domingo, 3 de julio de 2022

PALABRA COMENTADA

 

domingo 14 de tiempo ordinario

Isaías 66, 10-14c



REFLEXIÓN

como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados

Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos

Cuando hay desolación, el próximo consuelo es el asidero para mantenerse en pie, en medio de la humillación, la vergüenza y el dolor por haber fallado hondamente. Pero la desolación purifica de pretensiones engañosas, que nos han alienado de nuestro centro real. Con ellas se erosiona el ego-ismo, y es posible que se abran vías para la alteridad, para el altru-ismo.

Jerusalén la ciudad santa asentada en la roca de Sión. Jerusalén la ciudad rebelde que rechazó la salvación de Jesús y el velo del Santo de los Santos de su templo se rasgó cuando él murió en la cruz. Jerusalén la ciudad celestial que nos baja de manos del Señor como un don que culmina todo al final.

Se trata de un símbolo poderoso de la significación de la estructura social humana a los ojos de la fe.

Porque lo que edifican nuestras manos como ciudades llevan anhelos de prosperidad y paz.

Sin embargo también se distorsionan en espacios de iniquidad e injusticia.

Necesitamos por tanto una ayuda, el don del Padre que nos dona el Espíritu de su hijo para inspirar nuestra ciudad con la ciudad celestial, que constantemente nos re-conduzca

a la comunidad del Señor.

Salmo responsorial: 65



REFLEXIÓN

Transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río. Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente.

Una vez creados y caídos, nosotros y nuestras obras lo que requieren es una transformación para adecuarnos a los planes del Señor.

Que su transformación sea una realidad histórica no es una aparatosa evidencia sino un emerger lo nuevo a los ojos de la fe.

De nuestra esperanza depende cuán aferrados nos constituyamos a esa novedad para continuar el proceso de transformación.

 Gálatas 6, 14-18



REFLEXIÓN

lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura nueva

Por eso la transformación que opera en nosotros el Padre que nos resucita en Jesús, no es el final sino un proceso de inicio, medio y fin, en el que se nos pide colaborar con nuestros talentos y el empuje de su Espíritu.

Lucas 10, 1-12, 17-20




REFLEXIÓN

Cuando llegamos al evangelio es como pisar la tierra histórica que nos puede desanimar por su radicalidad y exigencia, pero que podemos asumir gozosamente con la energía que emana el proceso de transformación en el que nos inserta el Espíritu desde nuestra inconformidad permanente.

"La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies

Algunos obreros que han ido a la mies, se han quedado con una parte.

Los pederastas y pedófilos hoy en la picota, han ensombrecido la nobleza de muchos, y duele cómo los escandalizados verdaderos sucumbren, y los más recios sufren.

Nos humilla la alegría de los enemigos porque parece confirmarse sus tesis que nos desprestigian. Como en los momentos que se rumoraba que los cristianos comían niños.

Ahora se rumora que abusan de los niños los sacerdotes, por ser célibes y porque sus superiores son cómplices de encubrimiento.

Más leña para la fogata anti-eclesial.

os mando como corderos en medio de lobos

Hoy en día los creyentes laicos y sus líderes con los que colaboran, sienten agudamente esta amenaza de vivir entre lobos.

No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino

No parece haber poder que ayude. Antes al contrario caen las alianzas de poder que en su falta de autenticidad evangélica fuimos tejiendo en la historia.

Más y más el signo de la comunidad creyente es la desnudez de cualquier tipo de dominación.

"Paz a esta casa."

No se debe dejar de bendecir ni desear la paz aun a los que atacan con deseo que desaparezca nuestro pálido testimonio de fe.

Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario

Aceptar la vida de los que nos acogen y convivir con sencillez nuestro acompañamiento permite al Espíritu Santo labrar desde lo profundo de nuestras relaciones una fraternidad verdadera.

"Está cerca de vosotros el reino de Dios."

El de la solidaridad en contexto del compartir la vida transformada que nos dona el Padre.

Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo."

No nos llenamos de orgullo y jactancia por posibles poderes, sino por estar incluídos en el Designio del Padre.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1543557627090698240?s=20&t=PlnM-_DzY_q9hjAcgCDSnw

 

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


Domingo, XIV

San Agustín Sermón 19,2-3 Yo reconozco mi culpa, dice el salmista

Si yo la reconozco, dígnate tú perdonarla. No tengamos en modo alguno la presunción de que vivimos rectamente y sin pecado. Lo que atestigua a favor de nuestra vida es el reconocimiento de nuestras culpas. Los hombres sin remedio son aquellos que dejan de atender a sus propios pecados para fijarse en los de los demás. No buscan lo que hay que corregir, sino en qué pueden morder. Y, al no poderse excusar a sí mismos, están siempre dispuestos a acusar a los demás. No es así cómo nos enseña el salmo a orar y dar a Dios satisfacción, ya que dice: Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. El que así ora no atiende a los pecados ajenos, sino que se examina a sí mismo, y no de manera superficial, como quien palpa, sino profundizando en su interior. No se perdona a sí mismo, y por esto precisamente puede atreverse a pedir perdón. ¿Quieres aplacar a Dios? Conoce lo que has de hacer contigo mismo para que Dios te sea propicio.

REFLEXIÓN

No se avanza mucho en el mutuo entendimiento de personas , grupos o pueblos por esta falla congénita de ausencia de reconocimiento de la propia culpa, la autocrítica. Que también puede ser simulada y manipulada, pero así cualquier cosa. Sin este honesto reconocimiento, no hay forma de apaciguarnos, e iniciar la conversión de unos con otros.

Atiende a lo que dice el mismo salmo: Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Por tanto, ¿es que has de prescindir del sacrificio? ¿Significa esto que podrás aplacar a Dios sin ninguna oblación? ¿Que dice el salmo? Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Pero continúa y verás que dice: Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Dios rechaza los antiguos sacrificios, pero te enseña qué es lo que has de ofrecer. Nuestros padres ofrecían víctimas de sus rebaños, y éste era su sacrificio. Los sacrificios no te satisfacen, pero quieres otra clase de sacrificios. Si te ofreciera un holocausto –dice–, no lo querrías. Si no quieres, pues, holocaustos, ¿vas a quedar sin sacrificios? De ningún modo. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Éste es el sacrificio que has de ofrecer. No busques en el rebaño, no prepares navíos para navegar hasta las más lejanas tierras a buscar perfumes. Busca en tu corazón la ofrenda grata a Dios. El corazón es lo que hay que quebrantar.

REFLEXIÓN

El sacrificio del corazón quebrantado, no lleva a la desaparición sino a la vida. Es morir para vivir, en un sentido más profundo y amistoso con Dios. Porque compartimos como Dios su aversión por el daño.

Y no temas perder el corazón al quebrantarlo, pues dice también el salmo: Oh Dios, crea en mí un corazón puro. Para que sea creado este corazón puro hay que quebrantar antes el impuro. Sintamos disgusto de nosotros mismos cuando pecamos, ya que el pecado disgusta a Dios. Y, ya que no estamos libres de pecado, por lo menos asemejémonos a Dios en nuestro disgusto por lo que a él le disgusta. Así tu voluntad coincide en algo con la de Dios, en cuanto que te disgusta lo mismo que odia tu Hacedor.