sábado, 3 de junio de 2023

PALABRA COMENTADA

 

 

Sábado 8 de tiempo ordinario

Año Impar

Eclesiástico 51,17-27



REFLEXIÓN

mi alma saboreó sus frutos

Cuál fruto entre todos sobresale como efecto de la sabiduría de la palabra? La fe, esperanza y amor solidario activos, vivencidos y existencialmente seguidos.

Convergen en una vida según el Espíritu que es de paz y paciencia en la posesión de la verdad salvífica y del reino de Dios en proceso de instalación.

En este reino se sienten las bienaventuranzas como dichas, como tesoros que no se cambian, como conversión que se purifica y aviva constantemente.

Salmo responsorial: 18



REFLEXIÓN

Más preciosos que el oro, / más que el oro fino; / más dulces que la miel / de un panal que destila

No es que otros tesoros no tienten sino que la experiencia del reino conlleva un bienestar que brota de la paz de la conciencia.

Siempre estaremos en deuda, y pensaremos no haber hecho lo suficiente, sobretodo en el compromiso con el pobre.

Pero la fidelidad al amor del prójimo nos hace gozosos y firmes.

Marcos 11,27-33



REFLEXIÓN

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: "¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejanrte autoridad?" Jesús les respondió: "Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme." Se pusieron a deliberar: "Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombre..." (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: "No sabemos." Jesús les replicó: "Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto."

La pregunta de la autoridad judía era política y calculadora: buscaba mantener la autoridad y el poder. Seguir siendo quienes determinan qué es de Dios y qué no.

La renuencia de Jesús es la de aquél que sabe que su respuesta será usada para un mayor endurecimiento, pero no para la conversión a su persona y su reino.

Así en nuestro tiempo desde diferentes trincheras los hombres y mujeres preguntan, no para convertirse en mejores personas, sino para manenerse en la injusticia.

Es lo que podemos colegir de tantas reuniones, congresos y foros sobre la brecha entre ricos y pobres en las naciones, pero que no llegan sino a documentos y declaraciones, pero la brecha se mantiene.

Cuánta gloria y prestigio se puede derivar para una empresa de su pertenencia a un programa de responsabilidad social. Pero las injusticias dentro de la organización se mantienen para mantener el margen de ganancia inalterado.

Una falta de honestidad personal y también política. Un cálculo para no confesar la fe.

Por eso nuestra fe puede ser de mala ley si se fundamenta en un apoyo de mayorías pero sin convicción de Dios.

Al menos Jesús se encontraba en la línea profética de Juan B.y sus actos eran bien mirados por algunos. Los dirigentes no se atreverían contra él a plena luz del día.

Es la respuesta de la no respuesta de Jesús a las preguntas e iniciativas hipócritas.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1664971326216454145?s=20

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Eclesiástico 51,17-27

Una sabiduría forjada en el vivir auténtico y en el esfuerzo del bien común diario es la santificación laica. Inspirada por un amar revelado por la Palabra, se transforma en una santidad en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se nutre y protege convenientemente en una comunidad de fe cristiana, pero no se excluye alcanzarla en cualquiera de buena voluntad.

Salmo responsorial: 18

En cuanto descubrimos y consentimos a la voz de Dios en nuestra conciencia, captamos un orden que nos humaniza y nos hace bienaventurados, por su amar gratuito que no cesa jamás.

Marcos 11,27-33

Se refleja en el evangelista el tema recurrente de la autoridad de Jesús, preocupación de la comunidad cristiana del camino inicial, porque eran pioneros de una nueva ruta de peregrinación hacia la vida que no termina. Les tocaba discernir constantemente en medio de otros modos de concebirel orden, impuestos con sentencia de muerte incluso. El martirio de cristianos entonces y ahora, es la postura de un orden inédito que nos se impone sino que se decide desde dentro, desde lo más profundo del la conciencia de fe.

BEATO CARLO


 
De la Homilía del papa Pablo sexto, en la canonización de los mártires de Uganda
(AAS 56 [1964], 905-906)


LA GLORIA DE LOS MÁRTIRES SIGNO DE RENOVACIÓN

Estos mártires africanos añaden una nueva página a aquella lista de vencedores llamada Martirologio, página que contiene unos hechos a la vez siniestros y magníficos; página digna de formar parte de aquellas ilustres narraciones de la antigua África, que nosotros, los que vivimos en esta época, pensábamos, como hombres de poca fe, que nunca tendrían una continuación adecuada.

¿Quién hubiera podido sospechar, por ejemplo, que aquellas actas, tan conmovedoras, de los mártires escilitanos, de los mártires cartagineses, de los mártires de la «blanca multitud» de Útica, recordados por san Agustín y Prudencia, de los mártires de Egipto, ampliamente ensalzados en los escritos de Juan Crisóstomo, de los mártires de la persecución de los vándalos, se verían enriquecidas en nuestro tiempo con nuevas historias, en las que se narrarían unas
hazañas no inferiores en fortaleza y en brillantez?

¿Quién hubiera podido imaginar que a aquellos ilustres mártires y confesores africanos, tan conocidos y recordados, como Cipriano, Felicidad y Perpetua, y Agustín, aquel gran hombre, añadiríamos un día los nombres tan queridos de Carlos Lwanga, de Matías Mulumba Kalemba y de sus veinte compañeros?
Sin olvidar aquellos otros, de confesión anglicana, que sufrieron la muerte por el nombre de Cristo.

Estos mártires africanos significan, en verdad, el inicio de una nueva era. No permita Dios que el pensamiento de los hombres retorne a las persecuciones y conflictos de orden religioso, sino que tiendan a una renovación cristiana y civil.

África, regada con la sangre de estos mártires, los primeros de esta nueva era (y quiera Dios que los últimos, tratándose de un holocausto tan grande y de tanto precio), África renace libre y dueña de sí misma.

Aquel crimen, del que ellos fueron víctima, es tan abominable y tan significativo, que proporciona un motivo claro y suficiente para que este nuevo pueblo adquiera una formación moral, para que prevalezcan nuevas costumbres espirituales y sean transmitidas a los descendientes, para que sea como un símbolo eficaz del paso de un estado de vida simple y primitivo, en el que no faltaban unos valores humanos dignos de consideración, pero que era también corrompido y débil y como esclavo de sí mismo, a una cultura más civilizada, que tienda a unas más elevadas expresiones de la mente humana y a unas superiores condiciones de vida social.