sábado, 3 de diciembre de 2022

BEATO CARLO


 
De las cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san Ignacio.

(De la Vida de Francisco Javier, escrita por H. Tursellini, Roma 1956, libro 4, cartas 4 [1542] y 5 [1544])
¡AY DE MÍ SI NO ANUNCIARA LA BUENA NUEVA!


Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra no es habitada por los portugueses, ya que es sumamente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaría o los mandamientos de la ley de Dios.
Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos.
Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaria. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.
Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»
¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India.»

viernes, 2 de diciembre de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Viernes 1 de Adviento

Isaías 29,17-24



REFLEXIÓN

Pronto, muy pronto

Este sentido del tiempo del profeta nos sienta como ironía desde la perspectiva de nuestas angustias.

Por eso hay una bienaventuranza que se relaciona con los que sin ver creen.

Cuál es la felicidad de la esperanza desnuda que sin recibir aparententemente anticipaciones de cumplimiento puede mantenerse erguida y sustentadora?

Debe ser una gracia del Señor que mantiene en su presencia a los espíritus vivificados por su Espíritu, sin alicientes, ni recompensas, ni dádivas, como se sostiene un siervo que hace lo que tiene que hacer, sin ningún reconocimiento.

Algo escandaloso de oir y pensar en nuestro tiempo, cuando el reconocimiento mínimo es condición sine qua non de crecimiento personal.

Estaríamos entrando en la fe desnuda, que se fía como Abraham, aunque las condiciones no dan visos de ningún tipo de cumplimiento.

De qué se trata todo esto? De alguna forma esto tiene que ver con su Nombre, con su Gloria, con su Misterio.

Éste brillará en tiempo oportuno. Y entonces comprenderemos.

Hay un llamado de testigos que nos precedieron en ese sentido: hallar la felicidad en el despojo y abandono absolutos, donde sólo queda Él.

Es la noche oscura del Espíritu, es la tercera manera de humildad, es la soledad de la montaña.

aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos

Israel bíblico aprendió a escuchar a su Dios, primero en la voz de sus enviados y después en la voz y palabras grabadas en escritos. Un proceso de guardar, asumir, repetir en circunstancias distintas, e intentar obedecer. Respetó y aceptó el proceso humano de comunicación como inspirado por el Señor y le dio culto.

En nuestros días, tras años de escrutinio del legado bíblico, alejados de la voz de los enviados del Señor Jesús, se da lugar a criterios minimalistas y maximalistas sobre esa inspiración de Dios.

Sin embargo para el creyente sincero y transparente, su fidelidad a la palabra no entra en angustias, dudas e increencia porque algunos eruditos investiguen el carácter de esa inspiración hasta quedar en nada, y la Palabra se reduzca a un vestigio cultural de épocas anteriores.

Las palabras de la Palabra no se leen.Se escuchan.

Escuchar implica más que mirar o leer. Se puede leer y no escuchar. Leer y no comprender. Si no que lo digan los educadores.

El Señor sabía que se toma un riesgo al dejar que su Espíritu en forma de voz se escribiera.

Se trataba de pasar de una cultura oral a otra escrita. Cosas del progreso que no siempre traen exclusivamente cosas buenas.

Por eso, y para preservar su Palabra viva, envió profetas que devolvían el aliento a su Palabra, y por fin en un acto exagerado de compromiso envió a su Hijo para encarnar su Palabra.

Por lo tanto escuchar la Palabra no puede pasar de moda, porque es la única forma de sintonizar con el designio del Señor.

Escucharla es también poner atención a las encarnaciones que reflejan en la historia en curso a Jesús de Nazareth, el hombre Palabra.

Porque no obstante el cansancio que tenemos de hacerle caso a los planes y propuestas mesiánicos, nos mueve todavía la persona que encarne valores.

Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los más pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar y, con trampas, al que defiende en el tribunal, y por nada hunden al inocente."

Sara la mujer de Abraham se reía de la Promesa de descendencia, por su edad.

La mujer de Job le echa en cara su lealtad tras el infortunio.

Así le puede suceder al creyente que al vivir la opresión y la injusticia, le cuesta creer que algo bueno pueda advenir para los postrados en el mal: sus víctimas.

Así ocurre con algunos apóstoles que se identifican con las víctimas cuando las acompañan en su sufrimiento, y pierden la esperanza junto con ellas.

Es algo crucial: creemos o no, esperamos o no, estamos en una actitud de adviento, de advenimiento de la salvación, de la liberación?

Quizás debamos ponernos serios en preguntarnos y no dejarnos adormecer por tanto rito y devoción rutinaria, cíclica y mercantilizada.

Son los más pobres los mayormente interesados en sentir y vivir la Palabra como propia palabra del Señor, porque allí radica su esperanza de justicia y verdad.

Son ellos quienes mantienen la vigilia de la presencia de la voz del Señor y no los eruditos que la minimizan, e incluso se predican a sí mismos.

De este riesgo nos previene Pablo cuando pide a sus comunidades no hacer caso de predicaciones contrarias.

Quizás con mente culta, pluralista y relativizadora el erudito actual pretende disminuir todo poder que no sea el suyo, pero el atentado no es contra una pieza de museo, que lo parece este mensaje milenario, sino contra la supervivencia de la justicia al oprimido en esta tierra enseñoreada de opresores.

ya no se sonrojará su cara, pues, cuando vea mis acciones en medio de él, santificará mi nombre,

Un fruto de la lectura y escucha de la palabra inspirada es ver las acciones del Señor en el acontecer de la historia, donde otros sólo ven eventos ideológicamente concatenados.

Este es el fruto: un conocimiento más profundo del Señor; en fin de cuentas: lo único verdaderamente necesario.

La captación existencial y vivencial del Principio y Fundamento.

Salmo responsorial: 26



REFLEXIÓN

Espera en el Señor, sé valiente, / ten ánimo, espera en el Señor

Valor! Es la recomendación del Espíritu en estas festividades.

Ánimo! Es la exhoración de la Palabra que trae la esperanza.

Rebusquemos en la memoria los cumplimientos parciales de salvación, para que no caigamos en la desconfianza.

Dar testimonio del Señor en este mundo no trata sólo de concertar, ni de sinergia, sino también de discrepar y afirmar la identidad sentida como auténtica.

Mateo 9,27-31



REFLEXIÓN

dos ciegos seguían a Jesús

Jesús les dijo: "¿Creéis que puedo hacerlo?"

Para responder que sí, que creemos que puede Jesús hacer por nosotros, se requiere que caigamos en cuenta de nuestra necesidad, no de lo que suponemos que es.

Porque nuestra ceguera puede ser tal que tomemos por necesidad en nuestra existencia algo que es una consecuencia de la verdadera necesidad.

Así podemos pedir salud, pero no necesitaremos más bien saber vivir saludablemente? Porque de qué vale sanar, si vivo insalubremente y vuelvo a enfermar?

Así podemos pedir bienestar económico, pero si la necesidad es más bien saber vivir con mi capacidad económica, volveré a la pobreza si vuelvo a derrochar.

Por eso la pregunta de Jesús es muy importante: creen que puedo curar su ceguera?

Bautizados en la pascua de Jesús los seguidores de su evangelio del Reino pedimos ver, cuando accedemos a su palabra.

Ver la vida, ver la historia, ver el universo y ver su justicia a los empobrecidos, víctimas indefensas.

Sólo sí creemos en esa posibilidad, por Jesús de Nazaret y con él.

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