domingo, 29 de octubre de 2023

PALABRA COMENTADA

 

domingo 30 de tiempo ordinario

Éxodo 22,20-26



REFLEXIÓN

ellos gritan a mí, yo los escucharé

(Tsaaq: pedir a gritos, clamar pidiendo ayuda.)

El Señor reacciona como vengador en base al talión: afligiendo con huérfanos y viudas. Esto repugna a nuestra sensibilidad de opinión pública actual.

Una parte del mensaje nos parece salvable: la sensibilidad del Señor con gente vulnerable, imagen de la indefensión.

No necesariamente inocente en el sentido individual moral, sino en situación desfavorecida y quien no tiene a quién volverse.

Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo

Nos decimos por lo bajo: si escuchas y eres compasivo, por qué permites una situación en la que tenemos que clamar?

Quizás debemos completar nuestra inquisición al Señor reconociendo las culpas o responsabilidades que nos han llevado a una calamidad.

Salmo responsorial: 17



REFLEXIÓN

mi fuerza salvadora, mi baluarte

Un Señor nada protagónico, permanentemente en vela para nosotros, aliado nuestro en la lucha por la salvación que incluye la liberación.

Porque salvación y liberación bien pudieran ser como las caras de una misma moneda, con un énfasis en el don de vida del Señor y otro con el reclamo por nuestro esfuerzo y compromiso.

Sin nosotros Él nada quiere hacer.

tuviste misericordia de tu Ungido

El ungido, el mesías, parecería tener asegurado el respaldo de quien lo eligió. Pero se le respeta en su libertad y los errores que pueda cometer deben ser vistos con misericordia.

Aunque no pequemos, somos criaturas al límite y carecemos de la omnipotencia del Creador, aunque nos queramos apropiar de ella.

1Tesalonicenses 1,5c-10



REFLEXIÓN

acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo

La alegría de sentir y saber por fe que todo terminará bien tras esta lucha.

cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús

Con su gracia nuestra fe percibe el ídolo que erigimos en nuestra existencia y nos aliena. Nos da coraje para alejarnos y mantenernos en la lucha de servir al Dios vivo y verdadero, disminuyendo y menguando nuestra idolatría.

Servicio e ídolos. Uno debe purificar a los otros, para mantener abierto el acceso a la vida con el Padre celestial.

Mateo 22,34-40



REFLEXIÓN

Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas

Son los dos. Hay que guardarlos ambos.

Le quitamos fuerza si sacrificamos uno de los dos con la excusa de guardar uno de ellos más que ninguno, según nos revela la buena nueva de Jesús de Nazareth.

https://x.com/motivaciondehoy/status/1718594959715045693?s=20

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Éxodo 22,20-26

La compasión por el vulnerable es nuestra guía de vida, porque en ella se muestra el Dios gratuito en el que creo

Salmo responsorial: 17

Cuando Dios es amado, se percibe su protección y fortaleza hasta para librarse del enemigo. Si puede ser amado, no existe el enemigo.

1Tesalonicenses 1,5c-10

Nos refleja una comunidad cristiana en boca de Pablo que tal es el modo de vivir de los hermanos que no hay ni que hablar, porque el amar que practican es su discurso.

Mateo 22,34-40

La prueba a la que somete el Establishment a Jesús, es académica y política. Con menosprecio le preguntan a este populista galileo, si sabe decir correctamente la doctrina. No es suficiente lo que ven. Los ciegos ven, los cojos andan, los endemoniados son liberados...Y probablemente aunque vean no se dan cuenta que no puede ser algo diabólico. Fueon por lana y salieron trasquilados porque les reduce toda la ciencia que les toma años conseguir en un segundo, cuando hace que Ley y profetas depende de un mandamiento doble : amar a Dios y al prójimo.

BEATO CARLO


 
San Clemente I
Carta a los Corintios 19,2- 20,12

No perdamos de vista al que es Padre y Creador de del mundo, y tengamos puesta nuestra esperanza en la munificencia y exuberancia del don de la paz que nos ofrece. Contemplémoslo con nuestra mente y pongamos los ojos de nuestra alma en la magnitud de sus designios,sopesando cuán bueno se muestra él para con todas sus criaturas.

 Los astros del firmamento obedecen en sus movimientos, con exactitud y orden, las reglas que de él han recibido; el día y la noche van haciendo su camino, tal como él lo ha determinado, sin que jamás un día irrumpa sobre otro. El sol, la luna y el coro de los astros siguen las órbitas que él les ha señalado en armonía y sin transgresión alguna. La tierra fecunda, sometiéndose a sus decretos, ofrece, según el orden de las estaciones, la subsistencia tanto a los hombres como a los animales y a todos los seres vivientes que la habitan, sin que jamás desobedezca el orden que Dios le ha fijado.

 Los abismos profundos e insondables y las regiones más inescrutables obedecen también a sus leyes. La inmensidad del mar, colocada en la concavidad donde Dios la puso, nunca traspasa los límites que le fueron impuestos, sino que en todo se atiene a lo que él le ha mandado. Pues al mar dijo el Señor: Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas. Los océanos, que el hombre no puede penetrar, y aquellos otros mundos que están por encima de nosotros obedecen también a las ordenaciones del Señor.

 Las diversas estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno, van sucediéndose en orden, una tras otra. El ímpetu de los vientos irrumpe en su propio momento y realiza así su finalidad sin desobedecer nunca las fuentes, que nunca se olvidan de manar y que Dios creó para el bienestar y la salud de los hombres, hace brotar siempre de sus pechos el agua necesaria para la vida de los hombres; y aún los más pequeños de los animales, uniéndose en paz y concordia, van reproduciéndose y multiplicando su prole.

 Así, en toda la creación, el Dueño y soberano Creador del universo ha querido que reinara la paz y la concordia, pues él desea el bien de todas sus criaturas y se muestra siempre magnánimo y generoso con todos los que recurrimos a su misericordia, por nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y la majestad por los siglos de los siglos. Amén