lunes, 10 de octubre de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Lunes 28 de tiempo ordinario

 

Gálatas 4, 22-24. 26-27. 31-5, 1



REFLEXIÓN

"Alégrate, estéril, que no das a luz, rompe a gritar, tú que no conocías los dolores de parto, porque la abandonada tiene más hijos que la que vive con el marido."

Lo que Pablo plantee se puede asumir desde una perspectiva. Todos los seres humanos hablamos desde una perspectiva.

Por supuesto la del Pablo convertido es la perspectiva de su fe en Jesucristo. Una fe gestada en lo que Pablo llama revelación.

Un mensaje entregado amorosa y gratuitamente por el Señor Padre de Jesús a una conciencia de falta de merecimiento. Esto es básico.

Así que Pablo respira por todos sus poros una agradecimiento profundo y una responsabilidad suma por esta revelación.

Y esa gratuidad experimentada y vivenciada dicta el criterio interpretativo para hacer frente a la perspectiva judía que era la suya antes de la conversión.

Pablo ve a sus exreligionarios como ligados a una práctica de la Alianza pero en versión de Ley atribuída a Moisés. Ligados en forma servil, interesada, ideologizada para sustentar una supremacía de élite de poder.

Y usa a Sara la estéril como la figura de la bendición gratuita, como la que él ha recibido. El Señor ha vuelto a acordarse de quien no tenía futuro, para mostrar que Él es el futuro de toda persona, pueblo o nación.

Salmo responsorial: 112



REFLEXIÓN

Levanta del polvo al desvalido, / alza de la basura al pobre.

El proceso de fe viva es uno de amistad con el Padre en el Espíritu de su Hijo.

Esa amistad, en el misterio del Dios absoluto, llega a una confesión: un Tú único.

Un reconocimiento pleno al Señor sobre su forma peculiar de ser que lo constituye en Alguien fuera de serie, porque muestra su gloria desde lo pequeño.

Lucas 11, 29-32



REFLEXIÓN

la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: "Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás

La comunidad pasó a otro nivel de significación del signo: de la predicación que llama a la conversión, a la resurrección al tercer día.

Ambas no se deben desvincular. Porque el anuncio de Jesus resucitado no nos hace inmunes al cambio de vida. Más bien lo promueve.

Un liderazgo como el de Jesús enseñaría a los líderes de nuestro tiempo a hablar con la verdad y cantarles a las multitudes que los aclaman sus fallas y defectos, que deben superar.

Pero nuestros líderes tienen miedo de decir la verdad para no perder apoyo. Y quien dice líder político, también dice líder religioso, educador, familiar y demás.

No somos libres de decir verdades que puedan liberar. Excepto aquellas que tienen el aplauso asegurado, como las grabaciones de los espectáculos televisivos que inducen al aplauso y la carcajada.

ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás

Qué desolación para Jesús: no se convierten así les haga milagros o así les hable claro.

Aparentemente el Señor hizo su plan en la forma más compleja: dejándonos ponderar y decidir qué aceptamos.

Pero es la única vía que puede dar en una auténtica conversión.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1579439149899448321?s=20&t=S4rYHnzp1w7mQ_dKCyDhMg

DOCTORES DE LA IGLESIA



 De la carta de san Agustín, obispo, a Proba
(Carta 130, 9, 18--10, 20: CSEL 44, 60-63)
 
DEBEMOS EN CIERTOS MOMENTOS AMONESTARNOS A NOSOTROS MISMOS CON LA ORACIÓN VOCAL

 

Deseemos siempre la vida dichosa y eterna, que nos dará nuestro Dios y Señor, y así estaremos siempre orando. Pero, con objeto de mantener vivo este deseo, debemos, en ciertos momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que, de algún modo, nos distraen de él y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal, no fuese caso que si nuestro deseo empezó a entibiarse llegara a quedar totalmente frío y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabara por extinguirse del todo.

 Por eso, cuando dice el Apóstol: Presentad públicamente vuestras peticiones a Dios, no hay que entender estas palabras como si se tratara de descubrir a Dios nuestras peticiones, pues él continuamente las conoce, aun antes de que se las formulemos; estas palabras significan, más bien, que debemos descubrir nuestras peticiones a nosotros mismos en presencia de Dios, perseverando en la oración, sin mostrarlas ante los hombres por vanagloria de nuestras plegarias.

 Como esto sea así, aunque ya en el cumplimiento de nuestros deberes, como dijimos, hemos de orar siempre con el deseo, no puede considerarse inútil y vituperable el entregarse largamente a la oración, siempre y cuando no nos lo impidan otras obligaciones buenas y necesarias. Ni hay que decir, como algunos piensan, que orar largamente sea lo mismo que orar con vana palabrería. Una cosa, en efecto, son las muchas palabras y otra cosa el afecto perseverante y continuado. Pues del mismo Señor está escrito que pasaba la noche en oración y que oró largamente; con lo cual, ¿qué hizo sino darnos ejemplo, al orar oportunamente en el tiempo, aquel mismo que, con el Padre, oye nuestra oración en la eternidad?

 Se dice que los monjes de Egipto hacen frecuentes oraciones, pero muy cortas, a manera de jaculatorias brevísimas, para que así la atención, que es tan sumamente necesaria en la oración, se mantenga vigilante y despierta y no se fatigue ni se embote con la prolijidad de las palabras. Con esto nos enseñan claramente que así como no hay que forzar la atención cuando no logra mantenerse despierta, así tampoco hay que interrumpirla cuando puede continuar orando.

 Lejos, pues, de nosotros la oración con vana palabrería; pero que no falte la oración prolongada, mientras persevere ferviente la atención. Hablar mucho en la oración es como tratar un asunto necesario y urgente con palabras superfluas. Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante y lleno de afecto a la puerta de aquel que nos escucha. Porque con frecuencia la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras y expresiones verbales. Porque el Señor recoge nuestras lágrimas en su odre y a él no se le ocultan nuestros gemidos, pues todo lo creó por medio de aquel que es su Palabra, y no necesita las palabras humanas.