viernes, 12 de noviembre de 2021

BEATO CARLO

 
SU MADURA INMADUREZ AGRACIADA BRILLÓ Y DIO TESTIMONIO
PERSUADIENDO HACIA EL PADRE PORQUE NOS DEJÓ CONOCER SU AMOR

De la homilía de un autor del siglo segundo
(Caps. 15,1-17, 2: Funk 1,161-167)

CONVIRTÁMONOS A DIOS, QUE NOS LLAMA

Creo que vale la pena tener en cuenta el consejo que os he dado acerca de la
continencia; el que lo siga no se arrepentirá, sino que se salvará a sí mismo por haberlo
seguido y me salvará a mí por habérselo dado. No es pequeño el premio reservado al que
hace volver al buen camino a un alma descarriada y perdida. La mejor muestra de
agradecimiento que podemos tributar a Dios, que nos ha creado, consiste en que tanto el
que habla como el que escucha lo hagan con fe y con caridad.
Mantengámonos firmes en nuestra fe, justos y santos, para que así podamos
confiadamente rogar a Dios, pues él nos asegura: Clamarás al Señor, y te responderá:
"Aquí estoy." Estas palabras incluyen una gran promesa, pues nos demuestran que el

Señor está más dispuesto a dar que nosotros a pedir. Ya que nos beneficiamos todos de
una benignidad tan grande, no nos envidiemos unos a otros por los bienes recibidos. Estas
palabras son motivo de alegría para los que las cumplen, de condenación para los que las
rechazan.
Así, pues, hermanos, ya que se nos ofrece esta magnífica ocasión de arrepentirnos,
mientras aún es tiempo convirtámonos a Dios, que nos llama y se muestra dispuesto a
acogernos. Si renunciamos a los placeres terrenales y dominamos nuestras tendencias
pecaminosas, nos beneficiaremos de la misericordia de Jesús. Daos cuenta que llega el día
del juicio, ardiente como un horno, cuando el cielo se derretirá y toda la tierra se licuará
como el plomo en el fuego, y entonces se pondrán al descubierto nuestras obras, aun las
más ocultas. Buena cosa es la limosna como penitencia del pecado; mejor el ayuno que la
oración, pero mejor que ambos la limosna; el amor cubre la multitud de los pecados, pero
la oración que sale de un corazón recto libra de la muerte. Dichoso el que sea hallado
perfecto en estas cosas, porque la limosna atenúa los efectos del pecado.
Arrepintámonos de todo corazón, para que no se pierda ninguno de nosotros. Si hemos
recibido el encargo de apartar a los idólatras de sus errores, ¡cuánto más debemos
procurar no perdernos nosotros que ya conocemos a Dios! Ayudémonos, pues, unos a
otros en el camino del bien, sin olvidar a los más débiles, y exhortémonos mutuamente a
la conversión.

jueves, 11 de noviembre de 2021

BEATO CARLO

EN LA CARNE DE CARLO CONOCIÓ EL ESPIRITU DE JESÚS 
 
De la homilía de un autor del siglo segundo
(Caps. 13, 2-14, 5: Funk 1,159-161)

LA IGLESIA VIVA ES EL CUERPO DE CRISTO

Dice el Señor: Todo el día, sin cesar, ultrajan mi nombre entre las naciones; y también
en otro lugar: ¡Ay de aquel por cuya causa ultrajan mi nombre! ¿Por qué razón ultrajan el
nombre de Dios? Porque nuestra conducta no concuerda con lo que nuestros labios
proclaman. Los paganos, en efecto, cuando escuchan de nuestros labios la palabra de
Dios, quedan admirados de su belleza y sublimidad; pero luego, al contemplar nuestras
obras y ver que no concuerdan con nuestras palabras, empiezan a blasfemar, diciendo que
todo es fábula y mentira.
Cuando nos oyen decir que Dios afirma: Si amáis sólo a los que os aman no es grande
vuestro mérito, pero grande es vuestra virtud si amáis a vuestros enemigos y a quienes os
odian, se llenan de admiración ante la sublimidad de estas palabras; pero luego, al
contemplar cómo no amamos a los que nos odian y que ni siquiera sabemos amar a los
que nos aman, se ríen de nosotros, y con ello el nombre de Dios es blasfemado.

Así, pues, hermanos, si cumplimos la voluntad de Dios, perteneceremos a la Iglesia
primera, es decir, a la Iglesia espiritual, que fue creada antes que el sol y la luna; pero, si
no cumplimos la voluntad del Señor, seremos de aquellos de quienes afirma la Escritura:
Vosotros convertís mi casa en una cueva de bandidos. Por tanto, procuremos pertenecer a
la Iglesia de la vida, para alcanzar así la salvación.
Creo que no ignoráis que la Iglesia viva es el cuerpo de Cristo. Dice, en efecto, la
Escritura: Creó Dios al hombre; hombre y mujer los creó, el hombre es Cristo, la mujer es
la Iglesia; ahora bien, los escritos de los profetas y de los apóstoles nos enseñan también
que la Iglesia no es de este tiempo, sino que existe desde el principio; en efecto, la Iglesia
era espiritual como espiritual era el Señor Jesús, pero se manifestó visiblemente en los
últimos tiempos para llevarnos a la salvación.
Esta Iglesia que era espiritual se ha hecho visible en la carne de Cristo, mostrándonos
con ello que, si nosotros conservamos intacta esta Iglesia por medio de nuestra carne, la
recibiremos en el Espíritu Santo, pues nuestra carne es como la imagen del Espíritu, y
nadie puede gozar del modelo si ha destruido su imagen. Todo esto quiere decir,
hermanos, lo siguiente: Conservad con respeto vuestra carne, para que así tengáis parte
en el Espíritu. Y, si afirmamos que la carne es la Iglesia y el Espíritu es Cristo, ello significa
que quien deshonra la carne deshonra la Iglesia, y este tal no será tampoco partícipe de
aquel Espíritu, que es el mismo Cristo. Con la ayuda del Espíritu Santo, esta carne puede,
por tanto, llegar a gozar de aquella incorruptibilidad y de aquella vida que es tan sublime,
que nadie puede explicar ni describir, pero que Dios ha preparado para sus elegidos.