miércoles, 7 de febrero de 2024

PALABRA COMENTADA


 

Miércoles 5 de tiempo ordinario

Año Par

1Reyes 10,1-10



REFLEXIÓN

La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón

A cierta edad avanzada la sabiduría que se debería haber acumulado parece echarse a perder en ciertos momentos con esas relaciones peligrosas y nuestras  faltas de control. 

Entonces nos sentimos descalificados. Cómo serémos en presencia del Señor quien conoce todo y nos pesa?

¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia!"

La Palabra no es mezquina con la gloria del ser humano: en este caso Salomón. 

Pero en la perspectiva de la Palabra aparece la fuente de esa gloria, que es Yavé, la cual debe ser reconocida, más que por decreto impuesto por la misma gloria en sí.

Parece haber poco espacio explícito y tematizado para que aparezca la gloria de la fuente de las glorias humanas en nuestro tiempo.

Pero Jesús de Nazaret estuvo consciente de ello y llamó la atención que con él se daba en este mundo la gloria que la reina de Sabá admiró en Salomón.

Reyes, presidentes y líderes de todos los niveles hacen poco por reconocer esta fuente. Quizá la gloria humana fuera más persistente y acabara menos en iniquidad si nos volviéramos más a la fuente de Gloria que es el Señor y su Hijo Jesucristo.

Salmo responsorial: 36



REFLEXIÓN

confía en él, y él actuará

Nuestra impaciencia, desconfianza y decepción alcanza en la era de la eficacia tecnológica nuestra relación con el Misterio.

Debemos pues encomendar todo a quien tiene en sus manos todo, y aceptar como lo mejor lo venido de sus manos, a pesar del pataleo del corazón y sus aferramientos.

Marcos 7,14-23



REFLEXIÓN

Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.

Lo profundo de dentro es el ámbito de la complicidad que impurifica. Meditar el crimen es la actividad propia de esa profundidad. Detenerse en la planificación del daño envenena la vida que proyecta.

Allí se cristaliza el conocimiento del bien y del mal y consecuentemente se abre o no el acceso a la vida nueva. Lo profundo del corazón humano es el suelo en el que consumimos el árbol del conocimiento del bien y del mal y el árbol de la vida. Jesús es la clave para que este proceso sea regenerativo y salvífico.

salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad

El logro del acusador es persuadir que no hay tal, no obstante se den estas manifestaciones pervertidas desde el corazón.

Pero también que las maldades etiquetadas proceden del corazón sin tomar en cuenta la enfermedad y la debilidad del corazón que no es totalmente libre.

Muchas cosas etiquetadas como impuras y maldades son perspectivas externas que no han entrado en el corazón del que actuó para saber el grado de daño y perjuicio que se ha originado desde dentro.

Por eso nosotros juzgamos de fuera y nuestro juicio es relativo y no absoluto. Deberá proferirse con la suficiente reserva porque el Señor es el único que mira el corazón.

Los humanos somos expertos en las etiquetas, separaciones, divisiones, clasificaciones, evaluaciones y juicios de mérito. Y caemos en un grave error de juicio cuando lo hacemos con sentido absoluto y categórico, sin tolerar excepciones, matizaciones, atenuaciones.

La tolerancia y la tendencia a salvar la proposición del prójimo es por ello necesaria porque no somos los que juzgamos el corazón.

Todas estas contingencias que nos acosan por momentos no invalidan ante él, sino lo que cocinamos en nuestra profundidad. Y qué cocinamos? Un amor que no deja de luchar para plenitud en El Señor.

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1Reyes 10,1-10

Se alaba en labios de la reina extranjera un Dios que bendice con bienestar al pueblo que es sabio de corazòn. 

Salmo responsorial: 36

La boca es sabia si el corazòn es sabio. Con sabiduria donada por el Señor

Marcos 7,14-23

Jesùs desconecta lo impuro externo como valor de lo impuro interno que es la fuente de la malicia del pecado. Lo que agrava es el propòsito, la disposiciòn a poner en pràctica lo deseado.

DOCTORES DE LA IGLESIA


 

ACOGE LAS CRIATURAS DE LA CREACIÓN QUE GIMEN POR LIBERACIÓN

MIÉRCOLES, V SEMANA

San Ambrosio Carta 35,4-6 

Dice el Apóstol que el que, por el espíritu, hace morir las malas pasiones del cuerpo vivirá. Y ello nada tiene de extraño, ya que el que posee el Espíritu de Dios se convierte en hijo de Dios. Y hasta tal punto es hijo de Dios, que no recibe ya espíritu de esclavitud, sino espíritu de adopción filial, al extremo de que el Espíritu Santo se une a nuestro espíritu para testificar que somos hijos de Dios. Este testimonio del Espíritu Santo consiste en que el mismo clama en nuestros corazones: «¡Abba!» (Padre), como leemos en la carta a los Gálatas. Pero existe otro importante testimonio de que somos hijos de Dios: el hecho de que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo; es coheredero con Cristo el que es glorificado juntamente con él, y es glorificado juntamente con él aquel que, padeciendo por él, realmente padece con él. Y, para animarnos a este padecimiento, añade que todos nuestros padecimientos son inferiores y desproporcionados a la magnitud de los bienes futuros, que se nos darán como premio de nuestras fatigas, premio que se ha de revelar en nosotros cuando, restaurados plenamente la imagen de Dios, podremos contemplar su gloria cara a cara. Y, para encarecer la magnitud de esta revelación futura, añade que la misma creación entera está en expectación de esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios, ya que las criaturas todas están ahora sometidas al desorden, a pesar suyo, pero conservando la esperanza, ya que esperan de Cristo la gracia de su ayuda para quedar ellas a su vez libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad que con la gloria han de recibir los hijos de Dios; de este modo, cuando se ponga de manifiesto la gloria de los hijos de Dios, será una misma realidad la libertad de las criaturas y la de los hijos de Dios. Mas ahora, mientras esta manifestación no es todavía un hecho, la creación entera gime en la expectación de la gloria de nuestra adopción y redención, y sus gemidos son como dolores de parto, que van engendrando ya aquel espíritu de salvación, por su deseo de verse libre de la esclavitud del desorden. Está claro que los que gimen anhelando la adopción filial lo hacen porque poseen las primicias del Espíritu; y esta adopción filial consiste en la redención del cuerpo entero, cuando el que posee las primicias del Espíritu, como hijo adoptivo de Dios, verá cara a cara el bien divino y eterno; porque ahora la Iglesia del Señor posee ya la adopción filial, puesto que el Espíritu clama: «¡Abba!» (Padre), como dice la carta a los Gálatas. Pero esta adopción será perfecta cuando resucitarán, dotados de incorrupción, de honor y de gloria, todos aquellos que hayan merecido contemplar la faz de Dios; entonces la condición humana habrá alcanzado la redención en su sentido pleno. Por esto, el Apóstol afirma, lleno de confianza, que en esperanza fuimos salvados. La esperanza, en efecto, es causa de salvación, como lo es también la fe, de la cual se dice en el evangelio: Tu fe te ha salvado.

REFLEXIÓN

Padecer por Cristo es padecer con Cristo. Si Jesús padeció en solitario, abrumado por tamaña opresión, nuestro padecer es en conjunto con Jesús, en compañía de Jesús. Este padecer, que expresa anhelos profundos del Espíritu, en labor de parto, en nosotros, aviva su resistencia y firmeza en la esperanza, y en esa gestión se manifiesta salvando. Más aún salvando y comunicando, porque el padecimiento salvífico crea la compañía para otros, como ha recibido la de Jesús.