domingo, 1 de diciembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 1 de Adviento C

Jeremías 33, 14-16

REFLEXIÓN

suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra

Volvemos a iniciar otro año o ciclo litúrgico. Una forma de guardar y vivir la Palabra en el tiempo cronológico.

Se empieza por las realidades que siempre dan que pensar y por eso se les llama misterios, relacionadas con la expectativa de la venida en carne de la Palabra: Jesús de Nazareth.

Por lo tanto se trata de una preparación, de una ilusión, de un anhelo de que ahora sí se hará realidad nuestro sueño.

Se trata nuevamente de ir aprendiendo a visualizar, en las aproximaciones que nos da la realidad por señas, la plenitud de la promesa.

Qué duda cabe: en nuestro mundo gemimos por tener una mejor dirección y liderazgo de todo tipo. Político, educativo, eclesiástico, familiar, empresarial.

La Palabra nos conmina, más que invitarnos, a creer que es posible un mejor liderazgo si contribuimos a construirlo.

Vemos cómo las sociedades, los pueblos cuando se organizan logran cambios en sus dirigentes, sin necesidad de llegar a la anarquía y la destrucción. Más bien éstas son señales de desesperanza. 

Pero desde ahora somos invitados a la esperanza activa.

Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14



REFLEXIÓN

hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes

El humilde se deja enseñar sin cansarse. Siempre dispuesto a aprender.

Ignacio de Loyola encomendaba a sus compañeros que formaban parte de la Compañía el examen constante. Una estrategia que se aprendía desde el mes de ejercicios.

Por examen entendía una revisión de la oración y del día, para tomar conciencia de las mociones del Espíritu y de las fallas en escucharlas. Y así aprender.

Nosotros aprendamos la esperanza.

1Tesalonicenses 3, 12-4, 2

REFLEXIÓN

habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante

Porque Pablo resaltaba a sus comunidades que se mantuvieran en lo aprendido. Y proceder para agradar al Señor cada día es mantenerse aprendiendo la sabiduría de la espera.

Esperar en esperanza es algo activo, militante y combativo. Es una lucha que puede atentar contra nuestra humildad, porque en algún punto tiendo a creerme suficiente y graduado, sin tener que aprender más.

Lucas 21, 25-28. 34-36

REFLEXIÓN

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre

Vivimos en un tiempo de mezcla de trigo y cizaña, de maíz y hierba mala, que nos obliga a mantenernos alertas sin concluir nada definitivo, sino guíandonos por el hálito del Espíritu.

No nos compete el juicio definitivo, sino uno temporal, provisional, de probabilidad. Y en eso debemos manifestar nuestra humildad de aprendizaje constante.

El resultado que se debe ir afianzando es una fortaleza para esperar en pie la venida del Señor.

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motivaciondehoy


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Domingo 1 de Adviento C

Jeremías 33, 14-16

Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14

1Tesalonicenses 3, 12-4, 2

Lucas 21, 25-28. 34-36

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS


PREOCUPARNOS TAMBIÉN POR NACER PARA LA VIDA PERDURABLE COMO JESÚS

DOMINGO I DE ADVIENTO 

San Elredo de RievaulxSermón 1 sobre la venida del Señor (PL 195, 209-210)
Este tiempo nos recuerda las dos venidas del Señor

Debéis saber, carísimos hermanos, que este santo tiempo que llamamos Adviento del Señor, nos recuerda dos cosas: por eso nuestro gozo debe referirse a estos dos acontecimientos, porque doble es también la utilidad que deben reportarnos.

Este tiempo nos recuerda las dos venidas del Señor, a saber: aquella dulcísima venida por la que el más bello de los hombres y el deseado de todas las naciones, es decir, el Hijo de Dios, manifestó a este mundo su presencia visible en la carne, presencia largamente esperada y ardientemente deseada por todos los padres: es la venida por la que vino a salvar a los pecadores. La segunda venida –que hemos de esperar aún con inquebrantable esperanza y recordar frecuentemente con lágrimas— es aquella en la que nuestro Señor, que primero vino oculto en la carne, vendrá manifiesto en su gloria, como de él cantamos en el Salmo: Vendrá Dios abiertamente, esto es, el día del juicio, cuando aparecerá para juzgar.

De su primera venida se percataron sólo unos pocos justos; en la segunda se manifestará abiertamente a justos y réprobos, como claramente lo insinúa el Profeta cuando dice: Y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios. Propiamente hablando, el día que dentro de poco celebraremos en memoria de su nacimiento nos lo presenta nacido, es decir, que nos recuerda más bien el día y la hora en que vino a este mundo; en cambio este tiempo que celebramos como preparación para la Navidad, nos recuerda al Deseado, esto es, el gran deseo de los santos padres que vivieron antes de su venida.

Con muy buen acuerdo ha dispuesto en consecuencia la Iglesia que en este tiempo se lean las palabras y se traigan a colación los deseos de quienes precedieron la primera venida del Señor. Y este su deseo no lo celebramos solamente un día, sino durante un tiempo más bien largo, pues es un hecho de experiencia que si sufre alguna dilación la consecución de lo que ardientemente deseamos, una vez conseguido nos resulta doblemente agradable.

A nosotros nos corresponde, carísimos hermanos, seguir los ejemplos de los santos padres y recordar sus deseos, para así inflamar nuestras almas en el amor y el deseo de Cristo. Pues debéis saber, hermanos, que la celebración de este tiempo fue establecida para hacernos reflexionar sobre el ferviente deseo de nuestros santos padres en relación con la primera venida de nuestro Señor, y para que aprendamos, a ejemplo suyo, a desear ardientemente su segunda venida.

Debemos considerar los innumerables beneficios que nuestro Señor nos hizo con su primera venida, y que está dispuesto a concedérnoslos aún mayores con su segunda venida. Dicha consideración ha de movernos a amar mucho su primera venida y a desear mucho la segunda. Y si no tenemos la conciencia tan tranquila como para atrevernos a desear su venida, debemos al menos temerla, y que este temor nos mueva a corregirnos de nuestros vicios: de modo que si aquí no podemos evitar el temor, al menos que, cuando venga, no tengamos miedo y nos encuentre tranquilos.