viernes, 4 de agosto de 2023

PALABRA COMENTADA

 Viernes 17 de tiempo ordinario 

Año Impar 

Levítico 23,1.4-11.15-16.27.34b-37 



REFLEXIÓN 

Éstas son las festividades del Señor en las que os reuniréis en asamblea litúrgica, y ofreceréis al Señor oblaciones, holocaustos y ofrendas, sacrificios de comunión y libaciones, según corresponde a cada día 

En este libro de la Palabra encontramos tradiciones posteriores al Éxodo y el caminar por el desierto. 

Más bien pueden reflejar una situación diversa como sería la estancia en el exilio después de la caída de Jerusalén a manos de los neobabilonios hacia el siglo VI a.C. 

No cuentan en este momento con un templo que ha sido destruído, y no hay ofrendas de sangre y animales sino ofrendas de paz. 

Una evolución del sacrificio en el pueblo de Dios, forzado por las circunstancias, que lo ubica en otro nivel de relación con el Señor. 

Salmo responsorial: 80 



REFLEXIÓN 

No tendrás un dios extraño, / no adorarás un dios extranjero; / yo soy el Señor, Dios tuyo, / que te saqué del país de Egipto 

La fiesta es una ocasión de recordarse el mandamiento esencial: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas. 

Mateo 13,54-58 



REFLEXIÓN 

"¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? 

El entorno común y sencillo de Jesús ocultaba la fuente de su calidad de Palabra. Era relativizable como cualquier palabra humana. Ausencia de prepotencia que se ponía a cuenta de su debilidad.  

Como a lo largo de toda la Promesa y Alianza en las Escrituras, la debilidad se mostraba como el signo de la gloria del Señor. 

¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas? 

Jesús fue un humano entre los humanos, y las fuentes no esconden su entorno común, pero admirable y contrastante. Entonces ¿por qué en los siguientes siglos se fue dando la tendencia a encumbrarlo y divinizarlo a la manera de los dioses paganos? Fue el costo de evangelizar en la cultura helena? 

Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta 

El coterráneo cree conocer todo por conocer las circunstancias de tiempo y lugar de una persona. 

Es muy común desconocer o resistirse a aceptar que los que fueron una vez vecinos y conocidos han crecido y se han transformado para bien. 

Un género de envidia y maledicencia del que no se escapó Jesús. 

Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe 

Cuando la fe es don de lo alto no menosprecia las realidades más humildes por las que puede llegar la comunicación del Señor y su designio. 

El enfoque inclusivo de nuestro tiempo manifiesta algo de esta mirada que le debemos a todas las realidades humildes, porque se trata de acoger minorías y ver el mundo desde su perspectiva disminuída por la dominancia: Mujeres, indígenas, homosexuales, discapacitados, empobrecidos, inermes.  

Todos los excluídos de la mesa de festín de los dominantes 

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Levítico 23,1.4-11.15-16.27.34b-37  

Se trata del calendario de las fiestas del Señor. El espacio sagrado cede su turno al tiempo sagrado. El sábado es separado como día (el séptimo) de descanso para memorializar al Señor. Y siete fechas a lo largo del año son reservadas al Señor, anunciadas en su momento por el Sacerdote: Paso del Señor, Liberación del Señor, Gracias o Azimos, Semanas, Recuerdo, Reconciliación,Tabernáculos 

Salmo responsorial: 80  

El objetivo del gozo es la liberación para adorar con alegría el único Dios : agradecimiento y adoración. 

Mateo 13,54-58  

La falta de fe de los que creen conocerlo y por lo tanto minusvalorarlo es la razón de la poca fuerza de la Palabra entre los de Nazaret. La cercanía de los parientes de carne y sangre minimiza y relativiza el mensaje en la palabra de la persona de Jesús. Una suerte que recuerda a los anteriores profetas, ridiculizados por sus congéneres. El otro extremo, la distancia divinizada de Jesús, que lo hace inasequible y elitista, será algo por venir en otro contexto que deberán afrontar los discípulos posteriormente 

BEATO CARLO

 

De la catequesis de san Juan María Vianney, presbítero
(«Catéchisme sur la priére»: A. Monnin, «Esprit du Curé d'Ars», París 1899, pp. 87-89)


HERMOSA OBLIGACIÓN DEL HOMBRE: ORAR Y AMAR

Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.

El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis
hallado la felicidad en este mundo.

La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios
experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre creatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero
Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.

Hijos míos, vuestro
corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.

Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y, creedme, que el tiempo se me hacía corto.

Hay personas que se sumergen totalmente en la oración, como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas!
San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con él, del mismo modo que hablamos entre nosotros.

Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios:
«Sólo dos palabras, para deshacerme de ti ... » Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.