lunes, 14 de octubre de 2024

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS




Del tratado de Nicolás Cabasilas, sobre la vida en Cristo
(Lib 1: PG 150, 494-495)
Siento en mi interior la voz de un agua viva que me habla y me dice:«Ven al
Padre»

Nuestra vida en Cristo nace, es verdad, en este mundo y aquí tiene sus comienzos, pero logrará la perfección y se consumará en el mundo futuro, cuando lleguemos al día sin fin. Pero ni este tiempo presente ni el futuro son

capaces de introducir e inocular en las almas de los hombres este tipo de vida de que estamos hablando, a menos que aquí tenga sus comienzos.

Pues lo cierto es que de momento la carne difunde las tinieblas por doquier, y la niebla y la corrupción que allí existen no pueden poseer la incorrupción. Por eso san Pablo pensaba que partir de esta vida para estar con Cristo le era enormemente beneficioso: Por un lado —dice—, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor. La vida futura no aportará felicidad alguna a quienes la muerte sorprenda desprovistos de las facultades y de los sentidos necesarios a tal tipo de vida, sino que en aquel mundo feliz e inmortal vivirán muertos y desventurados. 

Es verdad que amanece el día y que el sol difunde sus luminosos rayos, pero no es ése el momento de que se forme el ojo. De idéntica

forma, aquel día a los amigos les será permitido participar en los misterios

juntamente con el Hijo de Dios y escuchar de su boca lo que él ha oído a su Padre, pero es absolutamente necesario que esos mismos amigos se acerquen provistos de oídos.

Este mundo presente alumbra al hombre totalmente interior, al hombre nuevo creado a imagen de Dios; y este hombre plasmado y troquelado aquí, una vez ya perfecto, es engendrado para aquel mundo perfecto y que jamás envejece.

Lo mismo que el feto vive en las tinieblas y en la noche todo el tiempo que permanece en el claustro materno, y la naturaleza lo va preparando para que pueda respirar al nacer a esta luz y lo dispone para la vida que lo va a recibir conformándolo a determinados cánones o reglas, así ocurre también con los

santos. Es lo que dice el apóstol Pablo escribiendo a los Gálatas: Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros.

Con una diferencia: que los niños nonatos no conocen esta vida, mientras que los bienaventurados, ya en este mundo, conocen muchas cosas del mundo futuro. Y esta diferencia radica en que los primeros todavía no han disfrutado de esta vida, que sólo más tarde conocerán, pues en los oscuros lugares en que de momento habitan, no se filtra ni un rayo de luz, como tampoco tiene noticia de

ninguna de las realidades en las que nuestra vida presente se apoya y la sustentan. En cambio, nuestra situación es completamente distinta: como la vida que esperamos está como fusionada y fundida con esta vida, y el sol que allí luce nos alumbra también a nosotros por la bondad de Dios, el ungüento celeste ha sido derramado en las regiones pestilentes y el pan de los ángeles ha sido

distribuido también a los hombres.

Por cuya razón, a los hombres santos se les concede, ya en esta vida mortal, no sólo informarse y prepararse para la vida futura, sino incluso vivir y actuar conforme a ella. Conquista la vida eterna, dice Pablo en la primera carta a Timoteo. Y san Ignacio: «Siento en mi interior la voz de un agua viva que me habla y me dice: Ven al Padre».

domingo, 13 de octubre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 28 de tiempo ordinario

Sabiduría 7, 7-11



REFLEXIÓN

Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría

Con ella me vieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables

El contexto de esta oración se encuentra en el momento de la toma de posesión del Rey Salomón. Un reinado conocido por su opulencia y su fama de sabio, pero también por su desobediencia a la Alianza. 

Tal fue el señalamiento de la Palabra, como la causa profunda de la división de Israel en dos reinos hermanos y rivales.

La petición de sabiduría es admirable sobretodo cuando se tiene todo el poder y las riquezas, como para sentirse autosuficiente. Es una declaración de humildad y sumisión frente al Señor, ejemplares.

