viernes, 1 de agosto de 2025

DOCTORES DE LA IGLESIA


 

De las obras de San Alfonso María de Ligorio, obispo.
(Tratado sobre la práctica del amor a Jesucristo, edición latina, Roma 1909, pp. 9-14)

EL AMOR A CRISTO

Toda la santidad y la perfección del alma consiste en el amor a Jesucristo, nuestro Dios, nuestro sumo bien y nuestro redentor. La caridad es la que da unidad y consistencia a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto.

¿Por ventura Dios no merece todo nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la eternidad. «Considera, oh hombre —así nos habla—, que yo he sido el primero en amarte. Aún no habías nacido, ni siquiera existía el mundo, y yo ya te amaba. Desde que existo, yo te amo.»

Dios, sabiendo que al hombre se lo gana con beneficios, quiso llenarlo de dones para que se sintiera obligado a amarlo: «Quiero atraer a los hombres a mi amor con los mismos lazos con que habitualmente se dejan seducir: con los vínculos del amor.» Y éste es el motivo de todos los dones que concedió al hombre. Además de haber dado un alma dotada, a imagen suya, de memoria, entendimiento y voluntad, y un cuerpo con sus sentidos, no contento con esto, creó, en beneficio suyo, el cielo y la tierra y tanta abundancia de cosas, y todo ello por amor al hombre, para que todas aquellas creaturas estuvieran al servicio del hombre, y así el hombre lo amara a él en atención a tantos beneficios.

Y no sólo quiso darnos aquellas creaturas, con toda su hermosura, sino que además, con el objeto de conquistarse nuestro amor, llegó al extremo de darse a sí mismo por entero a nosotros. El Padre eterno llegó a darnos a su Hijo único. Viendo que todos nosotros estábamos muertos por el pecado y privados de su gracia, ¿que es lo que hizo? Llevado por su amor inmenso, mejor aún, excesivo, como dice el Apóstol, nos envió a su Hijo amado para satisfacer por nuestros pecados y para restituirnos a la vida, que habíamos perdido por el pecado.

Dándonos al Hijo, al que no perdonó, para perdonarnos a nosotros, nos dio con él todo bien: la gracia, la caridad y el paraíso, ya que todas estas cosas son ciertamente menos que el Hijo: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él todo lo demás?

jueves, 31 de julio de 2025

PALABRA COMENTADA


Solemnidad de San Ignacio de Loyola




REFLEXIÓN

Jeremías 15, 10. 16-21

Te me has vuelto arroyo engañoso, de aguas inconstantes.

Se anuncia la nueva libertad para el creyente que todo lo espera del Señor: una amistad en la que caben los reproches y la amargura contra Dios. 

Nos enfrentamos con el misterio de la persona, en este caso el Misterio absoluto y totalmente Otro, que nos rebasa y no comprendemos casi nada.

Pero no obstante amamos ese Misterio y Persona y nos abrimos a su abismo de novedad y sorpresa, manteniendo la confianza como el el peso que nos ancla.

Que ellos se conviertan a ti, no te conviertas tú a ellos. Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable; lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte -oráculo del Señor-. Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de los opresores." 

La misión que sirve a los intereses del Señor mantiene al enviado de pie, no por su fuerza sino por la gracia del que envía.

En nuestro tiempo no es de buen gusto atribuirnos tan poco protagonismo en la definición del rumbo de las cosas. 

Es el tiempo del superhombre nietzcheano, no del débil cristiano, que como Pablo de Tarso se considera fuerte por su debilidad. 

Es el nuevo dogma que se respira y la nueva escala de valores con la que se decide.

Por eso la cruz sigue siendo la oportunidad de descubrir un horizonte alternativo y rasgar el Misterio del absoluto.




REFLEXIÓN

Salmo responsorial: 58

Estoy velando contigo, fuerza mía,

Los momentos de prueba son como la vela de armas, en las novelas de caballería de la Edad Media.

Ese rito fue ridiculizado y relativizado por don Quijote: un iluso desfasado de su tiempo, que aún velaba armas creyendo estar llamado a rescatar a su dama.

Los creyentes y seguidores de Jesús de Nazareth igualmente velan y oran para que la siembra no termine con más mala hierba que grano, y cada momento de vela es apocalíptico porque descubre las estrategias del anti-reino. 

Vivir la fe a conciencia es participar en ese combate final contra las tinieblas.





REFLEXIÓN

Mateo 13, 44-46

"El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra."

Se requiere en la construcción del reino una actitud semejante a la del emprendedor: audacia para asumir riesgos.

Eso somos los creyentes y más vale serlo con lucidez: personas que apostamos por un valor y decidimos correr el riesgo. Nos estamos jugando la vida definitiva.

El Reino es comparado con un encuentro inesperado de una realidad muy valiosa por la que vale la pena invertir fuertemente. 

Es como una oportunidad propicia para beneficiarse notablemente. Es un encuentro que difícilmente se puede despreciar.

Un encuentro así implica para quien lo experimenta saber que se trata de una realidad que vale la pena el riesgo y el esfuerzo.

Por lo tanto implica una capacidad de apreciar el valor de la realidad que encuentra.Implica un cierto conocimiento del valor y su aprecio de esa realidad. 

Es un encuentro que impulsa a cualquier sacrificio con tal de obtener ese valor apreciado.

El Reino se parece al encuentro de un bien altamente significativo y que vale la pena y que merece se le entreguen todas las energías para conseguirlo.

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Solemnidad de San Ignacio de Loyola

Jeremías 15, 10. 16-21

Salmo responsorial: 58

Mateo 13, 44-46