viernes, 3 de mayo de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 San Felipe y Santiago apóstoles

1Corintios 15,1-8



REFLEXIÓN

el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando

El evangelio, la buena noticia de la salvación a los pobres y pecadores, se mantiene activa salvando.

La salvación, más allá de una liberación de cualquier tipo inmanente e intramundana, es una tránsito a la vida que no termina y que nadie nos puede quitar.

Toda experiencia de vida nos colma en el momento, por gloriosa que sea, pero deja o no deja un algo, un sentido permanente, estable.

Ese es nuestro dispositivo para comprender que vivimos una realidad más allá, no localizable, sin evidencias, confundida con el subjetivismo.

Por eso la fe en la buena nueva, inspira, alienta un estilo de vida, pero no lo demuestra, ni puede aportar evidencias sino señales para otra fe. De fe en fe.

La salvación en todos los ámbitos de la creación y la persona se mantiene como un generador activo, como fuente de energía limpia, pero puede ser malograda la fe que sostiene su fuerza, a menos que se conserve el evangelio puro, como fue transmitido y entregado.

El decaimiento que observamos en la vida actual, su desolación, decepción y desesperanza que se comunican con multitud de gemidos y protestas, como la del pueblo itinerante en el desierto bajo el liderazgo de Moisés, denota decaimiento de la fe, por impureza del evangelio.

Es importante a la luz de la Palabra revisar constante y humildemente qué hace impuro el evangelio para que nuestra fe se muestre tan mortecina y poco alentadora.

que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras

En la cultura del judaísmo del primer siglo se leían las escrituras antiguas, testimonio de un pueblo creyente en Yavé.

Para ellos el verdadero obstáculo para la fe en Yavé era el pecado, manifiesto en secuelas de injusticias y desviaciones de lo recto.

Decir que Jesús muerto en cruz fue un sacrificio por el pecado tenía sentido porque la cultura que escuchaba el mensaje le hallaba sentido. 

Quizá para los no judíos, los helenos o helenizados la significación de pecado debía ser explicada y profundizada.

Así también nosotros que la mayoría del tiempo nos entretenemos con la denuncia de las injusticias pero no nos convertimos del pecado. Porque al pecado no le encontramos sentido actual.

Hasta que no abramos nuestra compresión a la injusticia que radica en la negación del Señor, no seremos radicales en nuestra conversión y por ende no podremos remontar la corriente de injusticias, pobrezas e inequidades.

El credo al que Pablo se adhiere y que transmite es muestra de su fidelidad y fe pura. Una fórmula que nos puede dejar fríos porque nuestras culturas a través del tiempo han reasignado significados a una palabras y desgastado otras.

Es así que “pecados” no sugiere de por sí algo que deba ser evitado, perdonado, convertido, purificado. No parece una realidad cotidiana que nos afecta existencialmente.

Salmo responsorial: 18



REFLEXIÓN

Sin que hablen, sin que pronuncien, / sin que resuene su voz, / a toda la tierra alcanza su pregón, / y hasta los límites del orbe su lenguaje

Estamos en excelentes manos, las del Señor, porque el nos mantiene como a la creación, acompañados de su Espíritu, quien susurra la buena nueva sin desmayo.

El Señor en su amor generoso nos asocia a la misión de proclamar su designio. 

Aunque no estemos a la altura, por muchas maneras el hace llegar su mensaje.

Porque hoy en diversas latitudes y escenarios los anhelos humanos y creaturales que parecen ensordecernos, tienen sintonía con el evangelio del Reino. 

La tierra se ha ido llenando de sus exigencias. Y debemos escuchar y actuar discerniendo sus demandas.

Juan 14,6-14



REFLEXIÓN

El Padre, que permanece en mí, hace sus obras

Muchos Felipes se encuentran en nuestro camino. Son aquellos que no reconocen al Señor porque nuestro estilo de vida, nuestras obras lo opacan.

Difícilmente podrá el mundo llegar a confesar al Señor al unísono, si no cambiamos nuestro estilo de vida, y los Felipes vean al Padre en nosotros, cuerpo de Cristo.

La comunión de Jesús y su misión que manifiesta es del Padre, transmite al Padre, en su voluntad de salvación.

Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí.. Si no, creed a las obras.

Hoy la experiencia de manipulación y demagogia enardece la mentalidad de sospecha y las obras no se creen porque se sospecha de la intención.

Sin embargo esta puede ser otra treta del anti-reino. No hacer para no ser mal juzgado o mal reconocido. Más bien hay que hacer, discerniendo y en prudencia.

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1Corintios 15,1-8

Buena nueva, Evangelio, es la misión encarnándose generacionalmente apostólicamente para alcanzar hasta donde debe ir. Una corriente imparable de Espíritu Santo viabilizando, moviendo, traspasando corazones, levantando débiles, consolando apachurrados, otorgando contemplación de lo profundo en la historia, otorgando la paciencia con el tiempo del Señor.

Salmo responsorial: 18

La transmisión de la buena nueva con menos palabras y más escucha, con menos discursos y más solidaridad. 

