Lunes 14 de tiempo ordinario
Oseas
2, 16. 17b-18. 21-22
REFLEXIÓN
Yo
la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón.
me
llamará Esposo (ishi)mío, no me llamará Ídolo (baal)mío
En nuestra relación con el Señor vamos a ir creciendo en tal forma
que la calidad de interacción y diálogo se perfeccionará.
El
término de hebreo traducido como ídolo puede expresar también un propietario de
cosas, y según la mentalidad semita, de mujeres, porque ellas eran tenidas como
tal.
Pero en
esta revelación de la Palabra se da a entender un cambio, un mutuo
descubrimiento como sucede en las parejas bien unidas. El cambio es a favor de
la mutua valoración. Ella deja de ser cosa, él deja de ser amo y dueño. Ahora
son humanos, personas, amantes.
Un texto
así como revelación de la Palabra para nuestros días corrobora la inquietud en
alza que vivimos por la revaloración de la mujer en la dinámica de pareja.
Así hoy
podemos pensar la pareja como un punto de partida para la conquista
colaborativa de la condición de personas en vez de cosas.
me casaré contigo en
derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en
fidelidad, y te penetrarás del Señor."
Estos
son los atributos que describen la manera de ser del Señor tal como es
percibida por sus fieles. En el lenguaje conyugal de Oseas adquieren una fuerza
peculiar muy cercana a nuestra experiencia.
Porque
hoy en día sentimos entre otros el matrimonio y la pareja como un escenario de
confrontación para dejar establecida una supremacía. Pero cuando la Palabra se
aviene a encarnarse en la realidad de mayor intimidad unitiva humana como lo es
la relación conyugal, lo hace en un código de colaboración para la valoración
de ambos.
El
matrimonio es un microcosmos que dramatiza a la sociedad en su conjunto. Si
allí lo que prospera es la competencia y el sometimiento mutuo, también la
sociedad lo reflejará.
Por eso
la importancia de evangelizar un estilo fraternal desde esa unión íntima.
Salmo responsorial: 144
REFLEXIÓN
es
incalculable su grandeza
Nos desborda el Señor con su Palabra siempre. Nos da a entender
que sabe Él mejor de nuestras realidades humanas logradas, que nuestra propia
sabiduría.
El
Señor es clemente y misericordioso
Más allá de los límites que ponemos a nuestra paciencia,
tolerancia, y compasión.
Mateo 9,18-26
REFLEXIÓN
"Mi
hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá".
Jesús lo siguió con sus discípulos.
Jesús de Nazareth plasma en un cuadrante del tiempo y el espacio
una muestra de la naturaleza íntima del Dios que nos está enseñando a amar, cuando
sigue con toda condescendencia y
sencillez al que le pide por su hija, hasta donde ella se encuentra.
Parece un contraste con la imagen que tenemos sobre los favores
que pedimos a una divinidad, en la que los peticionarios acuden para ser oidos.
Una
lección para nuestra manera de pedir al Señor por nuestras necesidades, graves
o menores. Él nos sigue hasta donde lo necesitemos, porque está enfocado en
nuestro bienestar.
Si
ésta fuera nuestra experiencia, lo que menos haríamos es buscar al Señor para que
hiciera el milagro de la revivificación.
Así
de excluída aparece la intervención benéfica puntual del Señor en nuestra
existencia.
Vivimos
más bien bajo el horizonte mental de esa exclusión del milagro como más
compatible con la realidad.
Pero,
es la realidad? O es como la queremos hacer en consonancia con nuestra
liberación de mitos? No será más bien la intención del Señor dársenos en amor,
bondad y beneficios en nuestra vida cada vez más? Somos de poca fe.
"¡Ánimo, hija! Tu
fe te ha curado."
Hacemos
muy poco por nuestra curación y otras bondades. Apelamos con inhibición a Jesús
de Nazareth, quien se proclamó escala entre el cielo y la tierra.
Su disponibilidad para recibirnos a la hora que sea por el motivo
que sea no tiene medida.
Así nos convence, nos habla al corazón, que Él es misericordia y
compasión, justicia y derecho. De nosotros depende tomarle la Palabra.
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