sábado, 12 de febrero de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Sábado 5 de tiempo ordinario

1Reyes 12,26-32;13,33-34



REFLEXIÓN

¡Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto!

Cuando una instancia de poder obliga a tener como absoluto una idea, un acontecimiento, una memoria y demás, y su objetivos no son salvìficos sino mantener y expandir su poder, hace una proclama como la de Jeroboam.

La Palabra como espada de dos filos, hacia otros y hacia así, muestra como en escáner el modo humano corrupto de proceder:las intenciones egoístas de aprovechamiento y acumulación de poder sobre todo.

La Palabra sirve a un juicio permanente, vivo, actual, dinámico pero de conciencias,en donde se gesta las decisiones que salvan o pierden, y que generan corrientes edificantes o caóticas.

La Palabra puede ser objeto de estudio cultural, folklórico, lingüístico, literario, y cualquier ciencia puede atreverse con ella. Estos abordajes no deben cubrir ni atenuar ni camuflar su aporte fundamental:el juicio del Señor para la conversión y salvación de muchos.

Este proceder llevó al pecado a la dinastía de Jeroboán y motivó su destrucción y exterminio de la tierra.

Un juicio de la Palabra que no aporta evidencias pero que anima a creer que la causa profunda de la destrucción de organizaciones sociales de cualquier tipo, como construcción meramente humanal, está originada por la desviación de la fidelidad al Señor.

Salmo responsorial: 105



REFLEXIÓN

hemos cometido maldades e iniquidades

Y como los que transmitimos el juicio de la Palabra somos palabra falible humana, tenemos que confesar y reconocer que no somos dignos de transmitirlo, que debemos convertirnos constantemente al mensaje de salvación, pero que no podemos inhibirnos de transmitir, porque es una misión ineludible.

Se olvidaron de Dios, su salvador

El olvido de reconocer al Señor su salvación en nuestra liberación, llevó a muchos testigos de su misericordia a manifestar en sus escritos el dolor por el olvido del Señor y su misericordia.

Marcos 8,1-10



REFLEXIÓN

no tenían qué comer

Jesús de Nazaret probó la carencia de comida, el hambre actual y en el horizonte, cuando se siente la angustia de no saber de dónde vendrá una posible comida. Porque en la hambruna de muchos congéneres además de la fatiga y el dolor del hambre fisiológica, se junta la desesperanza de alcanzar una fuente de alimento estable.

"Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos."

Pero su calidad humana lo lleva a preocuparse más del desfallecimiento de la gente que lo sigue que de sí mismo.El reino es empatía con la necesidad de salvación humana en todos los niveles. Y esto significa además incluir las relaciones que contribuyen a su humanidad como los animales y la fuentes renovables.

¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden satisfechos?" Él les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis?" Ellos contestaron: "Siete.

Ante una realidad de escasez que llama a la impotencia, Jesús incita la búsqueda de soluciones desde nosotros mismos, superando la dependencia que reduce nuestra creatividad, y que fomenta la actitud cómoda que espera que todo se lo den.

La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas

Porque incluso los que todo lo recibieron ayudaron a recoger los sobrantes que llenaron las canastas.Es decir que primaba el espíritu de cooperación entre todos.

tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran

Jesús como Hijo del Padre aportó lo que en aquel momento sabía que era insustituíble: multiplicar milagrosamente la comida.El Señor Dios aportó en la acción de gracias del hijo lo que sabía necesitaban sus hijos hambrientos.

Por eso estamos llamados a calmar la hambruna humana que desencadena nuestros errores con actitudes de cooperación y dando espacio al Padre para que con nosotros de comida a sus hijos.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1492466693922250759?s=20&t=J0qkEDBPqB-oL1WJ-oEo9A

 

BEATO CARLO

 


DISPONIBLE PARA TODOS

De los Sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella
(Sermón 31: PL 194, 1292-1293)

 

LA PREEMINENCIA DE LA CARIDAD

 

¿Por qué, hermanos, nos preocupamos tan poco de nuestra mutua salvación, y no procuramos ayudarnos unos a otros en lo que más urgencia tenemos de prestarnos auxilio, llevando mutuamente nuestras cargas, con espíritu fraternal? Así nos exhorta el Apóstol, diciendo: Ayudaos a llevar mutuamente vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo; y en otro lugar: Sobrellevaos mutuamente con amor. En ello consiste, efectivamente, la ley de Cristo. Cuando observo en mi hermano alguna deficiencia incorregible -consecuencia de alguna necesidad o de alguna enfermedad física o moral-, ¿por qué no lo soporto con paciencia, por qué no lo consuelo de buen grado, tal como está escrito: Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán? ¿No será porque me falta aquella caridad que todo lo aguanta, que es paciente para soportarlo todo, que es benigna en el amor?

 

Tal es ciertamente la ley de Cristo, que, en su pasión, soportó nuestros sufrimientos y, por su misericordia, aguantó nuestros dolores, amando a aquellos por quienes sufría, sufriendo por aquellos a quienes amaba. Por el contrario, el que hostiliza a su hermano que está en dificultades, el que le pone asechanzas en su debilidad, sea cual fuere su debilidad, se somete a la ley del diablo y la cumple. Seamos, pues, compasivos, caritativos con nuestros hermanos, soportemos sus debilidades, tratemos de hacer desaparecer sus vicios.

Cualquier género de vida, cualesquiera que sean sus prácticas o su porte exterior, mientras busquemos sinceramente el amor de Dios y el amor del prójimo por Dios, será agradable a Dios. La caridad ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están. Ella es el principio por el cual y el fin hacia el cual todo debe ordenarse. Nada es culpable si se hace en verdad movido por ella y de acuerdo con ella.

 

Quiera concedérnosla aquel a quien no podemos agradar sin ella, y sin el cual nada en absoluto podemos, que vive y reina y es Dios por los siglos inmortales. Amén