martes, 31 de enero de 2023

PALABRA COMENTADA

 

Martes 4 de tiempo ordinario

Año Impar

Hebreos 12,1-4



REFLEXIÓN

Una nube ingente de testigos nos rodea

Ignacio de Loyola en el inicio de su conversión, de hombre desgarrado y vano  comenzó a gustar providencialmente la vida de algunos santos. Ella lo motivó a incorporarse, asumiendo su cojera, para apreciar otros valores.

Quizá en la sofisticación de la creencia no parezca propio fijarse en la vida de personas que se han entregado en firme a una causa de Dios, porque están narradas en lenguaje antiguo o porque no se tiene la estima por esos valores, cosa que hay que cultivar.

Pero bien mirado el ejemplo y testimonio de una vida íntegra nos puede mover, confrontando la propia nuestra y estimulando un deseo de valores espirituales.

Sin embargo el pueblo sencillo es más sensible a estos testimonios y les llega con más facilidad el mensaje de estos hermanos que se adelantaron en su entrega al reino.

corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia

Una sencillez que nos ubica y enfoca en lo que realmente tenemos entre manos y está en nuestra capacidad: la carrera que nos toca.

Es posible que el martirio de sangre toque a nuestra puerta alguna vez. Pero lo corriente es que el martirio se tenga que desarrollar en una vida común, con gestos cotidianos y pequeños detalles de solidaridad fraterna.

Lo importante es la motivación de seguimiento de Jesús y su reino, y la fidelidad, quizá pequeña pero continua.

Es la materia prima, la masa que preparamos, el edificio que construimos con paciencia y humildad. No podemos decir que esta entrega no es posible, con la ayuda de Dios.

Quizá estamos mal educados y acostumbrados por los medios de comunicación a considerar la espectacularidad y los titulares como el único medio de relevancia sobresaliente.

Para quién? No para el Señor que mira lo profundo.

Oblación de mayor estima y momento, dice Ignacio de Loyola en sus ejercicios. Pedir pobreza con Cristo pobre y humillaciones. Nada de lo que uno apetezca corrientemente o voluntariamente. Nada de lo que el mundo actual occidental justifique como calidad de vida. Aceptar o desear el sufrimiento es una anormalidad, un desvío del destino humano. Y mucho menos hay que pensar en resignación, que adormece el potencial escondido para cambiar la situación. No estamos precisamente en el horizonte de comprensión que encuentre significativo el sufrimiento que nos cae o el que ofrecemos.

Es un choque de sabidurías, y Pablo lo dijo. Somos un escándalo y unos necios o estúpidos por pensar y vivir la cruz a los ojos de todos: judíos y gentiles.

Y los nietzches, freud, marx y demás no hacen sino remozar individual y socialmente los señalamientos más antiguos.

En el fondo y en la superficie se mantiene el interrogante: vale la pena sufrir desde, en y con Jesús y su reino?

no os canséis ni perdáis el ánimo

Es la función del Espíritu de Jesús: alentarnos constantemente a proseguir.

Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado

Efectivamente

Salmo responsorial: 21



REFLEXIÓN

hablarán del Señor a la generación futura, / contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: / todo lo que hizo el Señor

Es lo que hicieron nuestros santos antecesores en la fe que recibimos. Una incontable multitud de actores y testigos anónimos muchos de ellos, que han ido señalando a otras generaciones cuál es la auténtica calidad de vida: la vida nueva.

Lo recordarán y volverán al Señor

Siempre es posible volver. Es la función de la memoria del Señor. Alentarnos a volver.

Marcos 5,21-43



REFLEXIÓN

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo

"No temas; basta que tengas fe."

acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría

Dos personas que abordan la esperanza de curación con estrategias diferentes y ambas recibidas por Jesús con misericordia.

 

No podemos ni debemos repudiar alguna forma de esperanza y su manifestación, porque quien las juzga y acepta es el Señor.

 

Es verdad que a nuestros ojos de modernos ciertas manifestaciones son más síntomas de locura y superstición que de fe.

 

Pero no somos los jueces. Si acaso podemos dar el servicio de depuración y maduración pero el que juzga y acepta es el Señor.

 

Nuestro respeto y benevolencia para con todos nos acarrea una mejor disposición para encontrar el don del reino en todo.

¿Quién me ha tocado el manto?"

Quién ha sabido cómo tocar mi manto? Sería más bien la pregunta.

Tantos le tocaban, por estar apretujado de la gente, que sólo un toque particular le hizo detenerse y preguntar.

La mujer impura tuvo la actitud de búsqueda adecuada para obtener fuerza de Jesús.

Fuerza, magnetismo, flujo de energía no sabemos qué.

Nos tendríamos que preguntar con deseo de obtenerla, cómo se llega a esta disposición de fe.

Saber tocar, saber buscar, saber descargar la energía del Señor.

"Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud."

Jesús de Nazaret es una Palabra que colabora con nosotros en formar esa fe que admite a  fondo que el Señor es Único, es Padre.

Tanto la mujer con flujo de sangre como el jefe de la Sinagoga hicieron una aproximación a Jesús con su fe, incluso con apariencia de superstición.

Pero Jesús los involucró en un proceso de crecimiento de la fe hasta el límite de su impotencia para confesar su fe esperanzada en el Único.

Es como si le dijera: no te miro para regañarte ni echarte en cara, sino para compartir la alegría contigo, porque has sabido como tocarme con fe.

Tú si sabes obtener lo que necesitas.

Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?

El hombre que había concebido tanta esperanza, con la noticia de la muerte de su hija, debió experimentar una gran tristeza.

No temas; basta que tengas fe.

Por eso Jesús lo sostuvo en esa tristeza y lo mantuvo en la espera. Como le diría a Marta para alentarla a seguir creyendo, no obstante la muerte de Lázaro: Sigue creyendo más aún.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1620383127867899904?s=20&t=HNyXpDEQJ127g-BYbdTCeg

BEATO CARLO



 De las cartas de san Juan Bosco, presbítero
(Epistolario, Turín 1959, 4, 201-203)
 
TRABAJÉ SIEMPRE CON AMOR

 

Si de verdad buscamos la auténtica felicidad de nuestros alumnos y queremos inducirlos al cumplimiento de sus obligaciones, conviene ante todo que nunca olvidéis que hacéis las veces de padres de nuestros amados jóvenes, por quienes trabajé siempre con amor, por quienes estudié y ejercí el ministerio sacerdotal, y no sólo yo, sino toda la Congregación salesiana.

 ¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi vida, ya bastante prolongada, he tenido ocasión de convencerme de esta gran verdad! Es más fácil enojarse que aguantar, amenazar al niño que persuadirlo; añadiré incluso que, para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos con firmeza y suavidad a la vez.

 Os recomiendo que imitéis la caridad que usaba Pablo con los neófitos, caridad que con frecuencia los llevaba a derramar lágrimas y a suplicar, cuando los encontraba poco dóciles y rebeldes a su amor.

 Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques de vuestro espíritu. Es difícil, al castigar, conservar la debida moderación, la cual es necesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que obramos sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor.

 Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y avergoncémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor.

 Éste era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles, ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran ignorantes y rudos, e incluso poco fieles; también con los pecadores se comportaba con benignidad y con una amigable familiaridad, de tal modo que era motivo de admiración para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que muchos concibieran la esperanza de alcanzar el perdón de Dios. Por esto nos mandó que fuésemos mansos y humildes de corazón.

 Son hijos nuestros, y por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, dominarla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.

 Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como conviene a unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos.

 En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los culpables.