Juan 14,6-14

Creer es asunto de amplio espectro que abarca toda las dimensiones de la persona. La persona debe transparentarse en lo que hace, mientras más mejor. La persona hijo de Dios, identificada con Jesús y su misión, pone su intención y obrar al ese servicio. Si es así el logro de la buena nueva irá más lejos de lo pensado. Será Dios todo en todos.

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

EL AMIGO BUSCA EL BIEN PROFUNDO

MIÉRCOLES V SEMANA DEL TIEMPO PASCUAL

San Hilario Tratado sobre la Trinidad 8,13-16 

Si es verdad que la Palabra se hizo carne y que nosotros, en la cena del Señor, comemos esta Palabra hecha carne, ¿cómo no será verdad que habita en nosotros con su naturaleza aquel que, por una parte, al nacer como hombre, asumió la naturaleza humana como inseparable de la suya y, por otra, unió esta misma naturaleza a su naturaleza eterna en el sacramento en que nos dio su carne? Por eso todos nosotros llegamos a ser uno, porque el Padre está en Cristo y Cristo está en nosotros; por ello, si Cristo está en nosotros y nosotros estamos en él, todo lo nuestro está, con Cristo, en Dios. Hasta qué punto estamos nosotros en él por el sacramento de la comunión de su carne y de su sangre, nos lo atestigua él mismo al decir: El mundo no me verá, pero vosotros me veréis; y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo, y yo con vosotros. 

REFLEXIÓN

Hay muchas formas de dar a entender la unión, pero caigamos en cuenta que ninguna hace justicia a la realidad de un misterio absoluto unido a la temporalidad humana, a menos que se haya previsto el cómo de esa unión disímil y asimètrica. Vale ante todo la voluntad del Señor: Padre, Hijo y Espíritu de llevarla a cabo, y que nosotros como humanidad entremos en ella, más allá de nuestra ideación e imaginería. La Voluntad Eterna de Dios de unirse a nosotros en su Hijo es el presupuesto (roca) de nuestra dignidad infinita. Es un tema de Revelación, un dona para la fe, y por lo tanto no es una conquista a derecho originario de la declaración de los derechos humanos de la ONU.

Del Tratado de Tertuliano, presbítero, Sobre la prescripción de los herejes 
(Cap. 20, 1-9; 21, 3; 22, 8-10: CCL 1, 201-204) 

LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA 

Cristo Jesús, nuestro Señor, durante su vida terrena, iba enseñando por sí mismo quién era él, qué había sido desde siempre, cuál era el designio del Padre que él realizaba en el mundo, cuál ha de ser la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio; y lo enseñaba unas veces abiertamente ante el pueblo, otras aparte a sus discípulos, principalmente a los doce que había elegido para que estuvieran junto a él, y a los que había destinado como maestros de las naciones.
Y así, después de la defección de uno de ellos, cuando estaba para volver al Padre, después de su resurrección, mandó a los otros once que fueran por el mundo a adoctrinar a los hombres y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Los apóstoles —palabra que significa «enviados»—, después de haber elegido a Matías, echándolo a suertes, para sustituir a Judas y completar así el número de doce (apoyados para esto en la autoridad de una profecía contenida en un salmo de David), y después de haber obtenido la fuerza del Espíritu Santo para hablar y realizar milagros, como lo había prometido el Señor, dieron primero en Judea testimonio de la fe en Jesucristo e instituyeron allí Iglesias, después fueron por el mundo para proclamar a las naciones la misma doctrina y la misma fe.
De modo semejante, continuaron fundando Iglesias en cada población, de manera que las demás Iglesias fundadas posteriormente, para ser verdaderas Iglesias, tomaron y siguen tomando de aquellas primeras Iglesias el retoño de su fe y la semilla de su doctrina. Por esto también aquellas Iglesias son consideradas apostólicas, en cuanto que son descendientes de las Iglesias apostólicas. 
Es norma general que toda cosa debe ser referida a su origen. Y, por esto, toda la multitud de Iglesias son una con aquella primera Iglesia fundada por los apóstoles, de la que proceden todas las otras. En este sentido son todas primeras y todas apostólicas, en cuanto que todas juntas forman una sola. De esta unidad son prueba la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no tiene otra razón de ser que su unidad en una misma tradición apostólica.
El único medio seguro de saber qué es lo que predicaron los apóstoles, es decir, qué es lo que Cristo les reveló, es el recurso a las Iglesias fundadas por los mismos apóstoles, las que ellos adoctrinaron de viva voz y, más tarde, por carta.
El Señor había dicho en cierta ocasión: Tendría aún muchas cosas que deciros, pero no estáis ahora en disposición de entenderlas; pero añadió a continuación: Cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad completa; con estas palabras demostraba que nada habían de ignorar, ya que les prometía que el Espíritu de verdad les daría el conocimiento de la verdad completa. Y esta promesa la cumplió, ya que sabemos por los Hechos de los apóstoles que el Espíritu Santo bajó efectivamente sobre ellos.