Viernes 18 de tiempo ordinario
Nahún 2, 1. 3; 3, 1-3. 6-7
REFLEXIÓN
En la escena internacional un profeta casi
desconocido desde el reino de Juda, el que queda de Israel, canta el señorío
del Señor sobre la historia.
Según la historia el imperio Asirio fue entonces
el más cruel y el profeta canta su caída, leyendo una acción favorable de la
Palabra.
Es lo que sucede en nuestros días a nivel
geopolítico, también dentro de nuestras fronteras, de nuestras sociedades, de
nuestras redes de relación, de familia, de trabajo, de amistad.
Porque en todos estos niveles sucede y se da el
dominio efectivo y el afán de dominio de unos sobre otros.
Unas veces adquieren tal fuerza que gemimos por
la aflicción que nos causan.
Entonces al liberarnos por lo que llamamos azar,
circunstancias favorables y demás, podemos reconocer una intervención del Señor
de la historia y dar gracias, porque hay Alguien más allá de todo, que protege
y ayuda.
Una convicción de esta clase aporta al creyente
un descanso básico, una esperanza sólida, una paciencia aquilatada, porque
saborea que el Señor anda cerca.
Interleccional:
Deuteronomio 32
REFLEXIÓN
el Señor defenderá a su pueblo / y tendrá compasión de sus
siervos
Es
posible que nuestra responsabilidad engendre malos días cuyos efectos caigan
sobre nosotros, pero la esperanza del creyente consiste en esperar misericordia
más allá de la propia culpa, y según esto, esperar confiado mientras se da y se
padece la criba.
Mateo 16, 24-28
REFLEXIÓN
El que quiera venirse conmigo, que se niegue s sí mismo, que
cargue con su cruz y me siga
Porque
cruz siempre hay, se quiera o no. Es mejor cargarla voluntariamente que ser
oprimido y arrastrado por su peso a pesar de nuestra rebeldía y protesta.
Es mejor
que ella se cargue, inspirados por un amor de seguimiento, que honra la entrega
de Jesús.
Y en
esas condiciones me siga: en una negación que es consecuencia de la entrega al
reino de Dios en toda su riqueza, diversidad y amplitud. Haciendo el bien con
discernimiento.
Ello
generará la cruz particular que hemos de cargar. Porque el hacer el bien con
discernimiento implica un tanto cuanto que inhibe el afectarse a nada que no
sea partícipe del designio del Padre.
el que la pierda por mí la encontrará
El
desgaste cotidiano por el Señor también cuenta para ir encontrando la vida.
Perder
por el reino es una contravía a la receta del éxito mundano: el esforzarse por
ser un ganador, no importa sobre cuántas cabezas.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si
arruina su vida?
Estamos
troquelados por el sistema capitalista de mercado. Somos por tanto sensibles a
ser considerados perdedores. Y nos esforzamos para ser siempre ganadores.
Un
sistema diferente, evangélico, nos plantea el reverso del anverso: ser
perdedores de la vida-concupiscencia y asumir la cruz produce ganancia. Es una
ganancia que se deja sentir desde ya.
De qué
me sirve recibir todo el reconocimiento y los recursos que anhelo si voy a
perder la vida? Es preferible no recibirlos.
pagará a cada uno según su conducta
Los
sicólogos y filósofos extreman su purismo cuando concluyen que lo perfecto
consiste en no esperar premio ni recompensa, porque eso es de niños, impuro e
imperfecto.
Pero el
Señor gusta que seamos como niños con Él. Incluso lo alaba Jesús cuando acoge
los niños. Porque a ellos no les da pena reconocer que le gustan los premios y
las recompensas.
Y el
Padre de Jesús lo ha enviado para que nos seduzca con la promesa de una vida
junto a él. No es posible no esperar por ello.
Es
preferible recibir su paga. La cual se barrunta, desde la sede de la verdad y
convicción, que vive dentro de nosotros y nos mantiene orientados.
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