica de una anhelante mujer, que no pide para sí sino para su hija.

La fe alabada por Jesús tiene que ver con la que mueve a insistir pese a la humillación y negativa por parte de Jesús, pero también porque no pide para sí. La mujer, como madre, pide para su hija.

Jesús qué alegría y alivio que hayas comprendido en el Espíritu, que tu misión va más allá de ciertos límites al parecer legítimos.

Nos enseñas la audacia de la compasión, que nos despoja de nuestras percepciones previas ya tomadas, y nos renueva en la comprensión de la voluntad del Señor.

Los relatos de la buena nueva de Jesús inciden con frecuencia en animar a una fe dispuesta a un proceso de transformación, abierta al Dios vivo. Un lugar a propósito para que residan los demonios.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1422878491318575104?s=20

BEATO CARLO

BEATO CARLO 



De la catequesis de san Juan María Vianney, presbítero

Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cris-
tiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto nues-
tro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí
donde está nuestro tesoro.

El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar
y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad
en este mundo.

La oración no es otra cosa que la unión con Dios.
Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios
experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura
que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz
admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son
como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya
nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión
de Dios con su pobre creatura; es una felicidad que
supera nuestra comprensión.

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero
Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él.
Nuestra oración es el incienso que más le agrada.

Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la ora-
ción lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración
es una degustación anticipada del cielo, hace que una
parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin
dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma
y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se
funden las penas como la nieve ante el sol.

Otro beneficio de la oración es que hace que el tiem-
po transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se
percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bres-
se, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas ha-
bían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas,
durante las cuales oraba al buen Dios, y, creedme, que
el tiempo se me hacía corto.

Hay personas que se sumergen totalmente en la ora-
ción, como los peces en el agua, porque están totalmente
entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido.
¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco
de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban
con él, del mismo modo que hablamos entre nosotros.

Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos
a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir!
Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier per-
sona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos
que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: «Sólo
dos palabras, para deshacerme de ti...» Muchas veces
pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obten-
dríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con
una fe muy viva y un corazón muy puro.