martes, 9 de noviembre de 2021

BEATO CARLO

 
De la homilía de un autor del siglo segundo
(Caps. 8,1=9,11: Funk 1,152-156)

EL ARREPENTIMIENTO DE UN CORAZÓN SINCERO

Hagamos penitencia mientras vivimos en este mundo. Somos, en efecto, como el barro
en manos del artífice. De la misma manera que el alfarero puede componer de nuevo la
vasija que está modelando, si le queda deforme o se le rompe, cuando todavía está en sus
manos, pero, en cambio, le resulta imposible modificar su forma cuando la ha puesto ya
en el horno, así también nosotros, mientras estamos en este mundo, tenemos tiempo de

hacer penitencia y debemos arrepentirnos con todo nuestro corazón de los pecados que
hemos cometido mientras vivimos en nuestra carne mortal, a fin de ser salvados por el
Señor. Una vez que hayamos salido de este mundo, en la eternidad, ya no podremos
confesar nuestras faltas ni hacer penitencia.
Por ello, hermanos, cumplamos la voluntad del Padre guardemos casto nuestro cuerpo,
observemos los mandamientos de Dios, y así alcanzaremos la vida eterna. Dice, en efecto,
el Señor en el Evangelio: Si no fuisteis de fiar en lo menudo, ¿quién os confiará lo que vale
de veras? Porque os aseguro que el que es de fiar en lo menudo también en lo importante
es de fiar. Esto es lo mismo que decir: "Guardad puro vuestro cuerpo e incontaminado el
sello de vuestro bautismo, para que seáis dignos de la vida eterna".
Que ninguno de vosotros diga que nuestra carne no será juzgada ni resucitará;
reconoced, por el contrario, que ha sido por medio de esta carne en la que vivís que
habéis sido salvados y habéis recibido la visión. Por ello, debemos mirar nuestro cuerpo
como si se tratara de un templo de Dios. Pues, de la misma manera que habéis sido
llamados en esta carne, también en esta carne saldréis al encuentro del que os llamó. Si
Cristo, el Señor, el que nos ha salvado, siendo como era espíritu, quiso hacerse carne para
podernos llamar, también nosotros, por medio de nuestra carne, recibiremos la
recompensa.
Amémonos, pues, mutuamente, a fin de que podamos llegar todos al reino de Dios.
Mientras tenemos tiempo de recobrar la salud, pongámonos en manos de Dios, para que
él, como nuestro médico, nos sane; y demos los honorarios debidos a este nuestro
médico. ¿Qué honorarios? El arrepentimiento de un corazón sincero. Porque él conoce de
antemano todas las cosas y penetra en el secreto de nuestro corazón. Tributémosle, pues,
nuestras alabanzas no solamente con nuestros labios, sino también con todo nuestro
corazón, a fin de que nos acoja como hijos. Pues el Señor dijo: Mis hermanos son los que
cumplen la voluntad de mi Padre.

lunes, 8 de noviembre de 2021

PALABRA COMENATADA

 

LUNES 32 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Sabiduría 1,1-7



REFLEXIÓN

Amad la justicia, los que regís la tierra, pensad correctamente del Señor y buscadlo con corazón entero.

No puede coexistir el pecado auténtico y la sabiduría, que entraña el razonamiento, el corazón: el todo íntegro.

 

Una pide la otra: la sabiduría pide pensar correctamente del Señor, en la historia, la cultura y la fe.

Cuando la reflexión teológica busca entender y comprender el misterio de Dios se encuentra en un proceso de justicia, porque busca entender correctamente el Señor.

En este proceso, tan valioso, como las propias reflexiones, a la luz de las experiencias, circunstancias y los entornos propios individuales y sociales, encontramos la tradición eclesial que la transmisión nos ofrece. La misma no coincide ni se identifica, siempre y necesariamente, con una tradición eclesiástica particular en tiempo o lugar.

Lo encuentran los que no exigen pruebas, y se revela a los que no desconfían

Porque la revelación se hace a los de corazón puro, a los sencillos y humildes. A los que son poca cosa para el mundo.

Salmo responsorial: 138



REFLEXIÓN

Todas mis sendas te son familiares.

Si alguien nos conoce es el Señor, Padre Nuestro.

allí me alcanzará tu izquierda, / me agarrará tu derecha

La preferencia bíblica es la diestra. Pero aquí son las dos: izquierda y derecha.

Una señal para abrir los oídos a las dos tendencias dominantes que se pelean la hegemonía del poder total humano y se descalifican mutuamente.

Lucas 17, 1-6



REFLEXIÓN

"Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños

Otra traducción puede ser:

Es inevitable que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel por quien vienen!

Mejor le sería si se le colgara una piedra de molino al cuello y fuera arrojado al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeños.

El escándalo como el tropiezo, activa el mecanismo de la trampa que cae sobre una víctima incauta. Porque no es un tropiezo cualquiera, sino el que intencionalmente se pone para dañar.

Pequeño también se le llama al de poca  dignidad en el mundo, quien no pesa mayor cosa a la hora de las decisiones que le pueden afectar.

Los pueblos empobrecidos son pequeños escandalizados a quienes se ha puesto tropiezo para creer en la vida como bendición de Dios, y por consiguiente tropiezan en la fe.

El escándalo o tropiezo en la fe se concreta en todo aquello que desune o tiende a desunir  la comunidad de fe en la vida de Dios.

No se suele enfatizar mucho como parte de la ética neotestamentaria, la responsabilidad por la unión de la comunidad, de fraternidad, que tenemos todos los creyentes.

El escándalo no es solamente este u otro mal proceder, los cuales pueden ir tomando importancia según las circunstancias históricas, sino todo lo que abierta o sutilmente divida una comunidad de ágape.

Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día y siete veces vuelve a decirte: "Lo siento", lo perdonarás."

El perdón restituye o regenera el tejido social y las relaciones humanas, si hay arrepentimiento y voluntad de reparación.

Supera la venganza.

Es nacer de nuevo.

"Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", y os obedecería"

"Auméntanos la fe".

Lo que resta es seguir pidiendo que aumentes nuestra fe, para llegar a su perfección, como la que señala la Palabra de Jesús de Nazareth.

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