De la homilía de un autor del siglo segundo(Caps. 13, 2-14, 5: Funk 1,159-161)
LA IGLESIA VIVA ES EL CUERPO DE CRISTO
Dice el Señor: Todo el día, sin cesar, ultrajan mi nombre entre las naciones; y también
en otro lugar: ¡Ay de aquel por cuya causa ultrajan mi nombre! ¿Por qué razón ultrajan el
nombre de Dios? Porque nuestra conducta no concuerda con lo que nuestros labios
proclaman. Los paganos, en efecto, cuando escuchan de nuestros labios la palabra de
Dios, quedan admirados de su belleza y sublimidad; pero luego, al contemplar nuestras
obras y ver que no concuerdan con nuestras palabras, empiezan a blasfemar, diciendo que
todo es fábula y mentira.
Cuando nos oyen decir que Dios afirma: Si amáis sólo a los que os aman no es grande
vuestro mérito, pero grande es vuestra virtud si amáis a vuestros enemigos y a quienes os
odian, se llenan de admiración ante la sublimidad de estas palabras; pero luego, al
contemplar cómo no amamos a los que nos odian y que ni siquiera sabemos amar a los
que nos aman, se ríen de nosotros, y con ello el nombre de Dios es blasfemado.
Así, pues, hermanos, si cumplimos la voluntad de Dios, perteneceremos a la Iglesia
primera, es decir, a la Iglesia espiritual, que fue creada antes que el sol y la luna; pero, si
no cumplimos la voluntad del Señor, seremos de aquellos de quienes afirma la Escritura:
Vosotros convertís mi casa en una cueva de bandidos. Por tanto, procuremos pertenecer a
la Iglesia de la vida, para alcanzar así la salvación.
Creo que no ignoráis que la Iglesia viva es el cuerpo de Cristo. Dice, en efecto, la
Escritura: Creó Dios al hombre; hombre y mujer los creó, el hombre es Cristo, la mujer es
la Iglesia; ahora bien, los escritos de los profetas y de los apóstoles nos enseñan también
que la Iglesia no es de este tiempo, sino que existe desde el principio; en efecto, la Iglesia
era espiritual como espiritual era el Señor Jesús, pero se manifestó visiblemente en los
últimos tiempos para llevarnos a la salvación.
Esta Iglesia que era espiritual se ha hecho visible en la carne de Cristo, mostrándonos
con ello que, si nosotros conservamos intacta esta Iglesia por medio de nuestra carne, la
recibiremos en el Espíritu Santo, pues nuestra carne es como la imagen del Espíritu, y
nadie puede gozar del modelo si ha destruido su imagen. Todo esto quiere decir,
hermanos, lo siguiente: Conservad con respeto vuestra carne, para que así tengáis parte
en el Espíritu. Y, si afirmamos que la carne es la Iglesia y el Espíritu es Cristo, ello significa
que quien deshonra la carne deshonra la Iglesia, y este tal no será tampoco partícipe de
aquel Espíritu, que es el mismo Cristo. Con la ayuda del Espíritu Santo, esta carne puede,
por tanto, llegar a gozar de aquella incorruptibilidad y de aquella vida que es tan sublime,
que nadie puede explicar ni describir, pero que Dios ha preparado para sus elegidos.
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