miércoles, 13 de marzo de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Miércoles 4 de Cuaresma

Isaías 49,8-15


REFLEXIÓN


"En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz."

Jesús de Nazaret condensa, según los relatos de los evangelios, este anuncio gozoso. Él vivió el tiempo de gracia por el auxilio que el Padre le ofreció durante su vida a favor de otros desolados, cautivos y en tienieblas.

Según la teoría cognitiva vamos aprendiendo por especificación desde conceptos básicos y abiertos a la especificidad. Las oportunidades, coyunturas, circunstancias, encuentros en la vida van llenando esos básicos de especialidades y así nuestro conocimientos se va tornando cada vez más complejos.

Los básicos de la Palabra del Señor se dieron en la existencia de un pueblo, seleccionado para asumirlos con mayor genio que otros pueblos y culturas.

Ese genio la convirtió en un ethos: carácter único, proyecto específico, voluntad de logro hasta el presente.

La determinación que se da en Jesús de Nazareth, para sus creyentes y seguidores, desde hace , es la más alta y definitiva, fundamentada en los básicos de Israel, que étnicamente prosigue en la búsqueda de esa configuración final.

Porque los gentiles en Jesús y sus seguidores configuraron un Israel del Espìritu.

los conduce el compasivo

En las inmediaciones contextuales de los cantos del siervo de Yavéh se propone un esbozo de alguien por venir: un individuo y un pueblo. Serán compasivos.

Ser compasivo refleja una moción de esperanza que se transmite: vendrán otros mejores momentos. Y como señal y gesto concreto la compasión misma. Compasivos y compadecidos forman un pueblo-señal. Ellos comparten solidariamente la esperanza en gestos creyentes de amor. Y así se animan y construyen mientras aguardan.

Miradlos venir de lejos; miradlos, del norte y del poniente, y los otros del país de Sin.

Son muchos los que llegarán para ser compadecidos y cambiar su suerte.

¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré

Más que una madre, más que un Padre, es el Señor.

Un padre desconcertante-incluso para la mentalidad patriarcal-aparece en las parábolas. 

Sin medida en su generosidad y amor a todos. Con predilección a los que soportan el rechazo y aislamiento del resto.

La gracia evangélica es una especial sensibilidad por la víctima que difícilmente alcanza algo de justicia y compasión.

Cuál podría ser el fondo que mueve la indignación ante la ofensa al más débil victimizado? El abuso de la fuerza? El aplastamiento de un ser indefenso? La captación de gracia, revelada por el Espíritu, que se trata de un hijo de Dios, hermano nuestro, que merece una vida digna, un mejor presente, un futuro promisorio? La percepción del derecho humano a vivir una libertad que lo afirme como protagonista de su propio destino?

Difícil expresarlo en una sola formulación pero es un conocimiento que nace de lo más profundo, carismático, donado por el Señor, que nos emparenta a Él, y nos hace su imagen y semejanza.

Si ya es difícil que una madre se olvide, pero sucede, con el Señor Padre no sucede.

Salmo responsorial: 144



REFLEXIÓN

El Señor es justo en todos sus caminos, / es bondadoso en todas sus acciones; / cerca está el Señor de los que lo invocan, / de los que lo invocan sinceramente

La imagen y semejanza como voluntad amorosa del Creador Padre-Madre se escenifica a la perfección en Jesús de Nazareth, quien la hace creíble con su muerte y se nos comunica con su resurrección.

Así queda despejado el camino para nuestra plena realización: divinizarnos como imagen y semejanza en nuestro justo y bondadoso caminar.

Se dan entonces las condiciones para que la familiaridad con Él se manifieste en su cercanía cuando lo invocamos.

Jesús nos orienta en la sinceridad para invocar al Padre, con el Padrenuestro: que nuestra gloria se apoye en la de Él, que nuestro destino descanse en Él; que nos fiemos de su paternidad para sostenernos en la existencia; que nuestra fraternidad de hijos de tal Padre sea hasta el extremo de perdonarnos; que nuestra vigilancia y alerta descanse en su protección para una vida confiada en su amor compasivo.

Ser sinceros para con Dios, más que una realidad, con mucha frecuencia es una presunción no comprobada existencialmente. 

Es una vivencia inflacionada que no se corresponde totalmente con la realidad. 

Nos sorprendemos no ser oídos, y es lo contrario, pero nuestra transformación hacia la sinceridad completa no camina con la misma velocidad.

Juan 5,17-30



REFLEXIÓN

llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios

La experiencia de Dios aportada por Jesús de Nazareth es profundamente perturbadora para todos los que se meten a creyentes.

Unos miraban a Jesús como un blasfemo porque se hacía igual a Dios. Esa igualdad provocaba su odio fratricida. Como los hermanos de José, que lo odiaban por envidia de su relación con Jacob.

Los catequizados por Jesús y los que vendrían en la historia del cristanismo, ensayarían una nuevo modo de expresar la experiencia con Dios: la familiaridad.

Aparece entonces el otro extremo de la experiencia que es: ser igual a Dios, sin Dios. Ser divinos por antonomosia.

Y así nos debatimos entre dos extremos, pero sin poder olvidar que el programa a realizar es la divinización como experiencia de Dios, pero como Padre, con quien formamos una familia, y con los otros que son nuestros hermanos.

Respecto de la divinidad pensada desde la antigüedad hasta nuestros días, pasando por los ídolos, Jesús construyó la especificación más nítida: un Padre doméstico.

Él es el portador de un Padre/divinidad domesticada, amigable, familiar, benéfica, en cuya relación no cabe temor ni suspicacia ni paranoia.

