domingo, 19 de septiembre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 25 de tiempo ordinario

Sabiduría 2, 12. 17-20



REFLEXIÓN

veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida

Morir es el último acto de la vida de una persona. Del creyente se espera un desenlace de creyente, como último testimonio. Incluye la propia esperanza del que muere para derrotar su propia tristeza y la tentación de atribuirla a culpa y pecado.

Ver la propia muerte como parte del designio de la Palabra es un don del Espíritu que inspira la misma. Y es posible ver en algunos casos la aceptación serena del fin y el gozo por el encuentro cara a cara.

El portento de la intervención de Dios a favor de Jesús fue después de muerto. Es posible que aun la muerte del justo parezca ingnominiosa y su justificación tardía

lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él

Jesús de Nazareth como cabeza de columna refuerza en nosotros el seguimiento con nuestro aporte histórico. En su momento seremos lo que en Él hayamos logrado ser.

Salmo responsorial: 53



REFLEXIÓN

Oh Dios, escucha mi súplica

Jesús experimentó el silencio de Dios y la postergación a su súplica. Entretanto asumió la muerte como su voluntad y se plegó.

el Señor sostiene mi vida

La vida como don del Padre entraña considerar ese don presente en el desarrollo de la misma hasta su culminación histórica.

Ignacio de Loyola en la contemplación para alcanzar amor recomienda detenerse en la dinámica presencia del Creador animando, sensando en toda la creación, como sostén del propio don creado. Alcanzar amor implica llegar hasta el mismo Padre dando gracias, pero también llenarse del ágape fraternal que permite compartir la vida apoyándola, respetándola, expandiéndola.

La muerte es parte de esta etapa de vida y es parte del don que nos llama a encontrar así su amor.

Santiago 3, 16-4, 3



REFLEXIÓN

Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.

Porque más que justicia y paz, debe ser paz y justicia. Muchas luchas y batallas por la justicia no se hacen con paz, sino con envidias y divisiones.

No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones

Cuando la petición no es atendida cabe la posibilidad de que no sea pura, y o debe purificarse, o debemos abrirnos a la voluntad mayor de Dios, que es lo mejor de nosotros mismos como personas y como pueblo.

Incluso los colectivos si son de Dios deben hacer el examen de sus pasiones para que su petición sea bien hecha y reciba respuesta.

Marcos 9, 30-37



REFLEXIÓN

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle

De dónde sale la indisposición al cambio? Del miedo que surge, por el apego que nos tenemos a nosotros mismos, en nuestro pensar, sentir y actuar.

Los ejercicios ignacianos no son una varita mágica para atraernos sin nosotros el don del Señor. Son ejercicios para quitar de nosotros lo que impide ese don. Se trata de cultivar una actitud de confrontación y desafío contra el apego que contamina nuestro corazón y se propaga en nuestra existencia.

por el camino habían discutido quién era el más importante

Entretenidos como estaban en sus ambiciones de poder no hacían suficiente espacio para la instrucción de Jesús. Anulaban su mensaje para el cambio.

El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado

Será porque el niño no deja de creer y esperar de su padre?

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1439562170103173124?s=20

DOCTORES DE LA IGLESIA

 



Domingo, XXV semana

San Agustín Sermón sobre los pastores 46,13

No fortalecéis a las ovejas débiles, dice el Señor. Se lo dice a los malos pastores, a los pastores falsos, a los pastores que buscan su interés y no el de Jesucristo, que se aprovechan de la leche y la lana de las ovejas, mientras que no se preocupan de ellas ni piensan en fortalecer su mala salud. Pues me parece que hay alguna diferencia entre estar débil, o sea, no firme –ya que son débiles los que padecen alguna enfermedad–, y estar propiamente enfermo, o sea, con mala salud. Desde luego que estas ideas que nos estamos esforzando por distinguir las podríamos precisar, por nuestra parte, con mayor diligencia, y por supuesto que lo haría mejor cualquier otro que supiera más o fuera más fervoroso; pero, de momento, y para que no os sintáis defraudados, voy a deciros lo que siento, como comentario a las palabras de la Escritura. Es muy de temer que al que se encuentra débil no le sobrevenga una tentación y le desmorone. Por su parte, el que está enfermo es ya esclavo de algún deseo que le está impidiendo entrar por el camino de Dios y someterse al yugo de Cristo. Pensad en esos hombres que quieren vivir bien, que han determinado ya vivir bien, pero que no se hallan tan dispuestos a sufrir males, como están preparados a obrar el bien. Sin embargo, la buena salud de un cristiano le debe llevar no sólo a realizar el bien, sino también a soportar el mal. De manera que aquellos que dan la impresión de fervor en las buenas obras, pero que no se hallan dispuestos o no son capaces de sufrir los males que se les echan encima, son en realidad débiles. Y aquellos que aman el mundo y que por algún mal deseo se alejan de las buenas obras, éstos están delicados y enfermos, puesto que, por obra de su misma enfermedad, y como si se hallaran sin fuerza alguna, son incapaces de ninguna obra buena. En tal disposición interior se encontraba aquel paralítico al que, como sus portadores no podían introducirle ante la presencia del Señor, hicieron un agujero en el techo, y por allí lo descolgaron

REFLEXIÓN

La gracia no tiene hoja de ruta rígidamente precisada, y aún en condiciones malas es capaz de remover obstáculos en los alejados para inspirar su vuelta al Amor de Dios. Las condiciones de enfermedad o debilidad, aunque dificultan y aun gravemente impiden avanzar en la voluntad de Dios que es su reinado, no logran detener su crecimiento, el cual es imparable.  Por eso la exhortación a acercarse y hacer algún esfuerzo por el bien, es lo propio de quien sirve a los peregrinos de la fe. Ciertamente no hay un claro-oscuro en la disposición y la entrega del creyente, sino un gran diversidad y variedad, análoga a la creación.