domingo, 11 de abril de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 2 de Pascua

Hechos de los apóstoles 4,32-35



REFLEXIÓN

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.

El ideal que muchos postulan, y por diversos medios pretenden establecer: la Koinonía, la comunión íntegra, que abarca lo material y lo espiritual. Un proyecto común, una sociedad diferente.

Pero no se logra del todo, sino por aspectos. En otros se deteriora, erosiona o abandona.

En el Antiguo Testamento se postuló una sociedad que mediante jubileos redistribuía las acumulaciones que hacían injusticia a los empobrecidos. Terminó sin funcionar por voluntad humana.

En el Nuevo se expone esta comunión que tampoco prevalecerá, también por voluntad humana.

Se ha convertido en el horizonte utópico que concita las fuerzas para el cambio.

Por qué no funciona ninguna, ni siquiera las de bienestar casi completo?

Desde la doctrina, desde la teología, desde las fuentes bíblicas se señala el pecado. Y éste hoy como ayer es un acertijo, que tienta a dejarlo por explicar todo y explicar nada.

Por qué tenemos como individuos y como grupos y sociedades la tendencia a buscar nuestro bien con exclusividad y a olvidarnos del perjuicio que eso causa a otros?

Y Dios los miraba a todos con mucho agrado

El agrado del Padre que se regocija en la fraternidad de sus hijos.

Jesús de Nazaret, ahora exaltado, nos enseña el camino del agrado del Padre.

Al padre le agrada que nos comportemos como hermanos.

Quizás esta es la cima que no consiguen los cambios reformistas o revolucionarios cuando gestionan nuevas sociedades. No consiguen la fraternidad, sino más bien los bandos, la polarización, la enemistad, el fratricidio.

Marx fue un genio al señalar el mecanismo que producía la acumulación de riquezas en pocas manos, pero le falló la solución planteada en base a la revancha de una clase sobre otra. Desdeñó que el mal sale desde lo profundo del corazón.

Mao utilizó el esquema de jubileos de tiempo en tiempo para mantener la vigilancia y alerta a las desviaciones de la revolución. Pero desdeñó que el mal brota de lo oculto del corazón. Esto es lo que contamina.

Hay quienes reprochan esta solución de sanar el corazón porque se ha practicado sin resultados fehacientes. Y porque encierra en la subjetividad del individuo.

Quizá el problema no sea sino cómo es aplicada la sanación del corazón para los enfermos de injusticia.

Sólo el Señor se atrevió a cambiar el corazón cuando prometió uno de carne, en cuyo núcleo palpitara su voluntad.

Creemos que esta operación se ha realizado en Jesús nuestro hermano, y su inspiración es potente para congregarnos en una realidad nueva libre de injusticia.

Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.

Pero se requiere una autoridad capaz de servir a la re-distribución que no se corrompa en el proceso.

Nuestro tiempo da señales de desesperanza sobre la existencia de una tal autoridad.

Salmo responsorial: 117



REFLEXIÓN

Diga la casa de Israel: / eterna es su misericordia. / Diga la casa de Aarón: / eterna es su misericordia. / Digan los fieles del Señor: / eterna es su misericordia.

Que todos los bandos se unifiquen en la misericordia del Padre.

es ahora la piedra angular

Jesús de Nazareth es la piedra angular que un tiempo fue desechada. Desecharlo no es algo del pasado. Aún hoy no se le considera angular en muchos lugares. Solo sus creyentes pueden persuadir que Él es la piedra angular.

1Juan 5,1-6



REFLEXIÓN

Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo

Fluídos cargados de vida: entonces Jesús es plenitud de vida.

Por qué al exponernos a la Palabra se siente su vigor y sentido, pero al adentrarnos en la cotidianidad se disuelve? Jesús nos advirtió del espíritu que es alerta pero la carne que es débil. Orar sin interrupción es luchar para la fortaleza de la carne y que no obstaculice al espíritu.

Juan 20,19-31



REFLEXIÓN

con las puertas cerradas por miedo a los judíos.

Con sobrada razón: no era un miedo paranoico, sino proveniente de un riesgo objetivo.Los seguidores podían seguir la suerte del maestro.