El carisma del evangelista es más teológico, porque no va sólo a la causa obvia: el sábado, sino a la causa profunda: llamar a Dios su padre, transmitía una igualdad que ofendía el monoteísmo judío.

Los partidarios de que este carisma aporta casi exclusivamente la propia cosecha del evangelista y no se corresponde con la realidad, se basan en la voluminosa reflexión que sobre los hechos más desnudos, presenta el cuarto evangelio.

Así cabe preguntarse: el exceso de reflexión es apologético, que desea defender una postura pro-divinización del hombre Jesús? O es teológica, que profundiza en la lectura de fe de esos hechos y penetra en su realidad carismática, es decir, que se dona gratuitamente? Quién lee mejor según la auténtica realidad de las cosas?

el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro

El mundo del anti-reino no entiende este programa en el que hay que contar con el Padre para ser hermanos.

Se mantiene entonces la violencia que nace de violentar el Designio del reino.

Occidente en su tentación de divinización sin Dios Padre. Oriente en la exclusiva divinidad de Dios, sin familiaridad de Padre.

La nueva evangelización entraña la comunicación de una experiencia del Padre en el hijo Jesús de Nazareth, adecuada a las tentaciones de cada cultura, sin desfallecer en el Designio.

resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere

Como una muestra de su divinización Jesús recibió la vida y la concedía. Como un signo que propagara esa intención del Padre Creador.

porque ha pasado ya de la muerte a la vida

Escuchar la Palabra es experimentar la vida nueva. En ella resurgimos de las cenizas del anti-reino para el ágape del reino.

los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán

Será que cuando comparto la Palabra estoy consciente de la vida nueva que palpita en nosotros como una anticipo de nuestra divinización?

no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió

La divinización al estilo de Jesús trata de una colaboración de voluntades, y su lucha a favor de los débiles es para que no se les obstaculice ser también hijos de Dios Padre.

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Isaías 49,8-15

Salmo responsorial: 144

Juan 5,17-30

BEATO CARLO

BEATO CARLO



 De las Cartas de san Máximo Confesor, abad
                                     (Carta 11: PG 91, 454-455)


LA MISERICORDIA DEL SEÑOR PARA CON LOS QUE SE ARREPIENTEN

Los predicadores de la verdad y ministros de la gracia divina, todos los que desde el principio hasta nuestros días, cada uno en su tiempo, nos han dado a conocer la voluntad salvífica de Dios, nos enseñan que nada hay tan grato y querido por Dios como el hecho de que los hombres se conviertan a él con sincero arrepentimiento.

Y, para inculcarnos esto mismo de un modo aún más divino, la divina Palabra del Dios y Padre, aquel que es la primigenia y única revelación de la infinita bondad, con un rebajamiento y condescendencia inefables, se dignó convivir con nosotros, hecho uno de nosotros; e hizo, padeció y enseñó todo aquello que era necesario para que nosotros, que éramos enemigos y extranjeros, que estábamos privados de la vida feliz, fuéramos reconciliados con nuestro Dios y Padre y llamados de nuevo a la vida.

En efecto, no sólo curó nuestras enfermedades con la fuerza de sus milagros, no sólo nos liberó de nuestros muchos y gravísimos pecados, cargando con la debilidad de nuestras pasiones y con el suplicio de la cruz -como si él lo mereciera, cuando en realidad estaba inmune de toda culpa-, con lo que saldó nuestra deuda, sino que nos enseñó también, con abundancia de doctrina, a imitarlo en su benignidad condescendiente y en su perfecta caridad para con todos.

Por esto afirmaba: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Y también: No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Y decía también que él había venido a buscar a la oveja perdida. Y que había sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Asimismo, insinúa de una manera velada, con la parábola de la dracma perdida, que él ha venido a restablecer en el hombre la imagen divina, cubierta por el repugnante estiércol de los vicios. Y también: Os aseguro que habrá en el cielo gran alegría por un pecador que se convierta.

Con este fin, a aquel hombre que cayó en manos de los ladrones, que lo desnudaron, lo golpearon y se fueron dejándolo medio muerto, él lo reconfortó, vendándole las heridas, derramando en ellas aceite y vino, haciéndolo montar sobre su propia cabalgadura y acomodándolo en el mesón para que tuvieran cuidado de él, dando para ello una cantidad de dinero y prometiendo al mesonero que, a la vuelta, le pagaría lo que gastase de más.

Nos muestra también la condescendencia del buen padre para con el hijo pródigo que regresa arrepentido, al que abraza, al que devuelve plenamente sus prerrogativas de hijo, sin echarle en cara su conducta anterior.

Por esto mismo, cuando encuentra a la oveja que se había apartado de las otras cien, errante por los montes y colinas, la devuelve al redil, no a golpes y con amenazas ni agotándola de fatiga, sino que, lleno de compasión, la carga sobre sus hombros y la vuelve al grupo de las demás.

Por esto también clamaba: Venid a mí todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os daré descanso. Y decía: Tomad sobre vosotros mi yugo, dando el nombre de yugo a sus mandamientos, esto es, a una vida ajustada a las enseñanzas evangélicas; y dándoles también el nombre de carga, ya que, por la penitencia, parecen algo pesado y molesto: Porque mi yugo -dice- es suave y mi carga ligera.

Y en otro lugar, queriendo enseñarnos la divina justicia y bondad, nos manda: Sed santos, perfectos, misericordiosos, como vuestro Padre celestial. Y también: Perdonad y seréis perdonados. Y: Cuanto queréis que os hagan los demás, hacédselo igualmente vosotros