sábado, 25 de octubre de 2025

PALABRA COMENTADA

Sábado 29 de tiempo ordinario

Año Impar

Romanos 8,1-11

en su carne condenó el pecado

La carne es lugar de rebeldía pero en Jesús era socia del Espíritu de Dios.

Su carne resultó más fuerte que la pecadora y se propuso como nueva humanidad, descendiente del Espíritu por la fe.

La semejanza de la carne que proviene del Espíritu, con la carne pecadora, rebelde, débil y equívoca es como los placeres eróticos que se dan entre sí una pareja humana y las caricias de la solicitud maternal a su bebé.

En sí el placer de la carne es ambivalente: vía al pecado o a la gracia. Es decisiva la intención que lo produce: para comunión o para opresión.

El contexto de la unión matrimonial tiende a proteger la intención de comunión como la más apta.

No es imposible que se den otros contextos en los que la intención acceda al placer carnal que engendra comunión, pero es más difícil.

Incluso no es imposible que se produzca en la unión homosexual, sin embargo no es fácil.

En esto como en todo se sigue aplicando la ley evangélica: es lo que nace o viene de dentro, de lo profundo, lo que contamina o santifica, no lo de fuera.

Y se debe tener muy presente la advertencia del Señor Jesús en el Huerto de la agonía: oren sin descanso, porque el Espíritu es fuerte pero la carne es débil. No dijo que mala.

Las políticas públicas deben proveer espacios educativos intensivos para incentivar la intencionalidad de los ciudadanos que promuevan su accionar desde dentro, como una forma de pneumatizar la carne, más que medidas externas represivas que mantienen intacta la aporía de la ley.

ya no procedemos dirigidos por la carne, sino por el Espíritu.

El Espíritu procede a dirigir pneumatizando la carne, y de ahí la índole agónica de la transformación que opera.

los que se dejan dirigir por el Espíritu tienden a lo espiritual.

Es una tendencia a realizar en la carne, no sin ella ni contra ella.

ni siquiera lo puede

Si no se invoca la intención del Espíritu cuya tendencia es a la comunión con Dios, la carne persiste en su debilidad.

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios

El Padre mantiene su receptividad, pero los sujetos a la carne están aherrojados en su egocentrismo, buscando su propio interés, y consecuentemente matando posibilidades de comunión.

La receptividad de Dios se ofrece mediada en el prójimo, con especial ternura en los más débiles.

Pero el prójimo por sí solo no salva sin la intencionalidad del Espíritu, que rompe con la intencionalidad egocéntrica y da paso hacia la comunión solidaria.

Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Mientras se da en la carne, la vivificación es agónica. Porque la agonía no es muerte sino lucha para no morir. Sin Espíritu la agonía, empero, se convierte en deslizadero para la muerte.

Salmo responsorial: 23

¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón, / que no confía en los ídolos

La pneumatización de la carne acarreada por el Espíritu en la fe agónica, tiende a volver inocentes las manos humanas, puro su corazón, y desconfiado de la sacralización de otra carne.

Lucas 13,1-9

lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.

Los romanos eran un ejército de ocupación, bárbaro y despiadado.

Antes y ahora, como por ejemplo, las torturas de ejércitos actuales contra los poblaciones civiles desarmadas.

Un contexto de violencia absurda y desmedida, para aplacar cualquier rebelión o protesta.

¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?

Se podría concluir que una desgracia así era un signo de rechazo de Dios en el Templo a sus sacrificios, por ser los galileos sinónimo de gente revoltosa a quien los romanos de Poncio Pilato habían sofocado.

Y de eso concluir también que no era bueno manifestar la rebeldía y aceptar la intimidación romana.

Pero en general sin llegar a esas sociologías político-religiosas, los seres humanos son presagiosos respecto de lo sacro y asumen como señales de rechazo de Dios situaciones trágicas. Y no hay tal rechazo.

El pensamiento común era descalificador para esas víctimas, teniéndolas por pecadoras.

Porque una vida plácida, sin tragedias, era el epítome de la bendición del Señor. Pero la cruz de Jesús de Nazareth trastocó esa ideología religiosa.

si no os convertís, todos pereceréis lo mismo

Pero se impone, más bien, un sentido de conversión de mentalidad: la que juzga pecadores, indignos de salvación o castigados por su culpa, a personas asesinadas por un poder político, por un accidente trágico o ultimados como ajuste de cuentas.

Un llamado ineludible para todos, que controvierte esa creencia como necesaria, ya que todos somos pecadores y culpables, aun los que juzgamos.

Ese llamado nos es útil en la actualidad frente al influjo de los medios que plantan juicios innobles sobre personas que perecen en circunstancias dudosas.

Y la exigencia de conversión es absoluta porque ahí sí, el fin será aciago.

Lo que realmente hace perecer es juzgarnos libres de culpa a diferencia de los demás.

Jesús confronta al pueblo con su dureza de corazón para con la alianza, como causa de los males que le sobrevienen.

Si bien exculpa a los galileos como pecadores, Jesús no se ubica en el nivel político como significación primaria para su mensaje de fondo.

Jesús emite un juicio profético como los clásicos de antaño: perece una sociedad injusta porque se vulnera desde dentro por corrupción.

Ya podemos tener todas las defensas y armamentos para defendernos de los de fuera, que si la corrupción avanza dentro, el fin estará próximo.

La Palabra encarnada en Jesús de Nazareth siempre aporta una rendija de la dimensión del Espíritu.

Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera".

Si hemos de perecer mejor hacerlo convertidos y así aseguramos una vida sin fin.

"Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro.

Tiempo que lleva Jesús evangelizando sin lograr conversión? Cúmulo simbólico de un tiempo cumplido, para que se hubiera dado un fruto que valiera la pena?

"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas.""

Su misión no es cortar, aunque aún no dé fruto.

Todo está dicho por Jesús para suscitar el despertar de la conversión.

Porque Él es magnánimo y paciente en la espera del fruto, para el que podamos crecer y madurar.

Su evangelio es el de la oportunidad, aunque no se sabe hasta cuándo. La conversión es para asumir con seriedad esa oportunidad.

El ruego pertenece a la tradición de la paciencia y la tolerancia, desde Abraham y Moisés, que confronta la impaciencia de los dioses por castigar a los hombres, pero abre a una revelación novedosa del Dios misericordioso, más allá de nuestros esquemas rígidos.

https://x.com/motivaciondehoy  251025


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Sábado 29 de tiempo ordinario

Año Impar

Romanos 8,1-11

Salmo responsorial: 23

Lucas 13,1-9

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