domingo, 21 de noviembre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Jesucristo Rey del universo

Daniel 7, 13-14



REFLEXIÓN

como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él

Hijo de hombre es una expresión con matices diferentes, entre los que destaca el que aporta la literatura apocalíptica, pero adquiere uno relevante en los evangelios, porque es puesto frecuentemente en boca de Jesús, refieriéndose a sí mismo.

Entre otras significaciones podemos subrayar: que en Jesús se historiza en el presente lo que el género apocalíptico ubica en el final del futuro.

Por otro lado se hace hincapié en el hombre, pero nuevo. Así Jesús es desde ya el hombre nuevo.

Y por su liderazgo los que van en su seguimiento pretenden convertirse desde ahora en el hombre nuevo futuro. Todo un programa de crecimiento para hombres y mujeres, que constituyen la humanidad.

En la historia desde los protagonismos de las celebridades hasta el anonimato de los que somos número en la población, se advierten chispazos que dan fe de la aparición-así sea momentánea-de hombres/mujeres transformados que procesualmente se van desprendendiendo de los hombres/mujeres viejos.

Le dieron poder real y dominio

Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin

Se trata de un proceso o de un éxodo de humanidad vieja a humanidad nueva, para lo cual se le otorga como don el dominio. Así la libertad humana puede erigir sistemas, modelos, estructuras, organizaciones o instituciones que promuevan esa transformación o crecimiento hacia la humanidad nueva.

Sólo que el dominio o potestad mediante la cual la humanidad queda empoderada no es despótica, ni impositiva, sino que se basa en una estrategia de servicio que conmueve la profundidad, el corazón donde se tejen las decisiones de la libertad.

Necesitamos seguir muy de cerca al Hijo de hombre Jesús para absorber en el seguimiento las características de este proceso, en parte doloroso, de crecimiento.

Salmo responsorial: 92



REFLEXIÓN

la santidad es el adorno de tu casa

Podríamos decir que la santidad que alabamos en el Señor y pretendemos en nuestro seguimiento hoy se conoce como congruencia.

Porque en el Señor alabamos que dice y hace, y nosotros vivimos la fractura entre el decir y hacer. Es más, con frecuencia decimos pero no hacemos.

Apocalipsis 1, 5-8



REFLEXIÓN

el príncipe de los reyes de la tierra

Asumimos que es príncipe como el que destaca, precisamente por su modelo en el ejercicio del dominio. Porque su dominio es justicia y paz.

nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre.

Las referencias a los reinos brotan de la imperfección del mundo y el anhelo de superar los límites. Jesús lo hizo desde su propia oblación. Porque para un liderazgo válido es crucial la credibilidad que engendre en los seguidores.

"Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso."

Creemos que en Jesús se nos ha dado una clave de ascenso como humanidad y por eso es rey cuyas palabras perduran.

Juan 18, 33b-37



REFLEXIÓN

"¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?"

En nuestra peregrinación de fe en Jesús de Nazareth es posible acceder falsamente por medio de etiquetas: prejuicio que nos impregna el mundo para establecer órdenes y categorías, que permitan la dominación.

Mientras él espera más bien que accedamos por descubrimiento personal desde la convicción de nuestra conciencia libre y así lleguemos a confesar cuán rey es.

"¿Acaso soy yo judío?

El acceso auténtico no depende de nuestra pertenencia a ninguna división humana, cuyos propósitos son la desunión. Sino que accedemos desde cualquier punto y él se encuentra disponible para el universo entero. Por eso es rey.

"Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."

Si el judío o cualquier gentil es de la verdad, escucha su voz. Por eso es rey.

Somos de la verdad?

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1462390454226497549?s=20

 

BEATO CARLO


“Estar siempre unido a Jesús, ese es mi proyecto de vida”

 Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, Sobre la oración

(Cap. 25: PG 11, 495-499)

VENGA TU REINO

Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no ha de venir espectacularmente, ni dirán: «Vedlo aquí o vedlo allí», sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues cerca está la palabra, en nuestra boca y en nuestro corazón, sin duda cuando pedimos que venga el reino de Dios lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a fijar en él nuestra morada.

Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue el reino a Dios Padre, para que Dios sea todo en todo. Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino.

Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la justificación con la impiedad, ni hay nada de común entre la luz y las tinieblas, ni puede haber armonía entre Cristo y Belial, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.

Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo continúe el pecado reinando en nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos las pasiones de nuestro hombre terrenal y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.

Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la muerte, puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Ya desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe revestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios en nosotros, comencemos ya a disfrutar de los bienes de la regeneración y de la resurrección.