BEATO CARLO
De los opúsculos de San Pedro Damiani(Opúsculo 11, 56.10: PL 145, 235-236. 239)La comunión de los santos en la unidad de la fe
La Iglesia de Cristo posee una estructura tan compacta gracias a la mutua
caridad, que es místicamente una en la pluralidad y plural en su singularidad;
hasta el punto de que no sin razón toda la Iglesia universal es singularmente
presentada como la única esposa de Cristo, y cada alma en particular es
considerada, en virtud del misterio sacramental, como la Iglesia en su plenitud.
De todo lo cual podemos claramente deducir que si toda la Iglesia es
designada en la persona de un solo hombre y esa misma Iglesia es lógicamente
llamada virgen única, la santa Iglesia es simultáneamente una en todos y todaen cada uno:simple en la pluralidad gracias a la unidad de fe, y múltiple en lasingularidad gracias a la fuerza cohesiva de la caridad y la diversidad decarismas, ya que todos proceden del Uno.
Así pues, aunque diversificada por la multiplicidad de personas, la santa
Iglesia está fundida en la unidad por el fuego del Espíritu Santo: por eso, aun
cuando en su existencia corporal parezca geográficamente dividida, esta
comprobación en nada consigue mermar la integridad del misterio de su íntima
unidad.
Pues el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el
Espíritu Santo que se nos ha dado. Pues bien, este Espíritu, que
indudablemente es uno y múltiple: —uno en la majestad de la esencia, múltiple
en la diversidad de sus carismas—, es el que permite a la Iglesia santa —que él
plenifica— ser una en su universalidad y universal en su parcialidad.
Por consiguiente, si los que creen en Cristo son una misma cosa, donde
quiera que está visiblemente un miembro, allí está también místicamente
presente todo el cuerpo. Donde se da una verdadera unidad de fe, esta unidad
no admite la soledad en uno, ni en la pluralidad tolera el cisma de la diversidad.
En realidad, ¿qué dificultad hay en que de una sola boca salga una diversidad de
voces, voces que si son plurales por la lengua, es una misma fe la que las
alterna? En efecto, toda la Iglesia es indudablemente un solo cuerpo.
Si, pues, toda la Iglesia es el único cuerpo de Cristo y nosotros somos
miembros de la Iglesia, ¿qué inconveniente hay en que cada uno de nosotros
nos sirvamos de las palabras de nuestro cuerpo, esto es, de la Iglesia, con la cual
formamos realmente una unidad? Un ejemplo: si siendo muchos formamos una
sola cosa en Cristo, en él cada uno de nosotros se posee íntegramente, hasta tal
punto que, aunque parezcamos estar por la soledad de los cuerpos, muy alejadosde la Iglesia, le estamos no obstante siempre íntimamente presentes en virtud del inviolable sacramento de la unidad.
De esta suerte, lo que es de todos, lo es también de cada uno; y lo que para algunos es singularmente especial, esasimismo común a todos en la integridad de la fe y de la caridad. Rectamente,pues, puede el pueblo clamar: Misericordia, Dios mío, misericordia.
Nuestros santos Padres decretaron que la existencia de esta indisoluble
unión y comunión de los fieles en Cristo debía adquirir un grado de certeza tal
que la introdujeron en el símbolo de la profesión de fe católica, y nos ordenaron
repetirla habitualmente entre los mismos rudimentos de la fe cristiana. Porque
inmediatamente después de haber dicho: Creo en el Espíritu Santo, en la santa
Iglesia, añadimos a renglón seguido: en la comunión de los santos, para que al
mismo tiempo que testimoniamos nuestra fe, en Dios, afirmemos también
lógicamente la comunión de la Iglesia, que es una sola cosa con él. Esta es
efectivamente la comunión de los santos en la unidad de la fe: que los que creen
en el único Dios han renacido en un solo bautismo, han sido confirmados por un
mismo Espíritu Santo, han sido invitados a la misma vida eterna en virtud de la
gracia de adopción.