"Paz a vosotros."

Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor

Paz y alegría son señales del auténtico encuentro con el Señor.

Como el Padre me ha enviado así también os envió yo

Los encuentros del Resucitado son relatos o narrativas al servicio de una misión, de un envío. Hay algo que hacer, algo que trabajar, no se trata de una intervención estéril.

exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."

Una nueva creación a través de la Palabra encarnada que suelta al Espíritu sobre el caos del miedo para organizar un reino de los cielos, un reino de Dios, un reino de pobres que solo tienen a Dios como protector.

Este grupo de galileos miedosos y arrinconados son los huérfanos y viudas, los cautivos, los que tienen hambre y sed de justicia, los perseguidos, en fin: los pobres que no tienen a nadie más a quien acudir.

Son bienaventurados porque reciben el Espíritu y va a repoblar la tierra.

"¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."

Qué bueno que existió un Tomás que urgió un segundo reconocimiento. Una segunda opinión. Así quedamos más tranquilos. Con una tranquilidad efímera porque volveremos a dudar.

Pero se nos dice que más bien los que creen sin tanta prueba son felices.

Porque el creer, la fe, es don del Señor. Hacerla vida es nuestra misión.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1381209589681639425?s=20

DOCTORES DE LA LEY

 

Domingo de la octava de Pascua
San Agustín Sermón en la octava de Pascua 8,1,4



Me dirijo a vosotros, niños recién nacidos, párvulos en Cristo, nueva prole de la Iglesia, gracia del Padre, fecundidad de la Madre, retoño santo, muchedumbre renovada, flor de nuestro honor y fruto de nuestro trabajo, mi gozo y mi corona, todos los que perseveráis firmes en el Señor. Me dirijo a vosotros con las palabras del Apóstol: vestíos del Señor Jesucristo, y que el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos, para que os revistáis de la vida que se os ha comunicado en el sacramento. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. En esto consiste la fuerza del sacramento: en que es el sacramento de la vida nueva, que empieza ahora con la remisión de todos los pecados pasados y que llegara a su plenitud con la resurrección de los muertos. Por el bautismo fuisteis sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos, así también andéis vosotros en una vida nueva.

REFLEXIÓN

En esa situación nos deja el bautismo: limpios, iniciados y en ruta a la resurrección, cuando aparecerá la vida nueva que nos ha sido donada. De ahí que negarla a los infantes, para los de fe, es negarle la vida nueva que como simiente se va desarrollando en nosotros, por el bautismo recibido.

Pues ahora, mientras vivís en vuestro cuerpo mortal, desterrados lejos del Señor, camináis por la fe; pero tenéis un camino seguro que es Cristo Jesús en cuanto hombre, el cual es al mismo tiempo el término al que tendéis, quien por nosotros ha querido hacerse hombre. Él ha reservado una inmensa dulzura para los que le temen y la manifestará y dará con toda plenitud a los que esperan en él, una vez que hayamos recibido la realidad de lo que ahora poseemos sólo en esperanza. Hoy se cumplen los ocho días de vuestro renacimiento: y hoy se completa en vosotros el sello de la fe, que entre los antiguos padres se llevaba a cabo en la circuncisión de la carne a los ocho días del nacimiento carnal. Por eso mismo, el Señor al despojarse con su resurrección de la carne mortal y hacer surgir un cuerpo, no ciertamente distinto, pero sí inmortal, consagró con su resurrección el domingo, que es el tercer día después de su pasión y el octavo contado a partir del sábado; y, al mismo tiempo, el primero. Por esto, también vosotros, ya que habéis resucitado con Cristo – aunque todavía no de hecho, pero sí ya esperanza cierta, porque habéis recibido el sacramento de ello y las arras del Espíritu–, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis juntamente con él, en gloria.

REFLEXIÓN

No será pues extraño que los suspiros frecuentes que exhalamos en nuestra existencia por diversos motivos sean los anhelos del terruño de vida nueva que bulle en nosotros, creciendo y robusteciéndose. Por eso hay un fondo que es mezcla de melancolía y gozo en nuestro suspiro. Es el Espíritu del Crucificado Glorificado que no cesa de gemir por la Gloria definitiva.