viernes, 21 de junio de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Viernes 11 de tiempo ordinario

Año Par

2Reyes 11, 1-4. 9-18. 20



REFLEXIÓN

Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía.

Contingencias, eventualidades, coincidencias, casualidades, son modos de decir sobre factores que reconocemos no causamos al menos directamente.

Intervención del Señor en el rumbo de la historia y cuyo objetivo es salvación, liberación, santificación, transformación de la iniquidad en justicia, también son modos de reconocer desde la fe el dominio del Señor para la realización de su Designio.

La Palabra trae en varias oportunidades casos en los que una decisión humana, como la de Josebá, que refleja una anécdota de existencias humanas remotas, se muestra como una pieza providencial de un proceso más amplio del Señor a favor del pueblo bíblico.

Nos anima pues a levantar los ojos de nuestra desesperanza en medio de las angosturas que podamos padecer, a la esperanza de una liberación por su misericordia, a través de las decisiones históricas que se vayan sucediendo.

En esta complejidad de causas y efectos no sabemos cuándo y dónde se produzca una causa o decisión que afecte en sus consecuencias favorablemente nuestra suerte y nos salve.

Entonces al vivirlo vivenciamos el valor de una presencia amorosa y protectora, en cuyo seno nos animamos a sentirnos confiados sobre una salida positiva a un conflicto.

Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor

En medio de una historia de sangre, una de lealtad al Señor. Es hoy diferente? No se ve la sangre, pero hay lucha de poder, incluso dentro de la Iglesia. No se reconoce ampliamente el carisma de autoridad de la jerarquía, en parte porque han cometido errores, pero en parte por el individualismo que hace de cada uno la autoridad. Es generalizado creer que uno tiene la razón indiscutible y no va a ceder ante la desprestigiada autoridad, o por lo menos la va a resistir, hasta que la represión lo reduzca. No se estima que el acatamiento ante la autoridad es agradable a Dios, sino más bien lo contrario. Incluso en religiosos.

Salmo responsorial: 131



REFLEXIÓN

El Señor ha jurado a David / una promesa que no retractará: / "A uno de tu linaje / pondré sobre tu trono

La promesa del Señor se cumple, aun por caminos inéditos y aparentemente discutibles. En medio de este gran ambiente de desacato el Señor hace su historia de salvación. Hoy le toca a la autoridad la humildad del servicio, el testimonio del sufrimiento por el carisma, y la honesta revisión de sus acciones para gloria del Señor.

Haré germinar el vigor de David, / enciendo una lámpara para mi Ungido. / A sus enemigos los vestiré de ignominia, / sobre él brillará mi diadema.

Reconocer en Jesús el linaje de David puede ser un inconsistencia o error histórico, pero la alusión en las escrituras cristianas se puede entender en el sentido que él concentra en su persona y misión, la bendición para el pueblo que la Palabra ha traído desde la monarquía.

Sión, Jerusalén, templo, reyes del linaje de David hablan más que de glorias humanas, de la intervención constante y salvífica del Señor, para impulsar su Designio de amor y justicia.

Jesús bien pudiera ser un elegido y ungido para una misión del Padre, independientemente de si su patrimonio genético tiene que ver con el linaje davídico. Pero cumplirá como hijo de David si lleva adelante la bendición del Señor para la casa de David y para el pueblo.

Si tus hijos guardan mi alianza / y los mandatos que les enseño, / también sus hijos, por siempre, / se sentarán sobre tu trono

Porque se discute mucho cuál será la alianza y los mandatos aquí y ahora.

Mateo 6, 19-23



REFLEXIÓN

"No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en le cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque dónde está tu tesoro, allí está tu corazón.

Si entendemos el cielo como la dimensión del reino en proceso activo desde ya, en medio de nosotros, atesorar en el cielo significaría vivir, existir trabajando y apegándonos a esa dimensión, a ese reino.

Implicaría un compromiso de educarnos, formarnos, afectarnos por el valor del reino, todos los días, en cada momento.

Porque allí no hay corrupción ni polilla.

Por eso luchar contra la corrupción puede ser menos favorable para el reino, que actuar la incorrupción apegándonos a la justicia, la misericordia y la fraternidad.

Dónde va toda mi fuerza vital, hacia dónde se concentra? Debemos alegrarnos si va hacia la región del Espíritu aun con un lastre carnal, que nos recuerda nuestra debilidad en transformación.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!

Así como el ojo es fuente de luz para el cuerpo, la Palabra y su escucha es la fuente de luz para nuestra existencia. Si no estamos a oscuras.