Pero a la luz de la conducta posterior de este rey podemos concluir que no todo se cifra en pedir sabiduría. No todo el que dice Señor, Señor entrará en el reino.

Decir es una cosa. Buscar y cumplir es otra.

Podríamos decir que la oración completa solicita la sabiduría para escuchar y cumplir la Palabra.

Algo así nos indicá Ignacio de Loyola sobre los ejercicios y su objetivo: buscar y hallar la voluntad de Dios, y una vez encontrada, cumplirla. 

Salmo responsorial: 89



REFLEXIÓN

Enséñanos a calcular(manah:contar) nuestros años, / para que adquiramos un corazón sensato

Por qué un corazón sensato calcula los años? Qué aprendizaje se da en ese cálculo?

El cálculo en los textos de la Palabra está asociado con la obtención de una información: inventario de recursos materiales. 

Quien sabe con cuánto cuenta, tiene una medida de su poderío.

La palabra orienta esa sabiduría a contar años, más bien. A contar tiempo. A sabiendas que no podemos hacerlo porque no sabemos de cuántos disponemos. Es un límite a nuestra capacidad de inventariar. Más bien tenemos que reconocer que Otro tiene esa cuenta.

Por eso si hacemos conciencia seremos prudentes en un sentido definitivo: hagámos la voluntad del Señor, mientras tengamos tiempo.

Más vale ir acumulando tiempo de obediencia que ser sorprendido en la rebeldía y dureza de corazón frente a la Palabra.

Hebreos 4, 12-13



RELEXIÓN

La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Tendremos la sabiduría suficiente de mostrarnos transparentes, nosotros que en nuestro tiempo exigimos transparencia.?

Se podrá lo uno sin lo otro?

Siempre habrá un momento en la existencia cuando al mirarnos directo al espejo sintamos nuestra opacidad y tiniebla. 

Esa región la penetra la Palabra porque su corte es el único que puede herir allí.

Es el momento en que nos enfrentamos a lo que en realidad somos. Nuestra zona oscura.

Sin un esfuerzo honesto por echar luz allí, no podremos aportar gran cosa en la transparencia del mundo. Seguiremos el juego de la complicidad.

Marcos 10, 17 – 30



REFLEXIÓN

¿qué haré para heredar la vida eterna?

Una pregunta importante, inicio de un proceso de transformación de la existencia. Un proceso acechado por muchos riesgos de bloqueos, parálisis, desvíos.

Ya sabes los mandamientos

Una primera respuesta elemental. Algo que sabemos de sobra, pero que evadimos con frecuencia. Hay unos mandamientos que son suficiente indicio y criterio para saber por dónde caminamos respecto del reino, de la vida eterna.

Jesús se le quedó mirando con cariño

La Palabra historizada en Jesús se entusiasma con nuestro potencial para el reino. No es indiferente a la buena tierra que albergamos.

vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.

Hemos de reconocer que esta exigencia nos pone en aprietos a muchos. Y que nuestro pataleo adoptará mil formas. Una de ellas es usar nuestra inteligencia, para rebajar la radicalidad del llamamiento.

Sólo nos queda como en el principio de las lecturas de hoy pedir sabiduría, corazón sensato para tomar la decisión cónsona con el seguimiento de Jesús.

Entonces, ¿quién puede salvarse?

Nuestra amargura frente a lo pedregoso del camino se expresa en esa frase. 

Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.

Esta frase debió hacer fortuna en la comunidad primera, porque también aparece en otro evangelio.

Mucha decepción propia debió producir entre los creyentes su propia debilidad y fallas en la entrega al reino.

Y entonces se hizo necesario recordar que la entrega radical no es asunto de puños sino de Espíritu.

Hacer, como si todo dependiera de ti; confiar, como si todo dependiera del Señor, dice Iñigo de Loyola.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1447156915906174981?s=20

motivaciondehoy


COMPARTIR LA PALABRA

Domingo 28 de tiempo ordinario

Sabiduría 7, 7-11

Salmo responsorial: 89

Hebreos 4, 12-13

Marcos 10, 17 – 30