1Juan 1,1-4
REFLEXIÓN
Lo que existía desde el principio, lo que
hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y
palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible),
nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que
estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo
anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el
Padre y con su Hijo Jesucristo. Os
escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa
La natividad que celebramos se mira desde una perspectiva
pascual, es decir, en la conciencia de celebrar el nacimiento de la vida
palpable del Padre en su hijo Jesús y por medio de sus testigos cualificados.
Nuestra alegría es por tener vida, la vida eterna, la que
proviene del Señor.
Y el testimonio acentuado, remarcado, ponderado de la Palabra
en voz de Juan sirve a esa alegría vital para que siga hasta la plenitud
Hoy la palabra y el escrito están a merced de la
hermenéutica, la semántica, la semiología, que ayudan a establecer el dicho
original, pero pueden diluir, como agua entre los dedos, el contenido hasta
dejarnos casi vacíos.
Por tanto urge que recuperemos la credibilidad en la Palabra
que viene en las palabras de la cultura, y superemos los escándalos de la
misma, que nos hacen tropezar, para decir con Pedro: Señor, a quién iremos. Tú
tienes palabras de vida eterna.
La vida eterna hoy dejó de ser atractiva o seductora. Más que
ella vivimos intensamente la vida actual, la que tiene término.
Cualquier género de comunicación humana que intenta
representar una vida alternativa a ésta actual, se marchita. No importa los
efectos técnicos que se empleen.
Pero algunos en la vivencia de fe creen encontrar una
experiencia diferencial de vida, a la que en contraste podemos llamar eterna.
Esta vivencia se alimenta de oración, contemplación, entrega solidaria y
fraternidad.
Quienes la prueban logran establecer una comparación con la
vida actual y sus evasiones. Su
cosmovisión se abre a una calidad y calidez en la profundidad de las cosas.
En esta región se vive la paz y un amor que afronta la muerte
con resolución y esperanza.
Hay que hacer énfasis en estas palabras y dejar que se
profundicen, o más bien, que el Espíritu las profundice en nosotros.
Nuestra cultura utilitaria y tecnológica no atina a
encontrarles espacio significativo, más que en ciertos momentos críticos. No
entiende que no se trata de hacer, sino de creer.
El enfoque social dominante, la transformación de las
estructuras opresoras, se ha convertido en una obsesión que repele otros
enfoques más contemplativos y pasivos. Contemplar para actuar, puede torcer el
contemplar. Contemplar en el actuar es una sabiduría pasiva que permite desde
dentro transformarse y transformar.
Es la palabra viva que produce vida.
Cómo es estar unidos
: en la docilidad? En la iniciativa? En la subordinación? En la autonomía? Más que nada en la
cooperación, en la que ponemos de nuestra cosecha para un proyecto o designio
común donde somos co-responsables.
Salmo responsorial: 96
REFLEXIÓN
justicia y derecho sostienen su trono
En este momento el salmo se queda un poco lejos, por su
mirada al Dios Trascendente y montañero, que no hace justicia a la cercanía del
mensaje de Juan.
O en esa cercanía y como garantía de la misma hemos de
encontrar al totalmente otro, para que se disminuya la sospecha de que lo que
creemos es obra de nuestra propia creación.
la alegría para los rectos de corazón
Alegría es una emoción que se basa en un acontecimiento
favorablemente experimentado. Irradia en la existencia aportando un cambio
además de ser comunicativa.
Se puede transformar en un gozo que implica una actitud
permanente de positividad y visión.
Alegraos, justos, con el Señor
Alegrémonos pues con acción de gracias porque hacemos el esfuerzo
por la justicia de Dios, que es mayor que la de los hombres, y creemos en una
vida plena definitiva, que desde ya empezamos a gustar.
Alegría y gozo pueden sugerirnos que pisamos una realidad
nueva y donada: una vida que contrasta pero paradójica. Mientras se consolida
en esta vida también hay sombras, pero se disipan y vuelve la vivencia a
mostrar su brillantez y sentido. Se requiere mantener en alerta una competencia
que mantenga orientado al creyente para que no se desanime.
Juan 20,2-8
REFLEXIÓN
fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús
el otro discípulo corría más que Pedro; se
adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el
suelo; pero no entró
entró también el otro discípulo, el que había
llegado primero al sepulcro; vio y creyó
El otro discípulo, quizá innombrado por modestia, pero que
reconoce la predilección afectiva de Jesús, es un modelo de aceptación de su
rol y misión.
Nada de lo descrito sugiere ganancia propia y autoglorificación
por tal afecto preferencial.
Más bien, se hace a un lado para que el carisma de la piedra
haga su función: fundamentar la fe de los demás.
Pero aun sin esa gloria, este discípulo goza del carisma de
la intuición de fe, porque no necesita muchas pruebas para creer.
Porque el amor no necesita tantas pruebas.
No se dice de Pedro que creyera, sino del otro discípulo, en
un relato de Juan, y por eso la tradición de que fue él mismo.
No lo sabemos con certeza, pero subraya una experiencia de fe,
que se alimenta de una intuición profunda, en la que no necesita tanta
evidencia para entregarse en la fe.
Vio y creyó. Con pocos signos creyó, por la unidad histórica
y vital que mantuvo con su maestro.
Unidad
de amor de unos amigos plenamente identificados.
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