Luz ha sido y es la Palabra de Dios que cotidianamente me enseña, me labra, me esculpe, me anima, me recuerda todo para la salvación de nosotros.

Cómo mira un ojo sano para dar luz. Cómo uno enfermo para oscurecer? Qué es ojo? la intención, el móvil, la motivación, la búsqueda?

Hacia dónde se dirige todo lo que pretendo, por lo que me esfuerzo, lo que construyo, por lo que me afano? 

A un bien común, a un ágape fraterno o más bien, hacia un egoísmo que daña los demás?

El malestar de nuestra cultura se aloja en ese norte inconfesado, que procura reunir en sinergia todas nuestras fuerzas para empoderarnos.

Pero en donde no cabe la debilidad que se ofrece a la transformación en fuerza de Dios.

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Viernes 11 de tiempo ordinario

Año Par

2Reyes 11, 1-4. 9-18. 20

Salmo responsorial: 131

Mateo 6, 19-23

SAN CARLO ACUTIS

BEATO CARLO


 
Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor.
                                     (Cap. 23-24: CSEL 3, 284-285)


QUE LOS QUE SOMOS HIJOS DE DIOS PERMANEZCAMOS EN LA PAZ DE DIOS

El Señor añade una condición necesaria e ineludible, que es a la vez un mandato y una promesa, esto es, que pidamos el perdón de nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonamos a los que nos ofenden, para que sepamos que es imposible alcanzar el perdón que pedimos de nuestros pecados si nosotros no actuamos de modo semejante con los que nos han hecho alguna ofensa. Por ello dice también en otro lugar: Con la medida con que midáis se os medirá a vosotros. Y aquel siervo del Evangelio, a quien su amo había perdonado toda la deuda y que no quiso luego perdonarla a su compañero, fue arrojado a la cárcel. Por no haber querido ser indulgente con su compañero, perdió la indulgencia que había conseguido de su amo.

Y vuelve Cristo a inculcarnos esto mismo, todavía con más fuerza y energía, cuando nos manda severamente: Cuando estéis rezando, si tenéis alguna cosa contra alguien, perdonadle primero, para que vuestro Padre celestial os perdone también vuestros pecados. Pero si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial perdonará vuestros pecados. Ninguna excusa tendrás en el día del juicio, ya que serás juzgado según tu propia sentencia y serás tratado conforme a lo que tú hayas hecho.

Dios quiere que seamos pacíficos y concordes y que habitemos unánimes en su casa, y que perseveremos en nuestra condición de renacidos a una vida nueva, de tal modo que los que somos hijos de Dios permanezcamos en la paz de Dios y los que tenemos un solo espíritu tengamos también un solo pensar y sentir. Por esto Dios tampoco acepta el sacrificio del que no está en concordia con alguien, y le manda que se retire del altar y vaya primero a reconciliarse con su hermano; una vez que se haya puesto en paz con él, podrá también reconciliarse con Dios en sus plegarias. El sacrificio más importante a los ojos de Dios es nuestra paz y concordia fraterna y un pueblo cuya unión sea un reflejo de la unidad que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Además, en aquellos primeros sacrificios que ofrecieron Abel y Caín, lo que miraba Dios no era la ofrenda en sí, sino la intención del oferente, y por eso le agradó la ofrenda del que se la ofrecía con intención recta. Abel, el pacífico y justo, con su sacrificio irreprochable, enseñó a los demás que, cuando se acerquen al altar para hacer su ofrenda, deben hacerlo con temor de Dios, con rectitud de corazón, con sinceridad, con paz y concordia. En efecto, el justo Abel, cuyo sacrificio había reunido estas cualidades, se convirtió más tarde él mismo en sacrificio y así, con su sangre gloriosa, por haber obtenido la justicia y la paz del Señor, fue el primero en mostrar lo que había de ser el martirio, que culminaría en la pasión del Señor. Aquellos que lo imitan son los que serán coronados por el Señor, los que serán reivindicados el día del juicio.

Por lo demás, los discordes, los disidentes, los que no están en paz con sus hermanos no se librarán del pecado de su discordia, aunque sufran la muerte por el nombre de Cristo, como atestiguan el Apóstol y otros lugares de la sagrada Escritura, pues está escrito: Quien aborrece a su hermano es un homicida, y el homicida no puede alcanzar el reino de los cielos y vivir con Dios. No puede vivir con Cristo el que prefiere imitar a Judas y no a Cristo.